los brujos mutantes, u oboroten,
unas figuras muy populares en la mitología eslava, podían adoptar prácticamente
cualquier forma: la de una piedra, un almiar o un ovillo, o incluso la de un
animal. Sin embargo, no todos deseaban ser partícipes de estas transformaciones.La
palabra oboroten se utilizaba también
para referirse a aquellos cura apariencia había cambiado en contra de su voluntad
por el hechizo de algún brujo. No eran seres malévolos, sino las trágicas víctimas
de la magia diabólica. Y el más popular de estos mutantes era el volkodlak, también conocido como hombre
lobo.
De
hecho, existen numerosos ejemplos en la tradición eslava de hombres lobo
reacios a serlo. Cuenta una leyenda polaca que un joven fue una vez amado por
una bruja, pero despreció su amor apasionado, sin imaginar el peligro que, a
partir de ese momento, correría. Un día, mientras su ganado pastoreaba en el
bosque, decidió cortar un poco de leña, pero cuando levantó el hacha vio cómo
sus manos se habían convertido en garras delante de sus propios ojos. Sin poder
hacer nada, sus uñas se convirtieron en zarpas y por todo su cuerpo empezaron a
aparecer grandes mechones de pelo. Cuando corrió hacia sus vacas con la
intención de regresar a casa rápidamente, éstas salieron en estampida horrorizadas.
Quiso llamarlas para que volvieran, pero sólo pudo aullar. Para su horror, se
dio cuenta de que se había convertido en un solitario hombre lobo.
En
Bielorrusia, se cuenta que una vez un desairado brujo arruinó todo un banquete
de bodas al no dejar que nadie se marchara con la apariencia con la que había
llegado. El novio y otros invitados se convirtieron en hombres lobo, y las mujeres
en cotorras parlantes (la cotorra se ha vinculado a menudo con la brujería). La
novia, a quien dejaron para el final, se convirtió en cuco, tras lo cual buscó
a su esposo desesperadamente por todo el mundo, intentando encontrarlo con un
llanto melancólico y monótono.
0.008. anonimo (eslavo)
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