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viernes, 5 de octubre de 2012

La salida y la puesta del sol

En este relato del pueblo mongo-nkundo, de la cuenca del Congo, un gavilán es enviado al gran dios Yemekonji, que mora en las alturas celestiales, para encontrar la posición del Sol, predestinada de forma divina. Por suerte, a la valiente ave se le adelanta una humilde mosca.

La mosca se ofreció voluntaria para acompañar al gavilán en su misión, y propuso ir delante para escuchar a escondidas en el cielo, por si los consejeros de Yemekonji estaban preparando alguna sorpresa. El insecto urdió un plan para ocultar al Sol en uno de tres paquetes. Los dos más coloridos se rellenarían con hojas y tierra respectivamente, mientras que el tercero, con una envoltura sencilla, albergaría al Sol. Luego informó de su plan al ave. Cuando el gavilán llegó a Yemenkonji, el gran dios se quejó de que antes habían acudido dos delegados de la Tierra en busca del Sol El primero había elegido la estrella de Venus, mientras que el segundo había optado por la Luna. Yemekonji le preguntó al gavilán si ocultaba a un espía y la rapaz insistió en que iba solo. Yemekonji no sospechó en ningún momento de la presencia de la mosca.
Entonces, al gavilán se le ofreció elegir entre los tres paquetes y optó por el sencillo, que es el que conte­nía el Sol. Yemekonji se sintió muy complacido y en­señó a la rapaz a mover con facilidad el Sol dentro de su órbita en el reino de las nubes mecidas por el vien­to. Le dijo también que, a partir de ese momento, el Sol desaparecería, pero que reaparecería siguiendo un ciclo regular.
El gavilán siguió las instrucciones del dios al pie de la letra y, al llegar a la Tierra, explicó que Yemekonji ha­bía marcado los movimientos del Sol de modo que se pusiera después de doce horas, más tarde. Desde entonces, ha seguido siempre ese ciclo divino.

0.009. anonimo (africa)

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