En este relato del pueblo mongo-nkundo, de
la cuenca del Congo, un gavilán es enviado al gran dios Yemekonji, que mora en
las alturas celestiales, para encontrar la posición del Sol, predestinada de forma
divina. Por suerte, a la valiente ave se le adelanta una humilde mosca.
La mosca
se ofreció voluntaria para acompañar al gavilán en su misión, y propuso ir
delante para escuchar a escondidas en el cielo, por si los consejeros de Yemekonji
estaban preparando alguna sorpresa. El insecto urdió un plan para ocultar al
Sol en uno de tres paquetes. Los dos más coloridos se rellenarían con hojas y
tierra respectivamente, mientras que el tercero, con una envoltura sencilla,
albergaría al Sol. Luego informó de su plan al ave. Cuando el gavilán llegó a
Yemenkonji, el gran dios se quejó de que antes habían acudido dos delegados de
la Tierra en busca del Sol El primero había elegido la estrella de Venus,
mientras que el segundo había optado por la Luna. Yemekonji le preguntó al gavilán
si ocultaba a un espía y la rapaz insistió en que iba solo. Yemekonji no
sospechó en ningún momento de la presencia de la mosca.
Entonces,
al gavilán se le ofreció elegir entre los tres paquetes y optó por el sencillo,
que es el que contenía el Sol. Yemekonji se sintió muy complacido y enseñó a
la rapaz a mover con facilidad el Sol dentro de su órbita en el reino de las
nubes mecidas por el viento. Le dijo también que, a partir de ese momento, el
Sol desaparecería, pero que reaparecería siguiendo un ciclo regular.
El gavilán
siguió las instrucciones del dios al pie de la letra y, al llegar a la Tierra,
explicó que Yemekonji había marcado los movimientos del Sol de modo que se
pusiera después de doce horas, más tarde. Desde entonces, ha seguido siempre
ese ciclo divino.
0.009. anonimo (africa)
No hay comentarios:
Publicar un comentario