Translate

miércoles, 13 de marzo de 2013

Visiones del gran protector

Cuando el zoroastrismo se consolidó, surgieron numerosas tradiciones míticas en torno a la vida de su fundador y su santidad. Cuenta la leyenda que fue elegido por el sabio dios Ahura Mazda para que extendiera su sabiduría por todo el mundo.

La leyenda de Zoroastro comenzá antes de su encarnación en la Tierra: se creía que su nacimiento y las maravillosas hazañas que llevó a cabo en nombre de Ahura Mazda sólo fueron reveladas a unos pocos elegidos antes de que naciera realmente.
Durante los primeros días, el diabólico Angra Mainyu atacó a la bondadosa y generosa creación, y asesino al primer hombre y al primer toro. El alma de este último voló hasta las alturas celestiales, donde Ahura Mazda presidía un majestuoso trono que resplandecía y cente­lleaba. El toro se quejó al sabio señor por carecer de protector y le con­cedió una visión: el alma celestial, o fravashi, del gran Zoroastro prote­gería un día al ganado y a toda la creación, lo que daría lugar a toda una nueva era, al final de la cual el demonio sería completamente destruido y el universo recuperaría la forma perfecta, tan ansiada por Ahura Mazda.
Lleno de júbilo, el toro descendió a la Tierra unu vez más, donde reveló el secreto de la llegada de Zoroastro a un príncipe iraní llamado Us.
De acuerdo con otra tradición, la luz divina de Ahura Mazda apareció en la Tierra mucho antes de que Zoroastro naciera. Una serie de santos se la entregaron al profeta para que luciera con mayor intensidad en el pecho del va­liente y honrado Zoroastro.

0.084.4 anonimo (persia)

Un compañero fuerte y leal

Rakhsh era el corcel más adecuado para un héroe, y su relación con el poderoso Rustam vino determinada por el destino. Juntos vivirían numerosas y peligrosas aventuras, al mismo tiempo que también encontrarían también la muerte de forma prematura.

Al igual que había ocurrido con anterioridad, cuando su padre Zal vino al mundo, el naci­miento de Rustam fue problemático. Temeroso de que Rudabeh, su esposa, pudiera morir en el parto, Zal acudió a Simurgh, que había prometido ayudarlo siempre que lo necesitara. Tras ver el dolor de Rudabeh, la gran ave aconsejó que se realizara una cesárea y ofreció una de sus curativas alas para aliviar la herida. Rustam se convirtió en un chico fuerte y robusto, y se decía que con sólo un día de vida tenía el tamaño de un niño de un año. Al poco tiempo de entrar en la madurez, fue lo bastante poderoso como para enfrentarse y matar a un elefante con su maza con cabeza de toro. Había llegado el momento de enfrentarse al mundo.
Cuando se embarcó por primera vez en una aventura como guerrero, decidió buscar un corcel que fuera lo suficiente­mente fuerte como para soportar su enorme peso, y lo bastante valiente como para enfrentarse a cualquier peligro. Para compro­bar dichas cualidades, había ideado una prueba: presionaría con su palma el lomo del corcel y entonces vería si su panza se comba­ba o no hasta el suelo. Después de recorrer Irán en busca del can­didato adecuado, ninguno de los animales examinados superó la prueba, por lo que fue en la vecina región de Turan donde por fin halló lo que estaba buscando. Allí se encontró con una extraña y alta yegua zaina a la que seguía un potro de dos años de un color similar con manchas rojizas. Le gustó el aspecto del joven ani­mal, pero cuando expre­só su interés al comercian­te, éste le advirtió que no debía codiciar la montura de otro hombre. Rustam le preguntó quién era el pro­pietario y el comerciante le contes­tó que nadie lo sabía, pero que siem­pre se le había conocido con el nombre de Rakhsh de Rustam.
El héroe advirtió que había encontrado el corcel que le estaba predestinado. Su elección quedó confirmada cuan­do, al presionar el lomo del caballo, éste permaneció firme como el acero. Al saber el nombre de su cliente, el comerciante no aceptó el dinero, pues, según él, el caballo era más valioso que todo Irán, y añadió que si de verdad era Rustam, la única forma de pagar el caballo era librando al país de los enemigos que lo acosaban e instaurando la justicia en el mundo. Rakhsh se convirtió en el leal compañero de su dueño durante un sin­fín de aventuras, hasta que ambos encontraron la muerte jun­tos a manos de un hermanastro de Rustam.

0.084.4 anonimo (persia)

La trampa tendida al rey kavus

Al igual que otros muchos soberanos antes que él, el monarca persa Kay Kavus fue víctima de su propia vanidad ante las tretas de un artesano divino (el demonio). Sin embargo, la lección que Kay Kavus aprendió no tuvo un resultado fatal, e incluso puede considerarse cómica.

conocido con el nombre de Kavi Usan en el Aves­ta, Kav Kavus fue uno de los primeros soberanos legendarios de Persia que desempeñó también un significativo papel en el Shahnameh. En tiem­pos de su reinado, los persas mantenían una épi­ca lucha con el reino vecino de Turan, si­tuado al noreste, en la actual Turquía. Bajo el intrigante Afrasiyab, los tura­nios se empeñaban en poner en peli­gro la misma existencia de Persia, pero Kavus siempre estaba dispues­to a acudir en acudir del héroe Rustam, quien una vez había res­catado al rey de las garras de un temible demonio blanco que ha­bía dejado ciego tanto al monarca como a todo su ejército.
Imprudente e impetuoso, Kavus tuvo no pocos problemas con otras divinidades en el transcurso de su reinado. Una mañana, se le acercó un dios con la apariencia de un corte­sano adulador y le dijo que, ya que era dueño señor de todo el mundo, el siguiente paso lógico debería ser rei­nar en el cielo. El rey casó en la trampa y decidió reflexionar acerca del mejor modo de subir a las nubes para imponer allí también su soberanía.
Por fin se le ocurrio una idea: ató cuatro águilas a un trono, al que él mismo se había sujetado con una correa, y colgó, de altos mástiles, por encima de las aves varias patas de ovino. Cuando las águilas comen­zaron a batir las alas para acercarse a la carne, levantaron el trono hacia las alturas, de manera que, al poco, el rey se encontraba volando en el cielo.
Pero las águilas no eran in­munes al cansancio, de modo que, cuando por fin sus fuerzas empezaron a flaquear, Kavus cayó a tierra de un golpe. Su experimen­to acabó ignominiosamente en un bosque de algún lugar del oeste de China. Fue necesario un pequeño ejército, liderado bajo las órdenes de Rustam, para encontrarlo v llevarlo de vuelta a Persia, adonde llegó alicaí­do, por lo menos por aquel entonces, y arrepentido de su vanidad y de su locura.

0.084.4 anonimo (persia)

La llegada de los mortales

El primer humano de la mitología iraní fue Gayomart, cuyo nombre significa «vida mortal». Su estancia en la Tierra fue breve, pero de su semen brotó una planta de la que surgió la primera pareja en poblar el mundo.

Gayomart, que fue creado con tierra, era tan ancho como alto, y aparece descrito en el Avesta como «brillante como el sol». Su esplendor atrajo la atención del malicioso Angra Mainyu, el espíritu del demonio, que lo asesi­no. Sin embargo, en el momento de morir su semen pasó a formar parte de la Tierra. Durante cuarenta años, el sol arrojó sus rayos sobre el lugar y finalmente una planta, con forma de ruibarbo bro­tó de la tierra. Con el paso del tiem­po los tallos de la planta crecieron hasta dar forma a los cuerpos y extremi­dades de un hombre y una mujer, Mashya y Mashyanag, los padres de las diez razas del género humano.
Convertidos por fin en humanos, la pareja se libero de sus raíces para vivir en la tierra. El propio Ahura Mazda intentó iluminarlos, dándoles instrucciones de que debían hacer siem­pre el bien y evitar al maligno. Sin embargo, las fuerzas de la debilidad también ejercían su influencia sobre Mashya y Mashyanag, y, para su desilusión, la primera pareja vio el mundo como un lugar dificil e inhóspito al considerarlo la creación de Angra Mainyu. Ése fue justamente el primero y el más grave de todos los pecados: negar de forma sacrílega la labor creadora de Ahura Mazda.
Mashya y Mashyanag se apartaron del camino del asha («verdad») que Ahura Mazda había diseñado para ellos. Aunque llevaron a cabo sa­crificios rituales y no rehusaron cumplir una virtuosa labor, fue­ron incapaces de escapar del maleficio arrojado sobre ellos por Angra Mainyu. Incluso perdieron su deseo de poblar el mundo por medio de la unión sexual, ya que, du­rante cincuenta años de esterilidad, no tuvieron ninguna descendencia.
Sin embargo, al mal, Mashyanag dio a luz a gemelos, pero en lugar de amar y proteger a sus vástagos, los padres los mataron y se los comieron. Por aquella época, la carne de los nidos tenía un sabor dulce, así que Ahura Mazda suprimió ese delicado sabor. Numerosos años des­pués. Mashya y Mashyanag concibieron a otros gemelos, que crecieron sanos y fuertes, y se convertirían en los padres de las tribu, de Irán y, a través de ellas, de la raza humana al completo.

0.084.4 anonimo (persia)

Khusrow y el pescador

Un relato de Las mil y una noches cuenta cómo un humilde pescador reunió todo su ingenio para aprovecharse de la legendaria generosidad del rey Khusrow. Sin embargo, al proceder de esa manera, provocó la ira de Shirin, la pendenciera esposa del soberano.

El pescador llevó a palacio un pescado enorme que había capturado ese mis­mo día con la esperanza de que Khnsrow le diera 4.000 dracmas por él, y el monarca aceptó. Impresionada, Shirin objetó que se trataba de demasiado dinero y que sus cortesanos se quejarían con razón por recibir menos que un pescador. khusrow entendió su punto de vista, pero insistió en que ya había dado su palabra, por lo que Shirin le insto a buscar la manera de rechazar el pescado.
-Pregúntale al pescador si es macho o hembra -sugirió la reina. Si dice «macho», dile que deseabas una hembra, y si dice «hembra», dile que queríamos un macho.
Khusrow le formuló la pregunta al visitante, pero éste respondió:
-No es macho ni hembra. 
-El monarca se rió y le entregó 4.000 dracmas más.
Cuando el pescador salía del vestíhulo se le cayó una de sus monedas y se agachó para recogerla.
-¿Has visto? -dijo Shirin. Con todo el dinero que tiene, es tan ruin que se molesta en recoger una sola moneda. 
-El rey lo volvió a llamar para echarle en cara semejante actitud. Pero en­tonces el pescador contestó que lo úni­co que le preocupaba es que al­guien pudiese pisar la mone­da, que portaba su rostro y ofender así la dignidad real. De­leitado ante tan ingeniosa res­puesta, el rey le entregó una tercera bolsa con monedas.

0.084.4 anonimo (persia)

Keresaspa, el salvador del mundo

Inconfundible por sus rizados tirabuzones, el juvenil Keresaspa era, en cierta forma, el más humano de los héroes avestanos, muy querido por sus gallardos modales y su tranquilidad. Sin embargo, estas cualidades un día supondrían su perdición.

Aunque había matado a numerosos monstruos, como el temible dragón con cuernos Sruvara, y había protegido al mundo de innumerables ata­ques perpetrados por las fuerzas del mal, Kere­saspa no disfrutó de la popularidad que le correspondía. Una vez, mientras preparaba una comida, prendió fuego a un mon­tón de hojas, sin darse cuenta de que un dragón dormía debajo de ellas. Mientras huía de las llamas, el monstruo volcó el reci­piente y contamino el fuego, un elemento sagrado para los zo­roástricos, de manera que, cuando Keresaspa llego a las glorio­sas puertas del santuario celestial tras su muerte, Ahura Mazda le negó la entrada. Gracias a la intervención de otros dioses y héroes, que defendieron su causa de forma muy elocuente y apasionada, al final, el sabio dios del cielo permitió que entrara.
Sin embargo, de acuerdo con el Avesta, el destino de este pícaro espiritual era salvar al mundo en el momento de mayor necesidad, ya que, al final de los tiempos, Azhi Da­haka, el monstruo con tres cabe­zas, cuyo cuerpo estaba formado por lagartos y escorpiones, se li­beraría de la prisión donde se encontraba retenido para volver a atormentar a la humanidad. Gracias al prestigio alcanzado durante siglos, a Ahura Mazda no le quedaría otra alternativa que resucitar al mayor gue­rrero de todos los tiempos, que bajaría del cielo y golpearía al diabólico dragón con su poderoso garrote: solo entonces finaliza­ría la terrible maldición del demonio de una vez por todas.

0.084.4 anonimo (persia)

Isfandiyar y el dragón

Después de Rustam, Isfandiyar fue el guerrero más valiente de la antigua Persia, ya que, según la leyenda, se había convertido en invulnerable gracias al propio Zoroastro. Su hazaña más valerosa consistió en matar a un dragón.

Isfandiyar era hijo del legendario monarca persa Gush­tasp, que lideró al ejército de su padre en numerosas y famosas victorias frente al enemigo turanio. Llegó un momento en el que el rey temió que su fama quedara eclipsada por la de un hombre más joven y, aprovechando una noticia falsa según la cual Isfandiyar planeaba derrocarlo, apre­só al príncipe.
Pero su decisión fue desastrosa, ya que, en ausencia de Isfan-diyar, las huestes turanias arrasaron a los persas en el cam­po de batalla. Finalmente, Gushtasp tuvo que admitir su error y liberó a su prisionero para que lograra otra victoria aplastan­te. Pero los turanios que se batían en retirada se llevaron como rehenes a dos de las hermanas de Isfandiyar y las encarcelaron en un bastión conocido como la Fortaleza de Latón. El príncipe partió de inmediato a rescatarlas y eligió para ello la ruta más corta, aunque sabía que la misión estaría plagada de peligros.
La prueba más horrible a la que tuvo que enfrentarse por el camino fue a un dragón descomunal y venenoso que engullía a los viajeros de un bocado. Advertido de su presen­cia, el príncipe había dispuesto un carruaje cuyo techo y late­rales estaban clavados por lanzas y hojas de espada a modo de alfiletero. Colocó los arreos a un par de caballos para aproxi­marse a la guarida del dragón y, en cuanto oyó el amenazante ronquido del monstruo, se introdujo en el carruaje y cerró bien la puerta.
Furioso ante la intrusión del príncipe, el dragón se tra­gó el carruaje y los caballos de un solo bocado, pero las afiladas puntas se le clavaron en la garganta, por lo que se vio obligado a soltar el bocado. El príncipe salió de un brinco del lugar don­de se encontraba oculto e asestó al dragón un golpe mortífero con su espada. A pesar de haberlo derrotado, los gases veneno­sos que inhaló eran tan fuertes que le arrebataron la fuerza y el ímpetu necesarios para poder continuar y acabar con éxito su misión.

0.084.4 anonimo (persia)

El triunfo del amor

La parte central del Shahnameh comienza con la historia de Zal, padre de Rustam, héroe iraní supremo. El amor de Zal por la hija de un soberano de un pueblo vecino proporcionó a la obra uno de sus idilios románticos más apasionados.

El nacimiento de Zal se consideró un mal augurio, ya que llegó al mundo con el pelo blanco como la nieve. Culpando a un espíritu maligno, su padre Sam lo rechazó y lo abandonó en las montañas de Elburz, donde fue rescatado por el Simurgh, un ave mí­tica de enorme tamaño que lo crió junto a su propia nidada. Zal se convirtió en un chico fuerte y apuesto, y, finalmente, su supervivencia llegó a oídos de su padre, que en aquella época era el soberano del reino de Sistán, situado al este de Irán. Arre­pentido de su locura, dio la bienvenida a su hijo y lo convirtió en su heredero.
La princesa Rudabeh igualaba con su belleza la honra­dez de Zal, y los dos se enamoraron, antes incluso de conocer­se, si bien, su encuentro no fue fácil. El padre de la joven, Mehrab, era rey del estado vecino de Kabulestan y, aunque acep­taba la autoridad suprema de Sam, lo hacía a regaña­dientes, y lo que es aún peor, pertenecía al lina­je de Zahak, el más odiado de los primeros reyes de Irán, que tenía, por costum­bre llevar una serpiente en cada hombro.
Así que, cuando Zal visitó Kabulestan, decidió montar su campa­mento al otro lado del río de la capital de Mehrab en lugar de acep­tar la hospitalidad del sobe­rano. Rudabeh fue recluida en las dependencias para mujeres del palacio de su padre, ya que el protocolo no permitía a Zal reunirse con su amada.
Pero las damas de compañía de la princesa encontraron una forma de propiciar el encuentro. Un día fueron a relajarse a la ribera del río y, tras ver una oportunidad de romper el hie­lo, Zal agarró su arco y, disparó una flecha a un pájaro que sola­ba por allí, que fue a caer junto al lugar en el que las mujeres se encontraban reunidas. La princesa envió a miembros del séqui­to para que recuperaran la presa y, al poco tiempo, el grupo comenzó a ensalzar a su amo. Zal envió joyas a la princesa y se organizó un encuentro secreto.
Aunque en un principio sus padres se opusieron al en­lace, la pasión de los amantes logró vencer todos los obstácu­los. Y así, la pareja contrajo matrimonio en medio del júbilo general y todos los testigos estuvieron de acuerdo en que era la parda más bella que había ocupado un trono.

0.084.4 anonimo (persia)

El orfebre y la cantante

Persia contaba con uno de los corpus de cuentos populares mayores del mundo, que generaciones de narradores profesionales reunieron y adaptaron en compilaciones o naqqal. La más importantees Las mil y una noches, obra que dio a conocer el legado persa por todo el mundo.

Uno de los relatos más famosos narra la historia de la búsqueda de un amante que acaba felizmente gracias a la inge­nuidad de su pretendiente. Una vez, un orfebre persa vio a la chica de sus sueños pintada en la pared de la casa de un amigo, y supo por el pintor que la modelo era una cantante del harén de un visir del rey de Cachemira. Tras viajar a la India, pronto supo dónde vivía la cantante, así como una peculiaridad del rey, quien, debido al miedo que sentía por la brujería, dejaba que las brujas sospechosas mu­rieran de hambre en el interior de una fosa situada en el exterior de los muros de la ciudad.
El orfebre decidió poner en práctica sus co­nocimientos y, equipado con una escalera de cuer­da y garfios, esperó a que llegara una noche de tormenta para entrar en el palacio del visir. Una vez en el interior, se dirigió al harén donde, entre todas las bellezas allí reu­nidas, no tuvo ninguna dificultad en reconocer a su amada. Sin embargo, no hizo intento alguno por raptarla, sino que, por el contrario, sacó un cuchillo y le profirió un corte en el muslo. La joven se des­pertó horrorizada, pensando que el intruso era un ladrón, y le rogó que se llevara sus joyas pero que le perdonara la vida.
El orfebre aceptó y, a la mañana siguiente, se vistió con los ropajes de un respetable viajero y se presentó ante el palacio real para implorar una audiencia con el rey. Tras realizar las reverencias oportunas ante el monarca, le presentó las piedras pre­ciosas de la joven, alegando que le habían atacado unas brujas en el exterior de las puertas de la ciu­dad la noche anterior y que había luchado contra ellas, una de las cuales había resultado herida en el muslo. Le contó también que, tras su huida, una de ellas se había dejado un joyero, que ahora presentaba al soberano a modo de obsequio.
Al hurgar en su interior, el rey encontró joyas que había entregado a su visir, quien rápidamente iden­tificó a la propietaria como la cantante. Tras ser convo­cada, se descubrió que tenía una herida exactamente en el lugar donde el viajero había herido a la bruja, por lo que el rey no necesitó más pruebas para dictaminar la culpabili­dad de la joven, a la que condenó a ser arrojada a la fosa de cas­tigo, tal como esperaba el orfebre. Ahora ya sólo faltaba que el pretendiente sobornara al guardián del foso y huyera junto a su amada para vivir una nueva vida llena de felicidad.

0.084.4 anonimo (persia)

El fiel guardian de mitra

Mitra, el gran dios del sol de la mitología persa, se convirtió en la deidad principal del mitraísmo, un culto que se extendió por el Imperio romano a finales de la época clásica. A su lado iba siempre un fiero jabalí que le prestaba sus servicios en tanto que manifestación del dios guerrero Verethragna.

Mitra, cuyo nombre significa «pacto» o «alianza», era el ga­rante del orden cósmico en la incipiente religión persa. Su asociación con el ciclo del día y de la noche estableció su vínculo con el sol, tal como se nos cuenta en el Avesta: «Él, el primero de los dioses celestiales, vigila las montañas de Elburz ante el eterno sol a lo­mos de un caballo veloz; él, más valioso que todo el oro, se posa en las hermosas cum­bres y desde allí vigila la morada de los iraníes con un ojo caritAtivo». Sin embargo, fue también un poderoso luchador, famoso por su maza de cien caras y por ser el guar­dián de la khvarnah o de la «gloria divina», que otorgaba legitimidad a los reyes.
Con su uniforme marcial, era protegido en todo momento por el temible dios de los guerreros Verethragna El Avesta proporciona una lista de las diez apariencias diferentes que esta deidad podía adoptar, desde un fuerte viento a un carnero salvaje y un espadachín con hoja de oro. Para protegerse, adquiría la apariencia de un jabalí, que aparece descrito también en otro himno aves­tano: «Un jabalí con dientes afilados, un jabalí de afiladas mandíbulas, que asesina de un solo golpe, per­seguidor, embravecido, con un rostro sudoroso; fuerte, con pies de hierro, con garras de hierro con armas de hierro, con cola de hierro y mandíbulas de hierro».

0.084.4 anonimo (persia)

Cita en samarra

Un cuento popular que transcurre en Bagdad aborda el tema de la inevitabilidad de una muerte predestinada. Transmitida de generación en generación, logró fama internacional cuando el escritor estadounidense John O'Hara tomó prestado su título para una novela muy conocida.

Un sirviente se disponía a llevar a cabo un recado de su señor en un mercado de Bagdad cuando sintió que algo lo empujaba por detrás. Tras darse la vuelta para protestar, quedo impresionado al encontrarse con una silueta que de inmediato reconoció como la propia muerte. Su sorpresa se tornó terror cuando la sombría figura fijó su mirada en él y le hizo señas para que se acercara.
Convencido de que la muerte había venido a llevárselo, corrió todo lo que pudo de vuelta a casa, donde comenzó a reu­nir sus escasas posesiones.
Ya disponía a marcharse cuando su señor le preguntó el motivo de su partida. Con voz entrecortada le contó su sinies­tro encuentro en el bazar. Le dijo que debía partir de allí y que necesitaba que le prestara un caballo para huir hacia la ciudad de Samarra, situada a unos 120 km de distancia al otro lado del desierto.
El amo aceptó y el criado se marchó a toda prisa. Una vez que el joven emprendió su camino, el mercader tomó una atrevida decisión: buscaría a la muerte y le preguntaría por qué había asustado a su sirviente. Así, partió en dirección al mercado, donde también se encontró con la horrible silueta que andaba buscando. Pero cuando le formulo su pregunta, la muerte parecía desconcertada.
-¿Asustarlo? -respondíó pausadamente- En absoluto era mi intención. Pero no pude evitar la sorpresa que me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Samarra.

0.084.4 anonimo (persia)

Barbad, el músico «invisible»

El Shahnameh recoge la astuta artimaña empleada por un trovador para lograr el codiciado puesto de cantante principal de Khusrow II Parviz (el «Victorioso»), el último gran rey de los sasánidas y un notable mecenas.

Al conocer la generosidad de Khusrow Barbad, un brillante músico, deseó buscar fortuna en la corte, pero al llegar a ella descubrió que el rey va contaba con un trovador oficial llamado Sarkash.
Tras oírlo cantar, Barbad supo que su talento era mayor, pero no encontraba la forma de mostrar sus habilidades al monarca. Entonces deci­dió hacerse amigo de uno de los jardineros reales e ideó un plan. Vestido completa­mente de verde, entró en secreto en los jardines y se subió a un árbol antes de que Khusrow visitara el recinto.
Cuando llegó el séquito real, tocó y entonó una melodía tan dulce des­de su escondite que todos los invitados se quedaron inmóviles para escuchar­lo boquiabiertos. Embelesado, el monarca ofreció llenar el regazo del invisible cantante con piedras preciosas si daba un paso ade­lante y revelaba su identidad.
Barbad bajó del árbol y presentó sus más humildes respetos al rey, diciéndole que era su devoto es­clavo y que su único deseo era cantar para él.
El plan funcionó y, a partir de entonces, sustituyó a Sarkash en la corte del rey y, con el paso del tiempo, logró una enorme fama como el mejor de todos los trovado­res de la corte.

0.084.4 anonimo (persia)

Tomas de erceldoune

Tomás el Poeta, también conocido como Tomás el Sincero, fue una figura muy popular del folclore escocés, basada en el personaje histórico Thomas Learmont, un terrateniente del siglo XIII. Cuenta la leyenda que la reina de los elfos le concedió el don de decir siempre la verdad.

Tomás estaba descansando en el borde de un ba­rranco cuando vio a una mujer que cabalgaba en su dirección. Era tan hermosa que, cuando se acercó, le preguntó si era la reina de los cielos.
No -contestó-, soy la reina del país de los ellos. 
-Lue­go explicó que había venido para llevárselo a vivir con ella du­rante siete años, y que si él la besaba quedaría completamente encandilado.
Tomas se subió a toda prisa a lomos del caballo de la reina, y los dos colaron como el ciento has­ta llegar a un aromático jardín. Tomás deseaba comer algunas frutas, pero la reina de los el­fos le advirtió que contenían las plagas de todo el género humano y, a cambio, le ofre­ció pan y vino. Cuando ter­minó de comer, la reina le in­dicó los tres caminos que se podían tomar desde el jardín.
El primero, que serpen­teaba en medio de espinosos zar­zales, era el camino de la rectitud; el segundo, que recorría un campo de lirios, era el camino de la debilidad, y el tercero conducía a la tierra de los elfos. Pero antes de tomarlo, la reina le advirtió que no dijera una palabra mientras estuviese en su país o, de lo contrario, no podría regre­sar a su propia tierra.
Viajaron durante cuarenta días y cuarenta noches an­tes de llegar al jardín de la reina de los elfos y, una vez allí, ésta le ofreció una manzana que, una vez ingerida, evitaría que di­jera nunca una mentira cuando volviera a casa.
Tomas acabó quedándose en la tierra de los elfos durante siete años y, cuando regreso a su hogar, logró una gran reputa­ción como profeta, ya que todas las predicciones que llevaba a cabo se cumplían.

0.083.4 anonimo (edad media)

Los relatos de edric el salvaje

La resistencia sajona frente a la conquista normanda dio lugar a numerosas leyendas por toda Inglaterra, entre las que cabe destacar las de la saga de los Fen de Hereward el Proscrito. En la frontera galesa otro noble despojado de sus tierras se levantó en armas contra los invasores.

En la vida real, Edric fue un noble sajón que se rebeló en contra de los normandos para defender sus tie­rras en Shropshire y Herefordshire. Tras liderar una campaña contra los invasores, se ganó los apodos de «Edric de los Bosques» y «Edric el Salvaje». Cuenta la historia que, tras tres años de lucha, logró alojarse con el rey Guiller­mo, y que incluso lo acompaño a una batalla en Escocia. Pero el acuerdo no fue duradero, ya que el Domesday Book (registro catastral compilado en Inglaterra en el año 1086) indica que acabó perdiendo la mayoría, si no todas, sus tierras.
Más tarde, la historia se olvidó de él, aunque la leyenda ha mantenido viva su memoria. Los cronistas medievales cuen­tan que, mientras estaba perdido en el bosque una noche, rap­tó a un hada, pero la perdió años más tarde al romper la pro­mesa de no hablar nunca de sus orígenes sobrenaturales. Tam­bién se dice que no murió, sino que vivió junto a sus hombres en las minas de plomo de Shropshire, y que estaba siempre dis­puesto a luchar cuando Inglaterra lo necesitaba. Otra historia cuenta incluso que legó su espada a un enorme pez, el cual se dejaba ver de vez en cuando en el lago Bowmere Pool, cercano a Shrewsbury, con el arma amarrada a un lado.

0.083.4 anonimo (edad media)

Las reivindicaciones de una esposa fiel

Uno de los relatos que recoge Giovanni Boccaccio en su Decamerón narra la venganza de una esposa hacia el hombre que había puesto en duda su fidelidad. Y, a pesar de que tardó varios años en demostrarlo, cuando lo logró fue un momento muy dulce.

Un día en que Bernabó de Génova alardeaba de la fidelidad de su esposa Zinevra, un mercader amigo suyo, llamado Ambrogiuolo, se apostó 5.000 florines a que sería capaz de seducirla, alegando que no existía ninguna mujer casta. Al poco, lo enga­ñó diciéndole que había ganado la apuesta. En realidad, había logrado entrar en sus aposentos escondido en un baúl y, apro­vechando que la esposa estaba dormida, se había fijado en deta­lles de la habitación y de sus encantos para convencer a Berna­bó de que realmente su mujer le había sido infiel. Furioso, éste pagó la apuesta dio órdenes de que su esposa fuera asesinada.
Sin embargo, el criado encargado de llevar a cabo la eje­cución era muy bondadoso y, en lugar de matarla, la dejó esca­par. Disfrazada de chico, la desconsolada mujer se dirigió a Egipto y prestó servicios al sultán hasta lograr un puesto de autoridad en la corte.
Varios años después, el traidor Ambrogiuo­lo llego a Egipto en una expedición comercial. Al reconocer algunas de sus pertenencias entre las mercancías del mercader, Zinevra le sonsa­có la historia de su hipócrita comportamiento. Más tarde, mediante una estratagema para atraer a Bernabó desde Italia, reunió a los dos hombres ante el sultán y, bajo amenaza de Tor­tura, obligó a Ambrogiuolo a contar la verdad.
Bernabó quedó abatido por su sentimiento de culpa y se lamentó del horrible mal que le había causado a su esposa, pero en el momento en que Zinevra reveló su verdadera iden­tidad, los dos se reconciliaron.
En cuanto al malvado Ambrogiuolo, el sultán lo con­denó a sufrir una muerte horrible: cubierto de miel y atado a un poste bajo el sol, rodeado de moscas y mosquitos.

0.083.4 anonimo (edad media)

Las cartas de alejandro a aristóteles

Las hazañas de Alejandro Magno sirvieron de inspiración a toda una serie de narraciones que alcanzaron gran popularidad en la Europa medieval. Algunos de los relatos más exóticos se presentan en forma de las cartas que Alejandro escribió a su tutor, el célebre filósofo Aristóteles.

Una de las misivas de Alejandro describe cómo, durante una visita a una región lejana, el ejér­cito del general vio una gran ciudad que pare­cía flotar en el aire, ya que había sido erigida por encima de los juncos que abarrotaban la ribera del río. Cuando probaron el agua, tenía un sabor nauseabundo y algu­nos de los hombres que intenta-ron bañarse en él fueron devo­rados por reptiles.
Más tarde, sedientos tras llevar acabo una larga marcha, se encontraron con un lago de agua dulce y decidieron acampar junto a él. Esa noche, aparecieron escorpiones y serpientes con cuernos del tamaño del antebrazo de un hombre que atacaron a los soldados. Por si fuera poco, feroces bestias acudieron a beber al lago, entre las que había unos animales con un aliento hedion­do y rostro de mujer, pero con mandíbulas y colmillos de perro.
Durante otra campaña, en la India, a Alejandro se le mos­tró un jardín sagrado rebosante de arboles parlantes. Mientras él y sus hombres permanecían en el centro del jardín, observaron cómo uno de los árboles, consagrado a un dios del sol llamado Mitora, hablaba tres veces al día, y cómo otro, el árbol de un dios de la luna llamado Mayosa, hablaba dos veces. Al atardecer, Alejandro oyó las palabras que salían del primer árbol, pero como se expresó en el idioma local, tuvo que acudir a un sacerdote para que le recelara lo que había dicho el oráculo. Le advirtió que muy pronto sería asesinado a manos de sus propios hombres.
Esa misma noche volvió al recinto, poco antes de que el árbol de la luna comenzara a hablar, y no se vio defraudado. Una profunda voz que emergía del árbol reveló nuevas y ate­rradoras noticias, en concreto que Alejandro iba a morir en Babilonia, lejos de su hogar. En realidad, los dioses estaban en lo cierto, ya que se enfrentaría a un amotinamiento que lo obligó a retirarse de la India, y en el año 323 a. C. Alejandro murió en Babilonia, aunque a consecuencia de unas fiebres, y no por una traición.

0.083.4 anonimo (edad media)

La valia de hynd horn

Si bien existían relatos que hablaban de un amor que traspasaba las distintas clases sociales, la mayoría de los romances tenían lugar entre personas del mismo estatus social. No obstante, en muchos relatos un caballero buscaba la gloria para ser merecedor de su amada.

Aunque noble de nacimiento, Hynd Horn no era rico y trabajaba como sirviente en la corte del rey. Un día, la hija del rey reparó en él y quedó a prendada, por lo que le rogó que se casara con ella a lo que él contesto que no era lo bastante rico como para contraer matrimonio con una princesa, y que sólo aceptaría si su padre, el rey, le nombraba caballero.
La joven convenció a su padre y, en cuanto Hynd Se con­virtió en caballero, le volvió a insistir para que se casara con ella.
Sin embargo, en esta ocasión, él alegó que primero debería demos­trar su valor en un combate, antes de ser merecedor de su mano.
Antes de partir, la princesa le entregó un anillo especial y le advirtió que, si perdía su brillo, querría decir que otro hom­bre la había hecho su esposa. Hynd viajó durante siete años por países extranjeros, comprobando el anillo con frecuencia, has­ta que un día notó que se había ennegrecido.
Mientras volvía a su hogar a toda prisa, se encontró con un mendigo, que le contó que la princesa se había casado hacía nueve días, pero que se había negado a acostarse con su marido hasta tener noticias de Hynd Hurn. Tras enterarse de la noticia, éste sustituyó su rico ro­paje por los harapos del mendigo y se dirigió al palacio donde residía la pareja.
En la puerta, pidió que la propia esposa le sirviera un trago. La mujer le llevó una copa y, después de apurarla, dejó caer el anillo en su interior. Ella le preguntó que quien le había en­tregado el anillo y él le contesto que había sido ella misma, hacía ya mucho tiempo. En ese mo­mento, la princesa lo reconoció y abandonó a su esposo para huir junto a Hynd Horn.

0.083.4 anonimo (edad media)

La tragedia de raúl de cambrai

La leyenda del caballero francés Raúl de Cambrai, quien fue despojado de niño de su herencia por el hijo de Carlomagno, Luis I, es uno de los episodios más populares de la colorida obra épica francesa de finales del siglo XII, Los cuatro hijos de Aymon.

El conde de Cambrai murió cuando su esposa, Aalais, estaba embarazada de su hijo Raúl Luis in­tentó forzar a Aalais a contraer matrimonio con Gibouin le Manceau, pero ella se negó. Furioso, el rey se adueñó de toda la herencia de Raúl y se la entregó a Gibouin a perpetuidad.
Raúl creció hasta convertirse en un hábil caballero y en uno de los miembros favoritos de la corte, pero, un día, dos hermanos pequeños murieron bajo su supervisión y, aunque no iba a ser culpado de ello, su orgullo no le permitió contarlo, por lo que el padre de los niños, Ernaut de Douai, al enterarse, le declaro una eterna enemistad.
Raúl presionó a Luis I para recuperar su herencia, pero el rey se negó, ofreciéndole a cambio las tierras de¡ siguiente caballero que falleciera. Raúl aceptó estas condiciones, aunque la actitud de ambos no fue precisamente caballerosa.
Muy pronto falleció Herbert de Vermandois dejando a cuatro hijos mayores, de los cuales uno era el padre de Ber­nier, el escudero de Raúl. Éste exigió que Luis I cumpliera su promesa y el rey aceptó, pero con la condición de que ganara la tierra en una batalla.
Tanto Bernier como Aalais intentaron disuadirle de oca­sionar a otro el mal sufrido por él mismo, pero éste no atendió a razones y, tras una acalorada discusión con su madre, el orgulloso Raúl acudió a caballo completamente armado a las tierras de Ver­mandois. Bernier llegó a las manos con Raúl, pero huyó, herido, al campamento de su padre. Más tarde, Raúl luchó contra su eter­no enemigo, Ernaut de Douai, y contra Bernier. Mientras los tres luchaban, Raúl declaro que Dios no podría salvar a Ernaut, una blasfemia que marcó su destino, ya que fue asesinado por Bernier. Su cuerpo fue llevado con gran dolor de vuelta a casa.

0.083.4 anonimo (edad media)

La lucha de una mujer por hacer justicia

Una popular leyenda inglesa relata cómo una mujer hizo causa común con su pueblo. En una época en la que las mujeres disponían de escasa influencia política, tuvo que recurrir a la única arma a su disposición: su belleza.

En realidad, lady Godiva (para ser más exactos, God­gifu o «Regalo de Dios») existió, aunque no se ha encontrado ningún testimonio de su estancia en la ciudad de Coventry, por la que se hizo famosa. De hecho, el primer registro del evento aparece en la crónica de Ro­ger de Wendover, escrita más de un siglo y medio des­pués, y sitúa el suceso en el año 1057.
Según el relato de Roger, Godiva no de­jaba de insistir a su marido, el conde Leofric de Mercia, para que bajara los impuestos a los habitantes de Coventry, don­de ambos habían funda­do un monasterio en 1043. Cansado de sus incesantes ruegos, finalmente le dijo que cumpliría su deseo, con la condición de que cabalgara desnuda por el atestado mercado de la ciudad. Sin duda, su única intención era acallarla de una vez, pero juzgó mal a su esposa, ya que, llegado el momento, llevó a cabo lo que su esposo le había pedido, inten­tando cubrir su desnudez con su larga melena al viento.
El hecho de que ordenaran a los hombres de la ciudad que per­manecieran en sus casas con los postigos cerrados durante el pa­seo a caballo se añadió posterior­mente, y cuenta la leyenda que uno de los habitantes, Peeping Tom, desobedeció la orden y se quedó ciego debido a su descaro. Sin embargo, exis­ten pruebas de que los habitan­tes de Coventry pagaban realmente impuestos muy bajos a principios de la Edad Media, y de acuerdo con un documento datado a finales del siglo XIII, el único impuesto vigente era el que se aplicaba a los caballos.

0.083.4 anonimo (edad media)

La comadreja y el bebé

Los bestiarios pretendían analizar el comportamiento animal en busca de valores morales humanos equivalentes. En numerosos relatos populares se establecieron paralelismos emocionales entre los seres humanos y los animales, como muestra este relato galés acerca de una comadreja.

La fascinación medieval por los animales se expresaba también mediante fábulas, un subgénero literario muy popular en aquella época. Geoffrey Chaucer incluyó el relato del ufano gallito Chanticleer, cuya vanidad hizo que acabara en las fauces de un zorro, en sus célebres Cuentos de Canterbury. Los zorros eran los antihéroes favoritos y, como tales, protagonizaron infinidad de cuentos por toda Europa. Muchas de las mejores historias se reco­gieron en la obra satírica titulada Ronan de Renart, realiza­da en Francia en el siglo XIII, si bien reúne material popular que data de una época muy anterior.
Gran parte del atractivo de Reynard reside en sus cómicas travesuras, basadas en el uso de un ávido genio para sacar el mayor partido de sus adversarios. Sin embargo, el compilador del Roman enmarca los cuentos en un supuesto juicio frente al Consejo de los Animales, estableciendo así un escenario para toda una serie de críticas satíricas de la sociedad de la época.
Con respecto a la astucia, el único rival del zorro era la comadreja, aunque por aquel entonces se consideraba vene­nosa. Sin embargo, como muestra un relato medieval, podía mostrar también emociones humanas. De acuerdo con Gerald de Gales, un día, un hombre encontró en su casa un nido de comadreja en el interior de un abrigo de piel de cordero y, con sumo cuidado, lo sacó con la cría de la comadreja aún en su interior. Cuando la madre regresó y comprobó que su cría ha­bía desaparecido, decidió vengarse, así que se dirigió a la jarra de leche del hijo del hombre y, de pie sobre sus patas traseras, echo veneno en su interior.
El hombre, al ver lo que hacía la comadreja, se apresuró a dejar el abrigo de piel de cordero en su lugar. Cuando la coma­dreja vio que su cría no había sufrido ningún daño, dio un grito de alegría, corrió hacia la jarra y la tiro para verter todo su conte­nido. Además, en señal de gratitud, prometió que se encargaría de que el bebé humano no sufriera nunca ningún daño.

0.083.4 anonimo (edad media)

El misterioso caballero del cisne

En su lecho de muerte, el duque de Brabante dejó a su hija Elsa al cuidado de un temido caballero llamado Frederick, que deseaba convertirla en su esposa. Ella se negó, pero Frederick logró que el emperador le permitiera lograr su mano con pleno derecho, siempre y cuando derrotase al guerrero que Elsa eligiese...

Por más que lo intentaba, la hija del duque no encon­traba a nadie que estuviera dispuesto a enfrentase a Frederick. Sin embargo, su desdicha provocó que de forma mágica sonara una campana en la bendita tie­rra del Santo Grial. El sonido de la campana atrajo a Lohen­grin, el hijo del guardián del Santo Grial, quien acudió en ayu­da de la joven.
Cuando se disponía a montar en su caballo para partir, vio a un cisne en el río que tiraba de una pequeña embarcación, y de inmediato supo que era para él. Llegó el día del combate en Brabante y, a no tener rival, Fredecick se disponía a reclamar a Elsa, pero un pequeño barco transportado por un cisne apa­reció en la ribera del río, con Lohengrin durmiendo en su inte­rior. Al despertarse, saltó a la orilla y el cisne se alejó nadando.
Lohengrin luchó contra Fredeeick y logró matarlo, tras lo cual Elsa se le ofreció como esposa, entregándole también sus tierras. El joven aceptó con la única condición de que ja­más le preguntara de dónde venía.
vivieron felices durante varios años, pero después de que Lohengrin le rompiese el brazo a un caballero en un torneo, la esposa comenzó a preguntarle sobre su pasado. Cuando Elsa lo supo, lloró noche tras noche hasta que se atrevió a pregun­tar a Lohengrin de dónde venía. El se lo contó, pero el día si­guiente el cisne se lo llevó.

0.083.4 anonimo (edad media)

El flautista de hamelín

El 26 de junio de 1284 un extranjero ataviado con coloridos ropajes se acercó a los representantes de la ciudad de Hamelín, situada en la región de Brunswick, y se ofreció para solucionar un problema que les estaba creando innumerables dificultades: una plaga de roedores había infestado sus des-pensas y sótanos.

Los habitantes de la ciudad aceptaron la oferta del ex­tranjero, de modo que comenzó a tocar la flauta de calle en calle, hipnotizando a los roedores para que fueran detrás de su música. Luego se los llevó a un río cercano, en el que todos se ahogaron.
El consejo de la ciudad quedó muy satisfecho al librarse de la plaga, pero se negó a recompensar al flautista por sus servicios. Así que, algún tiempo después, el misterioso músico volvió a la ciudad para llevar a cabo una horrible venganza, Una vez más, tocó su flauta, aunque esta vez entonando una melodía distinta, que provocó que todos los niños de la ciudad lo siguieran hasta una colina llamada Koppen, en la que los niños y el flautista de­saparecieron por sus laderas para siempre jamás.
La leyenda se consolidó de tal forma en Hamelín a fina­les de la Edad Media que los concejales fecharon documentos «en el año de la trans-migración de los niños» y prohibieron que los músicos tocaran por las calles. Los historiadores sugieren que puede que este suceso se confundiera en la memoria po­pular con la verdadera migración que tuvo lugar de Sajonia a Hungría, o incluso con la cruzada de los niños de 1212, durante la cual miles de niños partieron del valle del Rin para liberar Tierra Santa; muchos de ellos murieron de inanición o fueron vendidos como esclavos y, al igual que los niños de Hamelín, nunca volvieron a casa.

0.083.4 anonimo (edad media)

El cid y el leproso

Conservada en multitud de romances y crónicas medievales, la leyenda del Cid se inspiró en la vida del noble del siglo XI Rodrigo Díaz de Vivar. La generosidad del Cid ante un mendigo que encuentra en su camino es uno de los numerosos episodios que ponen de manifiesto la piedad y caballerosidad de tan célebre personaje.

El gran Cid galopaba a la cabeza de una compañía formada por veinte caballeros, con destino al san­tuario de Santiago para rendirle honores al santo
Al encontrarse a un leproso por el camino, que con voz débil demandaba caridad cristiana, detuvo su caballo, desmon­tó y ayudó al pobre hombre a ponerse de pie. Acto seguido, lo colocó en la silla de montar, se subió al caballo , y galopó junto a él compartiendo su propia montura.
Más tarde, se detuvieron en una posada para pasar allí la noche. Don Rodrigo tuvo que insistir para que permitieran la entrada al leproso, pero pudo incluso sentarlo a su mesa para co­mer. Cuando al final del día se encendieron las velas, el Cid condujo al leproso a su ha­bitación y allí compartió su cama con él.
En la oscuridad de la noche, el ca­ballero cristiano se despertó sobresaltado y sintió una fría respiración entre sus hombros. Saltó de la cama y pidió que encendieran las luces de la estancia; pero cuando se hizo la luz, no había rastro del leproso en la habitación.
Entonces, el gran guerrero cayó de rodillas al ver una aparición que resplan­decía con la luz del cielo. El espectro se presentó como Lázaro, el mismo que fue resucitado por el propio Jesucristo. Había ad­quirido la apariencia del leproso, cuyo sufrimiento el Cid había alviado el día anterior, y vaticinó un fantástico futuro para el guerrero, una muerte honorable y una vlda eterna en el paraíso. La visión entonces desapareció y, durante el resto de la noche, don Rodrigo permaneció de rodillas rezando a la Virgen María y a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

0.083.4 anonimo (edad media)

Bradamante y ruggiero

En Orlando furioso, de Lodovico Ariosto, la casta Bradamante, que cabalgaba como la virgen guerrera vestida con una armadura blanca, se ganó el corazón del paladín pagano Ruggiero, aunque su romance estuvo plagado de no pocos avatares.

Se decía que Ruggiero era descendiente de Héctor de Troya. Tras ser cuidado durante su infancia por una leona, era pupilo del mago Atlas, quien lo protegía de todo peligro, dado que una profecía había augu­rado su prematura muerte.
Bradamante liberó a Ruggiero del castillo de Atlas, creado mediante conjuros, pero el mago lo volvió a recuperar montado en un hipogrifo, un caballo alado con cabeza de grifo. Más tarde, volvió a ser liberado por un caballero y viajó a lo largo y ancho del mundo, aunque Atlas siempre intentaba re­cuperarlo para ponerlo a salvo.
Un día, en un claro del bosque, Ruggiero se encontró a un gigante y a un caballero que luchaban. El gigante abatió a su oponente y, cuando se disponía a darle muerte, el casco del caballero se soltó y Ruggiero pudo comprobar que el pa­ladín caído no era otro que su amada Bradamante. Cuando avanzó para salvarla, el gigante la le­vantó, se adentró en el bosque con el caba­llero al hombro y condujo a Ruggiero a un castillo encantado, en el que éste buscó a su amada sin éxito, ya que Atlas se había vuelto a salir con la suya: la doncella parecida a Bradamante y el castillo habían sido fruto de su magia.
Llegó un día en el que la verdadera Bradamante se di­rigió al mismo claro del bosque y Atlas utilizó un fantasma con la apariencia de Ruggiero para atraer a la virgen guerrera a su guarida, quien, sin éxito, intentó buscar a su amado. Cuando se libraron del conjuro, Bradamante y Ruggiero se abrazaron apasionadamente. El caballero se convirtió al cris­tianismo para obtener su mano, y, finalmente, la pareja con­trajo matrimonio en la corte de Carlomagno, donde se eri­gieron espléndidos pabellones y los campos se decoraron con hermosas guirnaldas.

0.083.4 anonimo (edad media)

Un banquete digno de un rey

Eran escasos los mogoles que se atrevían a matar a una serpiente por miedo a ofender a su gran maestro el dragón. Pero el águila, la sirena de las aves, no tenía tales escrúpulos. La insólita preferencia del águila por la carne de serpiente se explica en el siguiente mito, uno de los más antiguos.

Poco después de que el mundo fuera creado, el dios supremo, Mongke Tengii, envió a la golondrina y a la avispa para descubrir qué carne era la más dulce e idónea para un rey. Mientras que la segunda tra­bajaba sin descanso, probando con su aguijón cada criatura con la que se encontraba, la despreocupada golondrina volaba sin rumbo por el claro cielo azul, admirando las bellezas del mun­do recién creado.
Justo antes de lapuesta del sol, la avispa se volvió a reunir con la golondrina en el cielo. Cuando esta última pregunto si había encon-trado la carne más dulce, la avispa contestó que la carne humana era la que tenía mejor sabor. La golondrina quedó horrorizada. Durante todo el día, había observado a hombres y mujeres cuidando de su ganado, atendiendo a sus familias y ca­zando en el bosque y en las estepas, y si de verdad estas criaturas iban a convertirse en la presa de los pájaros, nunca prosperarian.
Cuando estaban de vuelta en el cielo, la golondrina se abalanzó sobre la avispa y le arrancó la lengua de cuajo. Cuan­do Mongke Tengri pidió ser informado, el insecto no pudo ha­cer otra cosa que zumbar, y cuando el dios supremo se dirigió a la golondrina, ésta recordó a la criatura más diabólica e inútil que había contemplado durante su día de exploración, y con­testó: «la serpiente».
Mongke Tengri asintió con la cabeza, convocó al águi­la y la envió a la Tierra con las Instruccioncs de la astuta golondrina. Y ése es el motivo por el que la reina de las aves mata serpien­tes siempre que puede, aunque tenga suficiente poder como para alimen­tarse cada día de la carne, mucho más dulce, de las liebres v las cabras.

0.088.4 anonimo (mongolia)

La quema del libro amarillo

Los chamanes tenían numerosas obligaciones, entre las que cabe destacar la de adivinar el futuro. En Mongolia, una de las técnicas adivinatorias más comunes era la escapulomancia, esto es, la interpretación de las escápulas de una oveja. Un mito explicaba el origen de dicha práctica.

En los primeros tiempos, antes incluso de que llega­ran los chama-nes a Mongolia, vivía un rey-, propie­tario de un maravilloso libro amarillo, que tenía el don de la adivinación. Cada vez que se cometía un delito, lo único que tenía que hacer era abrir el libro para descubrir el nombre a la procedencia del villano.
Es lógico, pues, que el rey contara con los cortesanos y los soldados más leales del mundo. Incluso cuando los posibles pretendientes los sobornaban para que revelaran donde había escondido su soberano a su hermosa hija, rechazaban los so­bornos, pues sabían que el libro los delataría.
Sin embargo, un día, un astuto y joven pretendiente llamado Tevne encontró la forma de engañar al libro. Atrajo a una vieja criada de la corte a un lugar en el que había cavado un profundo hoyo, la obligó a introducirse en él, prendió fuego en la parte superior y colocó un recipiente con agua sobre el fue­go. Hablando a través de una larga tubería de hierro, que intro­dujo en el hoyo a través del recipiente, le dijo a la aterrorizada mujer que solo la dejaría en libertad si le decía como podía en­contrar a la princesa. Una vez que obtuvo respuesta, Tevne acudió a palacio y cortejó a la princesa, a quien fue capaz de re­conocer entre la veintena de doncellas, vestidas con idénticos ropajes, que conformaban el séquito real.
Cuando el rey supo que un embaucador se había gana­do el corazón de su hija fue en busca del libro amarillo, pero lo único que éste le dijo fue que había sido traicionado por un hombre que tenía una tubería de hierro en lugar de cuerdas vocales, los pulmones llenos de agua, un cuerpo de fuego y nalgas de barro. Furioso, el rey quemó el libro y sus poderes mágicos pasaron a la oveja, que se comió sus cenizas. A partir de entonces, los chamanes, que podían leer las señales con la ayuda del gran dios del fuego, pudieron revelar lo desconocido y predecir el futuro quemando las escápulas de las ovejas.

0.088.4 anonimo (mongolia)