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miércoles, 13 de marzo de 2013

El orfebre y la cantante

Persia contaba con uno de los corpus de cuentos populares mayores del mundo, que generaciones de narradores profesionales reunieron y adaptaron en compilaciones o naqqal. La más importantees Las mil y una noches, obra que dio a conocer el legado persa por todo el mundo.

Uno de los relatos más famosos narra la historia de la búsqueda de un amante que acaba felizmente gracias a la inge­nuidad de su pretendiente. Una vez, un orfebre persa vio a la chica de sus sueños pintada en la pared de la casa de un amigo, y supo por el pintor que la modelo era una cantante del harén de un visir del rey de Cachemira. Tras viajar a la India, pronto supo dónde vivía la cantante, así como una peculiaridad del rey, quien, debido al miedo que sentía por la brujería, dejaba que las brujas sospechosas mu­rieran de hambre en el interior de una fosa situada en el exterior de los muros de la ciudad.
El orfebre decidió poner en práctica sus co­nocimientos y, equipado con una escalera de cuer­da y garfios, esperó a que llegara una noche de tormenta para entrar en el palacio del visir. Una vez en el interior, se dirigió al harén donde, entre todas las bellezas allí reu­nidas, no tuvo ninguna dificultad en reconocer a su amada. Sin embargo, no hizo intento alguno por raptarla, sino que, por el contrario, sacó un cuchillo y le profirió un corte en el muslo. La joven se des­pertó horrorizada, pensando que el intruso era un ladrón, y le rogó que se llevara sus joyas pero que le perdonara la vida.
El orfebre aceptó y, a la mañana siguiente, se vistió con los ropajes de un respetable viajero y se presentó ante el palacio real para implorar una audiencia con el rey. Tras realizar las reverencias oportunas ante el monarca, le presentó las piedras pre­ciosas de la joven, alegando que le habían atacado unas brujas en el exterior de las puertas de la ciu­dad la noche anterior y que había luchado contra ellas, una de las cuales había resultado herida en el muslo. Le contó también que, tras su huida, una de ellas se había dejado un joyero, que ahora presentaba al soberano a modo de obsequio.
Al hurgar en su interior, el rey encontró joyas que había entregado a su visir, quien rápidamente iden­tificó a la propietaria como la cantante. Tras ser convo­cada, se descubrió que tenía una herida exactamente en el lugar donde el viajero había herido a la bruja, por lo que el rey no necesitó más pruebas para dictaminar la culpabili­dad de la joven, a la que condenó a ser arrojada a la fosa de cas­tigo, tal como esperaba el orfebre. Ahora ya sólo faltaba que el pretendiente sobornara al guardián del foso y huyera junto a su amada para vivir una nueva vida llena de felicidad.

0.084.4 anonimo (persia)

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