Persia contaba con uno de los corpus de
cuentos populares mayores del mundo, que generaciones de narradores
profesionales reunieron y adaptaron en compilaciones o naqqal.
La más importantees Las mil y una noches,
obra que dio a conocer el legado persa por todo el mundo.
Uno de
los relatos más famosos narra la historia de la búsqueda de un amante que acaba
felizmente gracias a la ingenuidad de su pretendiente. Una vez, un orfebre
persa vio a la chica de sus sueños pintada en la pared de la casa de un amigo,
y supo por el pintor que la modelo era una cantante del harén de un visir del
rey de Cachemira. Tras viajar a la India, pronto supo dónde vivía la cantante,
así como una peculiaridad del rey, quien, debido al miedo que sentía por la
brujería, dejaba que las brujas sospechosas murieran de hambre en el interior
de una fosa situada en el exterior de los muros de la ciudad.
El
orfebre decidió poner en práctica sus conocimientos y, equipado con una
escalera de cuerda y garfios, esperó a que llegara una noche de tormenta para
entrar en el palacio del visir. Una vez en el interior, se dirigió al harén
donde, entre todas las bellezas allí reunidas, no tuvo ninguna dificultad en
reconocer a su amada. Sin embargo, no hizo intento alguno por raptarla, sino
que, por el contrario, sacó un cuchillo y le profirió un corte en el muslo. La
joven se despertó horrorizada, pensando que el intruso era un ladrón, y le
rogó que se llevara sus joyas pero que le perdonara la vida.
El
orfebre aceptó y, a la mañana siguiente, se vistió con los ropajes de un
respetable viajero y se presentó ante el palacio real para implorar una
audiencia con el rey. Tras realizar las reverencias oportunas ante el monarca,
le presentó las piedras preciosas de la joven, alegando que le habían atacado
unas brujas en el exterior de las puertas de la ciudad la noche anterior y que
había luchado contra ellas, una de las cuales había resultado herida en el
muslo. Le contó también que, tras su huida, una de ellas se había dejado un
joyero, que ahora presentaba al soberano a modo de obsequio.
Al
hurgar en su interior, el rey encontró joyas que había entregado a su visir,
quien rápidamente identificó a la propietaria como la cantante. Tras ser convocada,
se descubrió que tenía una herida exactamente en el lugar donde el viajero
había herido a la bruja, por lo que el rey no necesitó más pruebas para
dictaminar la culpabilidad de la joven, a la que condenó a ser arrojada a la
fosa de castigo, tal como esperaba el orfebre. Ahora ya sólo faltaba que el
pretendiente sobornara al guardián del foso y huyera junto a su amada para
vivir una nueva vida llena de felicidad.
0.084.4 anonimo (persia)
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