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miércoles, 13 de marzo de 2013

El triunfo del amor

La parte central del Shahnameh comienza con la historia de Zal, padre de Rustam, héroe iraní supremo. El amor de Zal por la hija de un soberano de un pueblo vecino proporcionó a la obra uno de sus idilios románticos más apasionados.

El nacimiento de Zal se consideró un mal augurio, ya que llegó al mundo con el pelo blanco como la nieve. Culpando a un espíritu maligno, su padre Sam lo rechazó y lo abandonó en las montañas de Elburz, donde fue rescatado por el Simurgh, un ave mí­tica de enorme tamaño que lo crió junto a su propia nidada. Zal se convirtió en un chico fuerte y apuesto, y, finalmente, su supervivencia llegó a oídos de su padre, que en aquella época era el soberano del reino de Sistán, situado al este de Irán. Arre­pentido de su locura, dio la bienvenida a su hijo y lo convirtió en su heredero.
La princesa Rudabeh igualaba con su belleza la honra­dez de Zal, y los dos se enamoraron, antes incluso de conocer­se, si bien, su encuentro no fue fácil. El padre de la joven, Mehrab, era rey del estado vecino de Kabulestan y, aunque acep­taba la autoridad suprema de Sam, lo hacía a regaña­dientes, y lo que es aún peor, pertenecía al lina­je de Zahak, el más odiado de los primeros reyes de Irán, que tenía, por costum­bre llevar una serpiente en cada hombro.
Así que, cuando Zal visitó Kabulestan, decidió montar su campa­mento al otro lado del río de la capital de Mehrab en lugar de acep­tar la hospitalidad del sobe­rano. Rudabeh fue recluida en las dependencias para mujeres del palacio de su padre, ya que el protocolo no permitía a Zal reunirse con su amada.
Pero las damas de compañía de la princesa encontraron una forma de propiciar el encuentro. Un día fueron a relajarse a la ribera del río y, tras ver una oportunidad de romper el hie­lo, Zal agarró su arco y, disparó una flecha a un pájaro que sola­ba por allí, que fue a caer junto al lugar en el que las mujeres se encontraban reunidas. La princesa envió a miembros del séqui­to para que recuperaran la presa y, al poco tiempo, el grupo comenzó a ensalzar a su amo. Zal envió joyas a la princesa y se organizó un encuentro secreto.
Aunque en un principio sus padres se opusieron al en­lace, la pasión de los amantes logró vencer todos los obstácu­los. Y así, la pareja contrajo matrimonio en medio del júbilo general y todos los testigos estuvieron de acuerdo en que era la parda más bella que había ocupado un trono.

0.084.4 anonimo (persia)

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