Los bestiarios pretendían analizar el
comportamiento animal en busca de valores morales humanos equivalentes. En
numerosos relatos populares se establecieron paralelismos emocionales entre los
seres humanos y los animales, como muestra este relato galés acerca de una
comadreja.
La
fascinación medieval por los animales se expresaba también mediante fábulas, un
subgénero literario muy popular en aquella época. Geoffrey Chaucer incluyó el
relato del ufano gallito Chanticleer, cuya vanidad hizo que acabara en las
fauces de un zorro, en sus célebres Cuentos
de Canterbury. Los zorros eran los antihéroes favoritos y, como tales,
protagonizaron infinidad de cuentos por toda Europa. Muchas de las mejores
historias se recogieron en la obra satírica titulada Ronan de Renart, realizada en Francia en el siglo XIII, si bien
reúne material popular que data de una época muy anterior.
Gran
parte del atractivo de Reynard reside en sus cómicas travesuras, basadas en el
uso de un ávido genio para sacar el mayor partido de sus adversarios. Sin
embargo, el compilador del Roman
enmarca los cuentos en un supuesto juicio frente al Consejo de los Animales,
estableciendo así un escenario para toda una serie de críticas satíricas de la
sociedad de la época.
Con respecto
a la astucia, el único rival del zorro era la comadreja, aunque por aquel
entonces se consideraba venenosa. Sin embargo, como muestra un relato
medieval, podía mostrar también emociones humanas. De acuerdo con Gerald de
Gales, un día, un hombre encontró en su casa un nido de comadreja en el
interior de un abrigo de piel de cordero y, con sumo cuidado, lo sacó con la
cría de la comadreja aún en su interior. Cuando la madre regresó y comprobó que
su cría había desaparecido, decidió vengarse, así que se dirigió a la jarra de
leche del hijo del hombre y, de pie sobre sus patas traseras, echo veneno en su
interior.
El
hombre, al ver lo que hacía la comadreja, se apresuró a dejar el abrigo de piel
de cordero en su lugar. Cuando la comadreja vio que su cría no había sufrido
ningún daño, dio un grito de alegría, corrió hacia la jarra y la tiro para verter
todo su contenido. Además, en señal de gratitud, prometió que se encargaría de
que el bebé humano no sufriera nunca ningún daño.
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