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martes, 9 de octubre de 2012

El condor de oro

El Derrotero de Valverde contiene instrucciones detalladas de cómo encontrar un gran tesoro inca oculto en las montañas de Ecuador. Pero, a pesar de las copias exactas del documento original, lo cierto es que nadie ha sido capaz de encontrarlo.

En el año 1584, el joven soldado Juan Valverde se enamoró de una joven nativa, y juntos huyeron a la aldea natal de la chica, situada a gran altura en los Andes. Allí vivieron juntos, hasta que llegó una patrulla española, tres años más tarde. Valverde estaba aterro­rizado ante la posibilidad de ser capturado y ejecutado como desertor, y decidió volver a España, junto a su esposa. Con el fin de ayudarles a sufragar los gastos del viaje, los más ancianos de la aldea le dijeron que el general inca Ruminahui había es­condido una reserva de oro en las montañas. Valverde volvió con numerosos tesoros, entre los que había un cóndor de oro con ojos de esmeraldas y alas extendidas de plata, pero el jefe de la aldea dijo que el cóndor debía permanecer oculto hasta que los europeos fueran expulsados de los Andes. Así pues, se volvió a colocar en su sitio, pero, incluso sin él, Valverde tenía oro suficiente para ser rico.
Cuando regresó a España cargado con docenas de lingo­tes de oro, Carlos V le ordeno que revelara la fuente de su ri­queza o sería confiscada. El Derrotero de Valverde revela que el gran cóndor de oro se encuentra en un lago artificial de las monta­ñas Llanganuti. El camino hacia el lago se describe de forma detallada, pero hasta la fecha nadie ha sido capaz de encontrarlo.

0.081.4 anonimo (sudamerica)

El alimento de los dioses

De acuerdo con la leyenda, los indios de Tiahuanaco fueron los responsables del descubrimiento de la planta de coca, cuyas hojas han masticado los pobladores de los Andes durante siglos con objeto de aliviar el mal de altura.

Las hojas de coca se presentaban como ofrenda a los dioses y se uti­lizaban para adivinar el futuro. Se cree que la planta la des­cubrieron los indios de la gran ciudad de Tiahuanaco, situada en el extremo sur del lago Titicaca, en la llanura de Callao. Un día, los habitantes de esta ciudad viajaron más allá de las montañas y, cuando descubrieron valles fértiles, se esta­blecieron allí y quemaron la vegetación para disponer de tierras de cultivo. Pero el humo molestó a Khu­no, el dios de las nieves, quien prococó una tor­menta que obligó a los viajeros a buscar refugio en unas cuevas.
La tormenta destruyó todo cuanto tenían. Cuando uno de los hombres, movido por el ham­bre, probó las hojas de un arbusto de color verde que crecía por todos lados, se sintió con una energía renovada, por lo que compartió las ho­jas con los demás. Llenos de vigor, regresaron a Tiahuanaco, donde plantaron hojas de coca en abundancia.
Una historia cuenta cómo la planta de coca creció del cuerpo de una mujer que había sido asesinada por romper el corazón a un gran número de amantes. En otra, se hablaba de una madre que, tras perder a su hijo, empezó a vagar sin rumbo, pero al encontrase con una planta de coca descubrió que sus hojas podían aliviar su terrible dolor.

0.081.4 anonimo (sudamerica)

Taipan, la serpiente hechicera

En la mitología australiana, a la serpiente se le confiere un significado simbólico. Su mordedura podía ser mortal, pero sus sinuosos movimientos sugerían el acelerado impulso de la vida en pleno episodio de la creación.

Entre los wik kalkan de la península del cabo York, en el norte de Queensland, se cuenta el relato de la serpiente divina Taipán. En su condición de maga poderosa, podía tanto sanar a los enfermos como asesinar a los sanos a su antojo. No sólo era capaz de controlar la vida y la muerte humanas, sino también los elementos, de manera que los relámpagos destellaban y los truenos retumba­ban bajo sus órdenes.
Como esposas tenía a las serpientes de agua Uka y Tuk­nampa, así como a la mortífera víbora Mantya. De todas estas uniones, sólo nació un hijo, al que Taipán adoraba más que a todas las cosas.
Un día que el joven salió a cazar río abajo, se encontró con la serpiente de agua Tintauwa, esposa del lagarto de lengua azul Wala, y de inmediato se enamoró de ella. La ser­piente lo sedujo y huyeron juntos hacia el monte.
Wala persiguió entonces al hijo de Taipán y lo asesinó. El mago que­dó desolado ante semejante pérdida y tras convocar a todos los miem­bros de su familia, los embadurnó con la sangre de su hijo antes de en­viarlos a residir en la Tierra, en cuyas profundidades pronto se uniría a ellos. Entre tanto, envió a sus dos hermanas al cielo y les dijo que añadieran la sangre roja de su sobrino al resto de los colores del arco iris, en el que aún se puede contemplar el color más intenso del espectro del arco de la vida, que simboliza la sangre regenerativa de la mens­truación.

0.080.4 anonimo (australia)

Prestigio masculino

Los hombres de Melanesia ostentaban un alto estatus social que reforzaban llevando unas bolsas que, en su opinión, sólo contenían mitos sobre su origen.

Este sistema casi masónico era común en toda Melanesia y tuvo como resultado la aparición de sociedades secretas que actuaban como pelda­ños para el asenso social, así como depositarias de la sabiduría popular.
Rodeados de misterio, sus procedimientos iban acompañados de ela­borados rituales con una orientación espiritual que, no obstante, a menudo traían consigo períodos de caos y de libertinaje.
En las islas Banks, el prestigio masculino giraba en torno a la Suque, una sociedad secreta que incluía varias jerarquías. Un iniciado podía ser propuesto por su tío (a cambio de un cerdo), quien más tarde celebraba un banquete para los miembros de la Suque. Cada ascenso en la jerarquía suponía el pago de altas sumas y la celebración de elaborados banquetes, hasta que el estatus del miembro quedaba claro para todos.
Esta práctica queda, reflejada en un mito protagonizado por un héroe lla­mado Ganviviris v su benefactor, el espíritu del mar Ro Som. Éste fomentó a su protegido de forma tan excesiva que en un único banquete pudo ascender dos grados en la jerarquía de la sociedad Suque. Gracias a su ayuda, Ganviviris conti­nuó ascendiendo mediante el regalo de fantásticos cerdos, cuyos colmillos for­maban círculos perfectos. Sin embargo, una vez que alcanzó el estatus más alto, dirigió su mirada a otros miembros de la sociedad, a los cuales Ro Som le había prohibido que se acercara. Se produjo el desastre: uno de los banquetes de Ganvivi­ris quedo interrumpido por la llegada de una mujer embadurnada de tierra roja y con colas de cerdo en el cabello. Los hombres contemplaron horrorizados cómo la aparición se dirigía al hogar de Ganviviris. Apenas franqueó la puerta, los hombres fueron tras ella, pero había desaparecido. Ganviviris, incapaz de mantener su esta­tus, fue expulsado de la sociedad Suque y murió cinco días más tarde.

0.080.4 anonimo (australia)

Los primeros tasmanios

El origen de los seres humanos no se aborda en la mayoría de las tradiciones aborígenes. De hecho, mantenían una relación tan estrecha con la naturaleza que podían considerarse un elemento más del paisaje. Uno de los relatos acerca de los orígenes del género humano procede de Tasmania.

Hace mucho tiempo, las dos estrellas más bri­llantes del firmamento eran Moinee y Dromer­deener. Rivalizaban por el dominio supremo del cielo, así que decidieron resolver la cuestión mediante una guerra después de un largo período de tensión y continuas discusiones. El resto de las estrellas observaron impo­tentes hasta que Momee fue finalmente derrotada y expulsada del reino celestial. Dromerdeener irrumpió en el ciclo siguien­do la estela de su victoria, mientras que su rival, sumida en la más profunda de las tristezas, caía a la Tierra y, más concreta­mente, en la costa del sur de Tasmania, en Sandy Bay donde aún se la puede ver con la forma de una gran roca. Sin embar­go, antes de morir, concedió un obsequio a su hogar terrenal al crear a los primeros tasmanios, que poblaron sus tierras vacías. Sin embargo, debido a las prisas, los dotó de colas como a los canguros y se negó a proporcionarles rodillas articuladas, de modo que tenían que pasarse la vida de pie, sufriendo lo indecible para tumbarse o agacharse. Pronto rogaron al cielo que se compadeciera de su difícil situación. Dromerdeener por fin oyó sus súplicas y a pesar de lo despiadada que era, se compadeció y, tras descender del cielo, les cortó las colas y embadurnó las heridas con hierbas curativas. Más tarde, en la mitad de cada pierna, añadió una rodilla, y a partir de entonces tuvieron libertad para aga­charse o tumbarse.

0.080.4 anonimo (australia)

Los hombres iguana

Las parejas de hermanos, tanto animales como humanas, desempeñan un papel muy importante en la mitología del Dreamtime. Kurukadi y Mumba, los hombres iguana, constituyen un buen ejemplo de la pareja mítica que con tanta frecuencia aparece en los relatos aborígenes australianos.

Existen varios mitos aborígenes cuyos pro­tagonistas son los hermanos Yuree y Wanjel, quienes acabaron ascendiendo al cielo nocturno como las estrellas geme­las conocidas en Occidente como Cástor y Pólux. Otras hablan de los perros legisladores de Melatji, dos perros salvajes que viajaron por el sur del conti­nente cavando abrevaderos y difundiendo por el cami­no el conocimiento de las leyes fundamentales de la naturaleza.
Es probable que la importancia de los hermanos en la mitología refleje en parte el hábito aborigen de utili­zar los términos «hermano» y «hermana» para referirse a la mayoría de los parientes cercanos de una misma genera­ción. Sin embargo, resaltaba también un dualismo recu­rrente en el pensamiento tradicional, Así, Kurukadi y Mumba no eran sólo hermanos, sino también identidades gemelas, en parte humanas y en parte lagartos. Según la le­yenda, viajaron al sureste desde la región de Kimberley dando nombre a las plantas y a las criaturas, y dando forma al paisaje de gran parte del desierto occidental. A medida que iban avanzan­do, iban arrojando sus bumeranes mágicos: mientras planeaban por las inmensidades, la tierra cobraba forma bajo su vuelo.
Se dice que el viaje de los hombres iguana no finalizó hasta que cruzaron todo el subcontinente, tras recorrer las tie­rras de numerosas personas. Como ocurre con tanta frecuen­cia en la cultura aborigen, cada tribu conoce su propia sección de songline («estela de sueños») sin saber la del resto de los clanes. Para el observador externo, se hace evidente, sin embar­go, que el mito de los hombres iguana constituye uno de los relatos que se extendieron por toda Australia, uniendo a sus diferentes pueblos de forma involuntaria.

0.080.4 anonimo (australia)

Las doncellas cisne

El relato de las doncellas cisne se extendió por toda Melanesia. El personaje principal, al que se le aparecían estos seres celestiales, podía ser uno de los héroes de las islas o, en ocasiones, como en el caso de este relato del pueblo efate de Vanuatu, un sencillo humano.

Existía una raza divina de mujeres que visitaban la Tierra disfrazadas de cis­nes. Descendían por la noche, cuando no había marcas, y se deshacían de sus alas para ir a pescar. Al amanecer, cuando la marea volvía, recogían las alas y alzaban el vuelo de vuelta a casa. Sin embargo, una noche, un hom­bre las vio trabajar, robó un par de alas y las enterró bajo su casa. Con la llegada del alba, las doncellas cisne volaron de vuelta a casa, con la excepción de una hermosa mujer que no pudo encontrar sus alas. El hombre la atrapó y la con-virtió en su esposa. Tuvieron dos hijos. ambos varones, cuyos nombres fueron Tafaki y Karisi Bum.
Sin embargo. llego el momento en el que el hombre se cansó de su esposa y comenzó a golpearía. La mujer lloró amargamente e hizo que sus lágrimas abrieran el suelo de tierra de la casa. Cuanto más lloraba, más se abría el suelo, hasta que un día vio las alas que su marido había escondido bajo tierra. Se las colocó inmediatamente y ascendió volando al cielo, no sin antes decir a sus hijos que intentaran encontrarla.
Con el tiempo, los chicos se convirtieron en unos hombres ricos e inteligentes, y tal era su poder que treparon por una palmera armados con porras con la intención de someter a los vientos. Aunque no lo lograron, consiguieron hacer que el siento del suroeste pasara al olvido.
Un día que estaban cazando, arrojaron una flecha a un ave que volaba alto en el cielo. Pero la flecha no alcanzó su objetivo, sino que impactó contra una higuera celes­tial de Bengala. Continuaron arrojando flechas, que fueron uniéndose hasta formal una cadena que unió el cielo y la Tierra. Tras trepar por ella, se encontraron no con su madre cisne, sino con su abuela ciega, que cuidaba de los ñames. Tras curar su ceguera, descendieron por la cadena de flechas con una cesta que contenía, como muestra de agradecimiento, cerdos, aves, ñames y todo tipo de plantas que pudieran servir de uti­lidad al género humano.

0.080.4 anonimo (australia)

La mujer ñame y el hombre arruruz

Como producto básico de los aborígenes, el ñame ocupa inevita-blemente un lugar especial en la mitología. Cultivado y cocinado por las mujeres, tendía a identificarse con el principio femenino en general y con el embarazo en particular, como narra esta historia de la península del cabo York.

El pueblo wik munggan disfrutaba de un entorno rico en alimentos, al menos en comparación con el de los moradores del desierto del Red Centre. El ñame y el arruruz crecían allí de forma natural, y los aborígenes contaban una historia que no sólo conmemora­ba los orígenes de estas plantas, sino que, además, les recordaba a las personas donde encontrarlas.
Según este relato, en el Dreamtime, antes de que las co­sas hubieran adquirido su apariencia actual, el ñame era una mujer. A no mucha distancia de ella vivía el arruruz. por aquel entonces un hombre. Los dos se encontraron y se enamoraron, y vivieron juntos, pero su relación siempre fue problemática, y con el paso del tiempo, acabaron separándose.
Sin embargo, muy pronto, la mujer comenzó a sentir­se mareada e indis-puesta. Tras conocer que estaba embarazada, cavó un pequeño hueco en la tierra para sentirse más cómo­da, aunque se tenía que hundir cada vez más para alojar su enorme barriga, pero cuanto más se hundía, mayor era la claustrofobia y el calor que sentía. El sol golpeaba con fuerza y se sintió sedienta. Estaba desesperada por escapar, pero las paredes del hueco eran demasiado empinadas y no las pudo trepar. Al final, se resignó a continuar encarcelada como parte de su función reproductora: del hueco hizo brotar un gran nú­mero de ñames para que las mujeres del futuro los cocinaran como alimento. Mientras, sin los cuidados de la mujer ñame, el hombre arruruz envejeció y quedó imposibilita­do, de manera que apenas podía caminar sin bas­tón. Un día se dirigió cojeando a la orilla en busca de agua, pero se desplomó y fue tragado por la tierra. Todo lo que quedó de él fue su bas­tón, que sobresalía como el tallo de un arruruz, como recordatorio para las ge­neraciones venideras de dónde encontrar los tubérculos de esta planta con alto contenido en almidón.

0.080.4 anonimo (australia)

Hina, la anguila y el coco

Hina, que significa «mujer joven», era la diosa polinesia de las mujeres, así como de su trabajo. En una cultura en la que la escritura de poemas de amor y la iniciación del cortejo era una prerrogativa femenina, algunos de los relatos acerca de Hina eran prácticos y otros abiertamente sexuales.

A Hina le gustaba bañarse en una charca plagada de anguilas. Por lo general, éstas huían nada más verla, pero una, más atrevida que el resto, adquirió el hábito de acurrucarse entre sus pier­nas. La diosa la trataba como a una mascota, hasta que un día se transformó de forma mágica en un apuesto joven llamado Tuna. Los dos fueron amantes, pero Tuna volvía a adoptar su apariencia de anguila des-pués de cada visita para que nadie pu­diera sospechar de su relación.
Hasta que un día decidió acabar con su amorío. Anun­ció que se avecinaba una lluvia torrencial que provocaría una inundación hasta la puerta de la casa de Hina. Sin embargo, ésta no tenía nada que temer, ya que él nadaría hasta su casa y reposaría su cabeza sobre el umbral. Más tarde, ella tendría que cortarle la cabeza, enterrarla en un terreno elevado y es­perar a ver qué pasaba.
Todo ocurrió tal ycomo Tuna había previsto, e Hina hizo lo que su amado le había dicho. Cuando el nivel de las aguas bajó, aparecieron dos brotes verdes en el lugar en el que había enterrado la cabeza, que acabaron convirtiéndose en un cocotero. Para que las personas no olvidaran a su benefactor, sólo tenían que retirar la cáscara de un coco maduro para encon­trar unas marcas que se asemejaban a los dos pequeños ojos y a la boca de la anguila.

Los maoríes de Nueva Zelanda tienen un cuento simi­lar, pero con una moralidad menos edificante. De acuerdo con su versión, Hina era la esposa del embaucador Maui, quien des­cubrió que le era infiel. En venganza, construyó un canal re­pleto de obstáculos para las canoas y tentó a Tuna para que na­vegara por él. Tras atraparlo, cortó su cuer-po en pedacitos.

0.080.4 anonimo (australia)

El tordo y la inundacion

Las inundaciones siempre han representado un peligro en Australia, un país seco en el que períodos de sequía se ven de repente interrumpidos por lluvias torrenciales. La mitología ofrece muchas explicaciones para este fenómeno, y en la mayoría de ellas intervienen los seres del Dreamtime.

Algunos mitos hablan de la gran inundación que arraso el mundo original. Hay distintas versiones sobre su origen: de acuerdo con una de ellas, los wandjina, espíritus de la lluvia y de las nubes, la enviaron como castigo después de que unos niños capturaran y torturaran a un búho, un ave sagrada para los espíritus.
Otras leyendas populares presentan una resonancia más limitada. Una de ellas, en concreto del pueblo gunai, de la región de Gippsland, Victoria, culpa de un diluvio local a la rana Tiddalick, que una vez tuvo fiebre y bebió tanto que vació todas las reservas de agua del mundo. El resto de las criaturas no encontraban la forma de que expulsara el agua, hasta que alguien convenció al águila No-Yang para que bailara en su cola. El espectáculo era tan cómico que Tiddalick se echó a reír, de manera que el agua salió a borbotones de su boca y causó una terrible inundación en la que numerosas criaturas perecie­ron ahogadas.
Otra historia de Victoria culpa al tordo Kuboka por la primera riada del río Tambo. Después de un desafortunado día de caza, regreso al campamento con tan sólo un esquelético ualabí. Sin embargo, se dispuso a cocinarlo para compartirlo como de costumbre, pero sus compañeros desdeñaron su ofer­ta alegando que la carne era muy escasa.
Ofendido ante la ingratitud de sus amigos, el tordo se llevó la comida y les dijo que cazaran su propia carne. A conti­nuación, prendió un fuego sagrado y danzó alrededor de él du­rante horas hasta provocar una tormenta de aire y lluvia. Con­tinuó danzando y la lluvia no cesó, hasta que el país entero se inundó y todos sus compañeros perecieron ahogados. En la ac­tualidad, cuando el Tambo se deshorda, se dice que se debe a que Kaboka está recordando aquel arranque de rabia.

0.080.4 anonimo (australia)

El emu y el ocre

Numerosas historias aborígenes estaban concebidas para explicar las diferentes características del paisaje del interior de Australia. Una de ellas remonta los orígenes de un sendero de ocre de una ladera del sur del subcontinente a un incidente que tuvo lugar durante una partida de caza en pleno Dreamtime.

Cuando los europeos llegaron a Australia, una de las numerosas sorpresas que la fauna les tenía preparadas fue el emú, un ave no voladora de gran tamaño que había sobrevivido durante mi­lenios ante la falta de predadores, situación que cambió de for­ma drástica con la llegada de las armas de fuego: en tan sólo unas décadas, dos especies de la isla y las subespecies tasmanias se habían extinguido, aunque, por suerte, las de la región sub­continental lograron sobrevivir.
Antes de la llegada de los europeos, los aborígenes caza­ban estas aves, tal como ilustra una leyenda del Dreamtime, en que se cuenta cómo un día un hombre caminaba junto a sus pe­rros en la cordillera Flinders cuando los animales, de repente, se sobresaltaron por un crujido en el monte bajo. Lo había provo­cado un emú, que huyó aterrorizado a toda velocidad.
El ave recorrió a toda prisa colinas y montañas perse­guida por los perros y vadeó ríos. Poco a poco, los perros fue­ron ganando terreno a su presa, que se encontraba cansada. Sin embargo, en el último momento, el emú corrió en línea recta hacia una ladera, en la que ha continuado hasta la fecha, de ahí la grieta de color ocre que la decora.

0.080.4 anonimo (australia)

El color negro del cuervo

Al principio, sólo siete mujeres sabias entendían el misterio del fuego. Cuentan los aborígenes de Victoria que, durante el Dreamtime, guardaron su secreto con celo. Pero el astuto hombre cuervo no respetaba la propiedad ajena y decidió averiguar lo que sabían.

Tras congraciarse primero con las guardianas sagradas mediante halagos y regalos, pronto comenzó a ser partícipe de sus conversaciones y a ayudarlas en su tra­bajo. Se percató de que llevaban llamas de fuego en los extremos de los palos que utilizaban para excavar, y que les encantaba comer termitas, pero en cambio les horrorizaban las serpientes. Y así, tras esconder cuidadosamente un puñado de estas últimas en un nido de termitas, fue a visitar a sus nuevas amigas y las invitó a un banquete. Las mujeres lo siguieron con entusiasmo al montículo de las termitas y lo abrieron con gran júbilo, pero se horrorizaron cuando las serpientes aparecieron formando una masa retorcida. Tras atacarlas, aterrorizadas, las mujeres no advirtieron que las lla­mas habían caído de sus palos, momento que aprovechó el cuervo para recogerlas y avivar el fuego con algunas astillas de corteza. Ahora era él quien guardaba el secreto, negándose a compartirlo con nadie. Acosado ante las constantes preguntas de los hombres, que estaban ansiosos por obtener fuego para ellos mismos. su egoís­mo supuso prácticamente su ruina. Tras perder los nervios con un hombre que no estaba dispuesto a obtener un no por respuesta, le arrojó un pedazo de carbón ardiendo, pero éste no lo alcanzo y prendió fuego al sendero en el que se encontraba sentado el cuervo. Parece ser que las llamas lo chamuscaron, hasta que de repente vie­ron su enne-grecido cuerpo agitándose en medio del humo y huyen­do hacia un árbol cercano, desde el cine comenzó a graznar burlona­mente. Desde entonces, ha permanecido con las plumas tiznadas.

0.080.4 anonimo (australia)

El bumeran y el sol

De los aborígenes de la cordillera Flinders de Australia del Sur procede esta sorprendente historia acerca de cómo surgió la diferencia entre el día y la noche, ya que durante la infancia del mundo la luz de sol lo inundaba todo.

El problema comenzó un día en que el lagarto goanna y la salamanquesa descubrieron que sus vecinos habían sido masacrados. Al unísono pro­metieron vengarse de los responsables. Según pa­rece, la mujer sol y sus perros salvajes habían atacado y asesi­nado a la comunidad indefensa. Se trataba de una enemiga poderosa, pero el goanna y la salamanquesa no se dejaron in­timidar. Cuando la mujer sol bramó y los desafió, el lagarto arrojó su bumerán, e hizo que el Sol saliera disparado del cielo hasta caer en picado sobre el horizonte del oeste, lo que sumió al mundo en la más profunda de las oscuri­dades. Fue precisamente en ese momento cuando el lagarto y la salamanquesa se sintieron realmente alarmados tenían que hacer todo cuanto estuviera en sus manos por devolver a la mujer sol al cielo. El goanna tomó otro bumerán y lo arrojó con todas sus fuerzas hacia el oeste, por donde su blanco había desa­parecido, pero cayó al suelo, así que arrojó dos más al norte y al sur, pero también retornaron sin impac­tar contra ningún objetivo.
Desesperado, el lagarto tomó su último bu­merán y lo lanzó hacia el cielo del este, en dirección opuesta al lugar en el que había visto hundirse a la mu­jer sol, y, para su sorpresa, retornó empujando delante de él la ardiente esfera del Sol, que siguió la trayectoria del cielo antes de desaparecer. Así, a partir de ese día, mantuvo su curso, y sale por el este y se pone por el oeste, iluminando el día para trabajar y cazar, y oscureciendo la noche para dor­mir. Todos estuvieron de acuerdo en que se trataba de una modificación ideal, y, desde entonces, los aborígenes de la cordillera Flinders están en deuda con el lagarto y la sala­manquesa.

0.080.4 anonimo (australia)

Walter y hagen

A diferencia de los dioses de la mitología vikinga, los primeros relatos germánicos que se han conservado están protagonizados por héroes humanos. Para ellos, la muerte no suponía una tragedia; les preocupaba el dilema al que se enfrentaban cuando estaban atrapados entre lealtades en conflicto.

Cuando Etzel (Atila), el rey de los hunos (siglo V), llevó a cabo exitosas incursiones en territo­rio germánico, se dice que exigió tres rehenes como precio para que las hostilidades cesaran: Walter de Aquitania, Hagen el franco e Hildegunda, que se iba a casar con el primero.
Los dos hombres se vieron obligados a luchar en el ejército de Etzel, donde se habían prometido una fiel amistad, mientras que Hildegunda se encargó del tesoro de Etzel. Sin embargo, un día, los tres lograron escapar, Llevándose con ellos el oro del rey de los hunos.
Al llegar al Rin, situado en la tierra natal de Hagen, Gunther, el rey de los francos, se enteró de la noticia y creyó que tenía derecho a adueñarse del oro por la fuerza, dado que Etzel había saqueado sus tierras. Hagen, en su condición de vasallo de Gunther, se vio obligado por lealtad a ayudarlo, por lo que abandonó a los otros dos.
Walter y Hildegunda acamparon en un desfiladero situado entre rocas, y el de Aquitania se preparó para lu­char. Gunther envió a doce guerreros francos a derrotarlo, y, uno por uno, fueron cayendo, incluido el joven sobrino de Hagen. Ante el dilema de honrar a dos de sus vínculos más sagrados. Hagen optó por no enfrentarse a su amigo, a pesar de que éste se burló de su cobardía. Ambos se retira­ron. Al amanecer, Walter e Hildegunda abandonaron la cue­va donde se encontraban y fueron víctimas de una embos­cada en campo abierto, obra de Gunther y Hagen, quien, en esta ocasión, sí se unió al ataque para vengar la muerte de su sobrino. La lucha de dos contra uno fue atroz y sólo cesó cuando los tres combatientes quedaron mutilados. Más tarde, por fin, hicieron las paces e Hildegunda vendó sus heridas.

0.079. anonimo (vikingo)

Thor y la serpiente del mundo

Jormungand, la serpiente del Midgard, cuya longitud era tal que podía enroscarse alrededor del mundo, era el mayor adversario de Thor. El encuentro del dios con un gigante le dio la oportunidad de destruirla, algo que deseaba fervientemente.

Thor viajaba por Midgard bajo la apariencia de un niño. Durante su viaje se hospedó en la mora­da de un gigante llamado Hymir, quien estaba a punto de llevar a cabo una expedición de pesca. Al ver oportunidad de enfrentarse a la Serpiente del Mundo, el dios le preguntó si podía acompañarlo. El gigante lo miró de arriba a abajo y contestó con actitud desdeñosa que no serviría de gran ayuda, dado su reducido tamaño, pero accedió. Thor, consciente de que necesitaba la embarcación, tuvo que conte­ner su rabia ante los insultos del gigante. Éste ordenó a su com­pañero que buscara su propio cebo, por lo que el dios le cortó la cabeza al buey más grande de la manada de Hymir.
La pareja salió en la embarcación remando a toda prisa, hasta que el gigante llego a su caladero habitual. Thor insistió para que siguieran avanzando y volvieron a remar. Cuando Hymir sugirió que podría ser peligroso seguir remando debido a la presencia de Jormungand, Thor no le hizo caso a continuó avanzando. Finalmente, agarró un sólido sedal con un enorme anzuelo en el extremo, donde clavó la cabeza del buey, lo lanzó por la borda.
En las profundidades del mar, la serpiente del Midgard fue a por el cebo, se tragó el anzuelo y tiró de él con tal fuerza que el dios salió volando contra uno de los lados del barco. Tras reunir todas sus fuerzas, introdujo sus pies en el lecho marino, apuntaló a la serpiente y la sacó del mar, pero cuando estaba a punto de levantar el martillo para golpear al mons­truo, Hymir cortó el sedal, de manera que la criatura volviese a sumergiese en el mar. Thor arrojó entonces su martillo al agua y, según cuentan algunos, decapitó a la serpiente, aunque la mayoría de la gente cree que continuó con vida y que sigue rodeando al mundo.

0.079. anonimo (vikingo)

Thor pierde su martillo

La posesión más preciada de Thor era su martillo Mjollnir, un arma que cuando se lanzaba volvía mágicamente a las manos de su dueño. Thor lo utilizaba para proteger a los dioses de sus enemigos, los gigantes, así que, cuando se lo robaron, el pánico no tardó en apoderarse de Asgard.

Cuando Thor descubrió que le faltaba el martillo, acudió directamente a Loki, quien muy pronto descubrió al culpable: Thrym, el señor de los gigantes. Este le dijo a Loki que sólo devolvería el martillo con la condición de que le fuera concedida la mano de Freyja. Sin embargo, cuando Loki y Thor le dijeron a la diosa que se preparara para contraer matri­monio, ésta se puso furiosa y no quiso entrar en razón.
Heimdall pensó entonces en una solución para tan peligrosa situación:
-Vistamos a Thor de novia y enviémoslo aThrym en el lugar de Freyja.
Thor protestó, pero Loki lo recordó cuál sería el destino de Asgard si se nega­ba a colaborar. Así, ataviaron al dios de novia con las mejores galas, entre ellas un va­lioso collar de Freija alrededor del cuello y un velo sobre la cabeza, y Loki acudió junto a él vestido de sierva. Thrym quedó muy complacido al ver el a Freyja, y ordenó que se organizara un gran banqueta Thor se comió un buey y ocho salmones, rega­dos con tres cuernos llenos del aguamiel, Thrym quedó horrorizado.
-Freija no ha comido ni bebido durante ocho noches; estaba impaciente por llegar al reino de los gigantes -explicó Loki. Al oírlo, Thrym se sintió tan complacido que fue a besar a Freyja, pero retrocedió repentinamente.
-¿Por qué los ojos de Freyja están tan rojos y tienen un aspecto tan feroz? -preguntó soltando un grito ahogado. Loki respondió con prontitud:
-Freyja no ha dormido durante ocho noches.
Tan a crédulo como el resto de gigantes, Thrym mi quedó satisfecho y ansioso por continuar con el enlace, y ordenó que trajeran el martillo para consagrar a la pareja. En cuanto el martillo se posó en la falda de la novia, Thor dio un salto, agarró a Mjollnir y se rasgó el velo. Armado de nuevo, acabó con todos los gigantes presentes en el vestíbulo, empezando por Thrym.

0.079. anonimo (vikingo)

Risas ante el rostro de la muerte

Una de las muertes de héroes más célebres fue la del vikingo Ragnar Lodbrok, quien, al igual que Gunnar, tuvo que emplear toda su audacia para superar una prueba, consistente en que lo abandonaran en un foso lleno de mortíferas serpientes.

Se dice que Ragnar Lodbrok, un personaje muc po­pular en los relatos épicos nórdicos, está inspirado en una persona real del siglo IX. Según la leyenda, era un intrépido guerrero que subió al trono danés a la edad de quince años y se casó con la humilde pupila de un matrimonio de campesinos para averiguar más tarde que, en realidad, era hija de los héroes germánicos Sigfrido y Brunilda­
Se cuenta que rescató a otra de sus cuatro esposas de un castillo completamente envuelto en espirales de humo de un gigantes­co dragón.
El nombre Lodhrok («pantalones de cuero») proviene de la armadura de piel de buey que, según la leyenda, vistió du­rante tal hazaña.
Sin embargo, es famoso sobre todo por la forma en que murió, en concreto tras un asalto en Inglaterra. Capturado por el rey Ella de Northumbria, fue condenado a morir en un foso plagado de víboras. Al principio, lo protegió una camisa mágica que su madre le había regalado, pero al quitársela no pudo prote­gerse del veneno de las mortí­feras víboras. Tras aceptar su destino con ecuanimidad, co­menzó a entonar a gritos un can­to de muerte en el que proclama­ba que iba a fallecer riendo.
Pero su muerte no iba a quedar sin venganza. Al poco tiem­po, sus hijos capturaron a Ella y lo evisceraron, formando con sus ór­ganos internos la imagen de un águi­la con las alas extendidas.

0.079. anonimo (vikingo)

Odín y el aguamiel de la poesía

El aguamiel de la poesía confería la habilidad de componer poesía y pronunciar sabias palabras a la persona que lo bebiera. Odín tuvo que emplear sus astutas y maliciosas habilidades para arrebatárselo a su guardián, el gigante Suttung, con objeto de entregárselo a los dioses.

Disfrazado de mortal y con el nombre de Bolverk («malhechor»), Odín pidió que lo hospedara el hermano de Suttung, un gigante llamado Baugi, propietario de nueve esclavos, a quienes el astuto dios asesinó despiada-mente. Tras lo cual se ofreció a realizar su trabajo a cambio de un trago del aguamiel de Suttung, acuerdo que Baugi aceptó.
Una vez que hubo finalizado su trabajo, Bolverk exigió su recompensa, de manera que los dos hombres se dirigieron hacia la morada de Suttung, situada en las montañas. Al llegar allí, Suttung se negó a cumplir el pacto de Bolverk y Baugi, y el dios ordenó a este último abrir un orificio en la montaña que, según él, contenía el aguamiel.
Una vez concluido el túnel, Bolverk se transformó en serpiente y se deslizó por él. Una vez dentro se encontró con Gunnlod, la hija de Suttung, encargada de guardar el pre­ciado líquido. Mantuvo relaciones sexuales con ella du­rante tres días y a cambio, Gunnlod le dio a beber tres tragos de la bebida, si bien Bolverk, aprovechándose de la situación, se tomó tres cubas enteras.
Más tarde, Odío adquirió la forma de un águila y huyó hacia Asgard. Furioso, Suttung se transformó también en águila y salió en su búsqueda. Cuando los aesires vieron que Odín se aproximaba, colocaron recipientes en el patio para que, cuando pasara colando por encima, pudiera verter el aguamiel en su interior. Pero Suttung se encon­traba tan cerca que provocó que Odín derramara parte del aguamiel al exterior de las murallas de Asgard, de mane­ra que desde entonces todo mortal que así lo desee tiene plena libertad para beber de él.

0.079. anonimo (vikingo)

Njord y skadi

La diosa de las montañas Skadi era hija del gigante Thiazi, muerto a manos de los aesires tras robar las manzanas de oro de la eterna juventud. Cuando llegó a Asgard, decidió vengar a su padre. Los aesires le ofrecieron que eligiera a uno de los dioses que permanecían solteros.

Ataviada con su armadura, la imagen de Skadi debió impresionar a los aesires. Arrepentidos de haber asesinado a su padre, y ansiosos por obte­ner su perdón, se ofrecieron a ayudarla a encon­trar un marido. Pero los dioses nunca se lo ponían fácil a los gi­gantes ni a su prole, por lo que organizaron un desfile en el que sólo se veían los pies de los candidatos.
Skadi eligió los pies más limpios, blancos y cuidados, con la certeza de que serían los de Balder, el dios más atractivo y deseado de todos.
Más tarde, el propietario de los pies reveló su identi­dad y, en lugar de Balder, Skadi había elegido a Njord, el dios del mar, cuyos pies estaban inmaculados, al estar continua­mente bañados por el mar. Al principio quedó un tanto perpleja, pero finalmente aceptó contraer matrimonio con él.
El matrimonio fue difícil: Skadi, la hija del gigante de las montañas, deseaba vivir en su santuario, situado en la cima de la montaña, pero Njord sólo se sentía cómodo junto al mar, por lo que acordaron residir durante nueve noches en Thrymheim, el castillo de Skadi en las montañas, seguidas de nueve noches en Noatun, la morada costera de Njord.
Sin embargo, este acuerdo no satisfizo a ninguno de los dos, ya que cada uno se sentía desdichado en el hogar del otro. Así, el dios del mar no podía resistir las oscuras monta­ñas, rodeadas del inquietante sonido del aullido de los lobos, y Skadi, en cambio, no podía soportar la vasta extensión de agua, y se quejaba continuamente de los alaridos de las gaviotas.
Finalmente, se vieron obligados a vivir separados: Njord permaneció junto al mar y Skadi volvió a las montañas, donde se la vería con frecuencia vagando por las laderas.

0.079. anonimo (vikingo)

Los tesoros de los dioses

Los enanos eran los artesanos por antonomasia en la mitología germánica. Aunque guardaban con celo su destreza y su oro, el astuto Loki los convenció para que elaboraran seis tesoros que luego entregaría a los dioses. Thor fue el mayor beneficiado de todos.

Como travesura, Loki decidió cortar el cabello de oro de la diosa Sif mientras ésta dormía. Cuando Thor se enteró, lo amenazó con romperle todos los huesos del cuerpo. Aterrorizado, Loki pro­metió convencer a los enanos para que realizaran una nueva cabellera de oro.
los enanos accedieron a ayudarle a solucionar el problema para compla­cer a los dioses, y no sólo crearon la cabellera de Sif, sino que además construyeron el barco Skidbladnir, que tenía el don de zarpar siempre con vientos propicios, y, además, se podía plegar y guardar en un bolsillo cuando no se usaba. Por si esto no fuera suficiente, for­jaron también la lanza inven­cible conocida como Gungnir.
No obstante, Loki no pudo resistirse a continuar con sus tejemanejes, y se apos­tó con dos hermanos del grupo de los enanos que no podrían crear tesoros tan preciados como los tres primeros. A su debido tiempo, elabora-ron tres más, a pesar de los esfuerzos de Loki por evitarlo, quien, bajo la apariencia de una mosca, había in­tentado distraerlos.
Loki se llevó todos los tesoros a Asgard, e hizo entrega de la cabellera a Sif, quien se la prendió en la cabeza. Más tarde, le entregó el barco Skid-bladnir a Freyr, y la lanza Gungnir a Odín, que quedaron complacidos.
Luego hizo entrega de los últimos tres tesoros. El primero se lo entregó a Odín; era el anillo de oro Draup­nir, del cual se decía que se re­producía en ocho anillos de igual peso y calor cada novena noche. El segundo, para Freyr, era un jabalí de oro que recorría el cielo v el mar a más velocidad que cualquier caballo, y cuyas cerdas proyectaban luz. El ter­cero, el martillo mágico Mjoll­niry, lo recibió Thor. Cuando se decidió que el martillo era el mejor de los regalos, los dioses sentenciaron que los enanos habían ganado su apuesta con Loki, aunque éste se negó a cumplirla.

0.079. anonimo (vikingo)

Las manzanas de oro

Las acciones siempre peligrosas de Loki constituían una amenaza para la misma existencia de los dioses. Sin embargo, gracias a sus propios recursos, finalmente pudo salvarlos.

Loki fue hecho prisionero por un gigante llamado Thiazi, que no lo dejaría en libertad sino le entregaba a Idun y las preciadas manzanas de la eterna juven­tud que la diosa siempre llevaba consigo. Como siempre pensaba en su propio interés, Loki prometió cumplirlo para que el gigante lo dejara en libertad.
Tras lograr llevar a Idun al bosque, más allá de los seguros confines de Asgard, Thiazi bajó en picado hacia el la con la apariencia de un águila, la agarró y se la llevó a su morada.
Los dioses quedaron consternados ante la pérdida de los frutos que otorga­ban juventud y que en un santiamén crecían verdes y maduros. Al temer por sus vidas, se reunieron para decidir qué debían hacer. Descubrieron que a ldun se la había visto por última vez en compañía de Loki, por lo que lo atraparon y le amena­zaron con matarlo si no traía de vuelta a la diosa junto con sus manzanas. Loki pro­metió encontrarla y adoptó la apariencia de halcón para volar hacia el castillo de Thiazi, en el reino de los gigantes. Por suerte, encontró a Idun allí sola y, rápida­mente, la transformó en una nuez para poder solar de regreso a Asgard sujetan­dola con las garras.
Cuando Thiazi volvió y descubrió que la diosa había escapado, adoptó de nuevo la apariencia de un águila y salió en su busqueda. Los aesires vieron al halcón, que volaba sujetando una nuez en sus garras,  y a un águila que lo seguía de cerca. Rápidamente entraron en acción y provoca­ron un incendio en Asgard. El halcón sobrevoló las murallas y, de inmediato, descendió en busca de un lugar seguro, pero el águila no tuvo tiempo de reaccionar y se precipitó a las llamas, donde pereció.

0.079. anonimo (vikingo)

La venganza de gudrun

Según la leyenda alemana de los nibelungos, Gunther y Hagen asesinaron a Sigfrido, le robaron el oro y lo ocultaron en el Rin. Crimilda, la viuda de Sigfrido (y hermana de Gunther), fue obligada a casarse con Etzel (Atila) el huno, cuyo único objetivo era encontrar el oro de Sigfrido.

Atila (la versión nórdica de Etzel) invitó a Gunnar (Gunther) y a Hogni (Hagen) a un banquete, pero Gudrun (Crimilda), que sospechaba una traición, les envió un anillo tallado con runas para advertirles de que se mantuvieron alejados. Sin embargo, Gunnar contestó desafiante:
-¡Tráenos cerveza en copas de oro, ya que éste puede que sea nuestro último trago!
Viajaron a la fortaleza de Atila, donde un grupo de hombres armados los capturaron. Fueron encarcelados por separado, y a Gunnar le preguntaron si compraría su vida a cambio de su tesoro.
-Entrégame primero el corazón de Hogni -respondió. Así que los hombres de Atila se lo lleva­ron a Gunnar, quien dijo gritando:
-¡Nunca encontrarás el tesoro de SiKur!
-¡Permites que se lo quede el Rin y no que lo disfruten los hunos! Llevadlo al foso de las serpientes -ordenó Atila. Gunnar fue encadenado a una silla un medio de venenosas criaturas, en la que continuó to­cando el arpa hasta que La muerte lo alcanzó.
Cuando Atila regresó, Gudrun te dijo:
-He matado a dos cenados en tu honor.
Pero cuando Atila estaba borracho, ella se hurló de él:
-Has comido los corazones de tus hijos.
Esa misma noche, Gudrun atravesó con su espada a Atila mientras éste se encontraba sumido en un sopor etílico, e incendió el vestíbulo, asesinando a todo aquel que había ayudado a provocar la muerte de su hermano.

0.079. anonimo (vikingo)

La espada de alboin

La destreza para la lucha no constituía prueba suficiente de valor para el pueblo de los longobardos. Su rey, Alboin, que tras conquistar el norte de Italia se estableció allí junto a su pueblo, tuvo que probarse a sí mismo durante su juventud por medio de un acto de valentía que rayaba con el descaro.

En su juventud, Alboin había luchado con éxito en contra de los gépidos, a cuyo príncipe, de nombre Thurismod, había dado muerte. De vuelta a casa, sus guerreros le pidieron que ocupara un puesto de honor en la mesa de su padre, el rey Audoin, durante el banquete en que se iba a cele­brar la victoria. Sin embargo, Audoin tu negó dicho privilegio, alegando que era una costumbre longobarda no permitir a un príncipe sentarse a la mesa de su padre hasta que lograra conseguir la espada de un rey extranjero.
Tras oír esto, Alboin partió junto a cuatro compañeros a la Fortaleza de Turisen­do, el rey de los gépidos, donde pidió ser hospedado corno huésped pacífico. Por cues­tión de honor, Turisendo dio la bienvenida a los longo-bardos, los invitó a su salón de banquetes y sentó a Alboin a su lado, en el lugar donde solía sentarse su hijo ya fallecido, Thurismod, aunque sabía muy bien que éste había muerto a manos de su invitado.
Algunos miembros de su séquito tuvieron, en cambio, menos paciencia. Uno de los hijos más jóvenes del rey se burló de los longobardos por llevar mallas blancas:
-Parecéis yeguas con patas blancas. ¿Os han montado muchos hombres?
Ante semejantes palabras, uno de los longobardos respondió:
-¡Y tú te atreves a hablar, cuando los huesos de tu príncipe yacen esparcidos en el prado como los de un desdichado caballo de carga! ¡Vuelve campo de batalla y verás lo fuerte que pueden patear estas yeguas!
Ambas partes corrieron a por sus armas, pero Turisendo su interpu­so y ordenó a sus hombres que mantuvieran la calma, alegando que sería una ofensa a Dios atacar a unos huéspedes. Tras el banquete, tomó la espada de su fallecido hijo y se la entregó a Alboin. Este último volvió a casa triunfante y logro un asiento en la mesa de su padre. Al contar lo sucedido, los longobardos quedaron maravillados ante el atrevimiento de Alboin, y la sabiduría ymagnanimidad de Turisendo.

0.079. anonimo (vikingo)

La captura del lobo fenrir

Los dioses temían que el gigantesco lobo Fenrir, fruto de una relación ¡lícita entre Loki y la gigante Angurboda, les causara graves daños, por lo que intentaron retenerlo. Sin embargo, su captura no habría sido posible sin la desinteresada valentía de Tyr, el dios de la guerra.

Cuando los dioses vieron el enorme tamaño de Fenrir, se sintieron amenazados y decidieron capturar a la criatura, Encontraron una sólida cadena, llamada Laeding, y sugirieron que el lobo midiera sus fuerzas con ella. Fenrir no mostró nerviosis­mo alguno, por lo que se dejó encadenar para liberarse más tarde sin ninguna dificultad.
Los dioses forjaron entonces otra cadena el doble de só­lida, llamada Dromi, y urgieron al lobo a que lo intentara de nuevo, diciéndole que lograría gran fama si conseguía liberarse de tan célebre cadena. Fenrir se sintió incluso más fuerte y se liberó de Dromi con suma facilidad. Los aesires temieron en­tonces no ser capaces de capturar a Fenrir.
Odín mandó a los enanos que crearan otra cadena, Gleipnir, tan suave y sedosa como una cinta, aunque de apa­riencia sólida. Los aesires quedaron muy satisfechos. Fenrir la miró detenidamente y dijo:
-No creo que logre gran reputación por romper una cinta tan fina, y si esta cinta se ha creado mediante magia, entonces, tan fina como parece, no podrá rodear mis piernas. 
-Tras meditar un momento, volvió a hablar. Si no me puedo librar, tendré que esperar mucho tiempo hasta que me libe­réis. Pero participaré en el juego si uno de vosotros se atreve a introducir una mano en mis fauces. Ninguno de los dioses se atrevió a arriesgarse, hasta que por fin Tyr se ofreció volun­tario. Así, el lobo permitió que lo amarraran, pero descubrió que cuanta más fuerza empleaba para soltarse, más fuerte se hacía la cadena. Todos los aesires comenzaron a reír, excepto Tyr, quien perdió su mano en las mandíbulas de Fenrir.

0.079. anonimo (vikingo)