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martes, 9 de octubre de 2012

El color negro del cuervo

Al principio, sólo siete mujeres sabias entendían el misterio del fuego. Cuentan los aborígenes de Victoria que, durante el Dreamtime, guardaron su secreto con celo. Pero el astuto hombre cuervo no respetaba la propiedad ajena y decidió averiguar lo que sabían.

Tras congraciarse primero con las guardianas sagradas mediante halagos y regalos, pronto comenzó a ser partícipe de sus conversaciones y a ayudarlas en su tra­bajo. Se percató de que llevaban llamas de fuego en los extremos de los palos que utilizaban para excavar, y que les encantaba comer termitas, pero en cambio les horrorizaban las serpientes. Y así, tras esconder cuidadosamente un puñado de estas últimas en un nido de termitas, fue a visitar a sus nuevas amigas y las invitó a un banquete. Las mujeres lo siguieron con entusiasmo al montículo de las termitas y lo abrieron con gran júbilo, pero se horrorizaron cuando las serpientes aparecieron formando una masa retorcida. Tras atacarlas, aterrorizadas, las mujeres no advirtieron que las lla­mas habían caído de sus palos, momento que aprovechó el cuervo para recogerlas y avivar el fuego con algunas astillas de corteza. Ahora era él quien guardaba el secreto, negándose a compartirlo con nadie. Acosado ante las constantes preguntas de los hombres, que estaban ansiosos por obtener fuego para ellos mismos. su egoís­mo supuso prácticamente su ruina. Tras perder los nervios con un hombre que no estaba dispuesto a obtener un no por respuesta, le arrojó un pedazo de carbón ardiendo, pero éste no lo alcanzo y prendió fuego al sendero en el que se encontraba sentado el cuervo. Parece ser que las llamas lo chamuscaron, hasta que de repente vie­ron su enne-grecido cuerpo agitándose en medio del humo y huyen­do hacia un árbol cercano, desde el cine comenzó a graznar burlona­mente. Desde entonces, ha permanecido con las plumas tiznadas.

0.080.4 anonimo (australia)

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