Numerosos relatos hablan de sabios budistas
que, de forma milagrosa, nacían de flores de loto, proeza que Padmasambhava
logró dos veces en una única vida.
Cuando
el rey Indrabodhi, de la ciudad hindú de Jatumati, perdió a su único hijo,
convoco a todos los sacerdotes para que realizaran ofrendas a los dioses con
el fin de lograr un nuevo heredero. En aquella época, sus tierras estaban
asoladas por la hambruna y los sacrificios no sólo fracasaron a la hora de
concederle un hijo con alguna de las quinientas esposas del rey, sino que
dejaron a la gente sin nada que comer, con la única excepción de flores
salvajes.
Indrabodhi
decidió que la religión era una farsa y ordenó a los sacerdotes que destruyeran
a sus deidades, hasta que tuvo una visión del Buda Amitabha en que le vaticinaba
el nacimiento milagroso de un niño que podría adoptar. Entonces Amitabha
proyecto un rayo de luz en el interior de un lago y una flor de loto apareció
en la superficie, portando en el centro a Padmasambhava de un año de edad.
Cuando
el pequeño se convirtió en un apuesto joven, acudió a Sahor para buscar a la
primera de las cinco consortes que tenía predestinadas. Se trataba de la
princesa Mandarava, a quien comenzó a visitar en secreto para enseñarle sus
artes yóguicas. En cuanto su padre, el rey, las visitas clandestinas, arrojó a
su hija a un foso de espinas y quemó vivo a Padmasambhava. Cuando volvió al
lugar siete días después, vio que la madera, que continuaba ardiendo, formaba
un círculo alrededor de un lago con el halo de un arco iris. En el centro de
dicho lago se encontraba una flor de loto que contenía un resplandeciente niño
de ocho años de edad, atendido por ocho doncellas que se asemejaban a
Mandarava.
El niño
gritó:
-Rey
diabólico, que pretendías quemar vivo al gran maestro del pasado, del presente
y del futuro. El fuego no puede consumir el eterno cuerpo de la gloria.
Al
reconocer que el niño era Padmasambhava, el rey le ofreció su reinado y a Mandarava
como esposa.
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