Un día,
mientras cruzaba los cielos, el Sol observo a una hermosa mujer, medio desnuda,
que se encontraba pescando. Al sentirse de inmediato atraído hacia ella,
decidió abordarla bajo la apariencia de un humano y, nueve meses más tarde, la
mujer engendró a un hijo, Sisimatailaa. Con el tiempo, se convirtió en un
apuesto joven y, cuando le llegó la hora de contraer matrimonio, no tuvo problemas
en encontrar una novia. Sin embargo, deseaba que su padre bendijera su unión y,
siguiendo los consejos de su madre, subió a la cima de la montaña más alta de
la isla, con la intención de pedir permiso al Sol para contraer matrimonio.
Su
llamamiento obtuvo respuesta y del cielo cayeron dos fardos acompañados de una
advertencia: sólo uno podía abrirse, mientras que el otro debía permanecer
intacto. Volvió a su casa con los paquetes y, al desenvolver el primero, encontró
un tesoro de oro y plata.
Vigiló
atentamente el otro fardo para garantizar que se cumplían las instrucciones del
dios. Pero un día, al cabo de varios meses, él y su espesa decidieron salir
juntos a pescar y, debido al calor de la tarde, el joven se quedó dormido.
Mientras
dormiaba, su mujer, llevada por la curiosidad, se dirigió al misterioso
paquete. Al igual que su homóloga griega, Pandora, sintió un enorme deseo por
conocer su contenido. Pero las consecuencias de su extremada curiosidad
demostraron ser igual de funestas: al abrir el fardo, desencadenó tormentas y
tempestades por todo el mundo, y tanto ella como su esposo fueron las primeras
víctimas, cuando un inmisericorde viento volcó su embarcación y los envió a
una tumba bajo las olas.
0.086.4 anonimo (samoa y tonga)
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