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lunes, 25 de febrero de 2013

El pariente que fue lobo

En tanto que temible cazador de la tundra y pariente del perro doméstico, la imagen del lobo entre los esquimales era ambivalente. Son muchos los mitos que narran la historia del hombre que salió a cazar en los primeros tiempos del mundo y que fue ayudado por un lobo que era su cuñado.

Eran tiempos difíciles y el hombre comprobó que es­taba colocando sus cepos en vano, pero las trampas eran las únicas armas de las que disponía en aque­llos días en los que aún no existían el arco ni las flechas. Día tras día, recorría la profunda nieve para compro­barlos, avanzando lenta y dolotosamente, ya que nadie había inventado todavía el calzado para la nieve. El recuerdo de sus hambrientos hijos y esposa, víctimas del frío y la desdicha en el hogar, lo animaban a continuar, pero la desesperación estaba minando poco a poco su deseo de seguir adelante.
De repente, se encontró con una hoguera, al lado de la cual vio a un extraño que vigilaba un estofado. «Es Lobo», dijo el hombre, y en realidad se trataba del cuñado del cazador. La fogata y el alimento eran, para él, su apreciado pariente; había varios caribúes que había matado para alimentar y vestir a la familia de su her­mana. También algunos zapatos para la nieve de modo que su camino de vuelta a casa fuera más fácil. Sin embargo, el mejor regalo de todos fue el arco y la flecha, pues ahora podía cazar no sólo conejos, sino también presas de ma­yor tamaño, como alces y caribúes.
Lleno de júbilo, el hombre le dio las gracias a Lobo por su generosidad, y juntos rieron hasta bien entrada la noche. Pero el cazador se quedó dor­mido. Al despertarse, pudo comprobar que una silueta oscura se alejaba en­tre la bruma de la mañana: era su be­nefactor y cuñado, ¡un lobo auténtico!

0.085.4 anonimo (artico)

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