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lunes, 25 de febrero de 2013

La señora del fuego

En los territorios helados del norte, el fuego era un elemento que inspiraba sumo respeto. Un mito de la comunidad Selkup de Siberia cuenta la historia de una mujer que trató con desdén a su chimenea, y acabó pagandolo caro.

Una tarde, una joven madre estaba acunando a su bebé junto al fuego cuando una chispa saltó de las llamas y alcanzó al indefenso niño, que gritó de dolor. La mujer comenzó a maldecir al fuego y, tras tumbar al bebé, agarró un hacha y golpeó los troncos que ardían. Luego sofoco las brasas con agua hasta que no quedo ni rastro del fuego.
-Se lo tenía merecido -dijo- por hacerle daño a mi niño.
Sin embargo, ahora su tienda estaba fría y oscura. Incapaz de re-avivar el fuego, fue a pedirle un poco a sus pa­rientes, pero, en cada tienda a la que acudía el fuego, par­padeaba y se extinguía. Muy pronto el pueblo entero quedó frío y a oscuras.
Todo el mundo estaba furioso con la joven madre, y una anciana decidió acudir a su tienda para averiguar qué había podido hacer para entristecer tanto a la Señora del Fuego. Una vez dentro, restregó unos palos de madera sin éxito, pero del débil brillo que logro crearse pudo oír una voz:
-El género humano al completo -dijo la Señora de Fuego, se verá privado del fuego por la falta de respeto de esta joven.
Dijo también que lo único que le haría cambiar de idea sería que la mujer pagara su sacrilegio sacrificando a su único hijo, pues de su agonizante corazón se prendería la lla­ma que habría de salvar a la humanidad. Llorando, la madre entregó a su querido hijo. La Señora del Fuego se alzó en una elevada llama y se llevó al niño al cielo, a ninguno de los dos volvieron a ser vistos nunca más. La joven madre lloro amar­gamente la muerte de su hijo, pero en el campamento y en el resto del mundo, hombres y mujeres suspiraron de alivio cuando todos los fuegos se volvieron a avivar.

0.085.4 anonimo (artico)

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