La religión
bon cuenta con numerosas leyendas acerca de la creación y todas ellas induyen
determinados elementos comunes. La mayoría comienza con un vacío que reproduce
su propia materia que aún está por formar. El primer paso en el proceso era,
con bastante frecuencia, la aparición de una luz que iluminaba la oscuridad rimordial.
Porteriormente, el vacío producía un huevo o huevos, que, a su vez, daban a luz
a los seres creadores.
Un
relato describe cómo, tras surgir de la nada y engendrar dos resplandores
independientes (cada uno de los cuales personificaba una faceta básica de la
vida), uno fue brillante y paternal, y el otro apagado y maternal. Luego,
cuando la conciencia se propagó, surgió el frío, seguido de la helada y el
relumbrante rocío, que se establecieron en un lago semejante a un espejo que se
enrolló hasta formar un huevo.
De éste
salieron dos aguilas: una recibió el nombre de Brillo intenso y la otra de
Oscuridad atormentada. Cuando se aparearon tuvieron tres huevos más: uno blanco,
uno negro y otro moteado. El dios creador Sangpo Bumtri emergió del primero;
del segundo surgió un arrogante y oscuro hombre, y del tercero nació un
orador. Sangpo Bumtri creó entonces el mundo inhabitado.
En su
mano derecha colocó oro y turquesa y, a continuación, entonó una oración, al
término de la cual apareció una montaña de esos mismos preciados materiales,
que más tarde se convertiría en el mundo humano, con el cual se creó la raza de
las personas de cabeza negra. En su mano izquierda colocó un mejillón y una
piedra preciosa, y, al volver a orar, surgió una montaña de mejillones y un
valle de piedras preciosas, de donde nacerían los espíritus celestiales. Frente
a él colocó un cristal y una luz roja, que se convirtieron en el hogar de los
animales del mundo.
0.087.4 anonimo (tibet)
No hay comentarios:
Publicar un comentario