Uno de los relatos que recoge Giovanni
Boccaccio en su Decamerón narra la venganza de una esposa hacia el
hombre que había puesto en duda su fidelidad. Y, a pesar de que tardó varios años
en demostrarlo, cuando lo logró fue un momento muy dulce.
Un día
en que Bernabó de Génova alardeaba de la fidelidad de su esposa Zinevra, un
mercader amigo suyo, llamado Ambrogiuolo, se apostó 5.000 florines a que sería
capaz de seducirla, alegando que no existía ninguna mujer casta. Al poco, lo
engañó diciéndole que había ganado la apuesta. En realidad, había logrado
entrar en sus aposentos escondido en un baúl y, aprovechando que la esposa
estaba dormida, se había fijado en detalles de la habitación y de sus encantos
para convencer a Bernabó de que realmente su mujer le había sido infiel.
Furioso, éste pagó la apuesta dio órdenes de que su esposa fuera asesinada.
Sin
embargo, el criado encargado de llevar a cabo la ejecución era muy bondadoso y,
en lugar de matarla, la dejó escapar. Disfrazada de chico, la desconsolada
mujer se dirigió a Egipto y prestó servicios al sultán hasta lograr un puesto
de autoridad en la corte.
Varios
años después, el traidor Ambrogiuolo llego a Egipto en una expedición
comercial. Al reconocer algunas de sus pertenencias entre las mercancías del
mercader, Zinevra le sonsacó la historia de su hipócrita comportamiento. Más
tarde, mediante una estratagema para atraer a Bernabó desde Italia, reunió a
los dos hombres ante el sultán y, bajo amenaza de Tortura, obligó a
Ambrogiuolo a contar la verdad.
Bernabó
quedó abatido por su sentimiento de culpa y se lamentó del horrible mal que le
había causado a su esposa, pero en el momento en que Zinevra reveló su verdadera
identidad, los dos se reconciliaron.
En
cuanto al malvado Ambrogiuolo, el sultán lo condenó a sufrir una muerte
horrible: cubierto de miel y atado a un poste bajo el sol, rodeado de moscas y
mosquitos.
0.083.4 anonimo (edad media)
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