Mitra, el gran dios del sol de la mitología
persa, se convirtió en la deidad principal del mitraísmo, un culto que se
extendió por el Imperio romano a finales de la época clásica. A su lado iba
siempre un fiero jabalí que le prestaba sus servicios en tanto que manifestación
del dios guerrero Verethragna.
Mitra,
cuyo nombre significa «pacto» o «alianza», era el garante del orden cósmico en
la incipiente religión persa. Su asociación con el ciclo del día y de la noche
estableció su vínculo con el sol, tal como se nos cuenta en el Avesta: «Él, el primero de los dioses
celestiales, vigila las montañas de Elburz ante el eterno sol a lomos de un
caballo veloz; él, más valioso que todo el oro, se posa en las hermosas cumbres
y desde allí vigila la morada de los iraníes con un ojo caritAtivo». Sin
embargo, fue también un poderoso luchador, famoso por su maza de cien caras y
por ser el guardián de la khvarnah o
de la «gloria divina», que otorgaba legitimidad a los reyes.
Con su
uniforme marcial, era protegido en todo momento por el temible dios de los
guerreros Verethragna El Avesta
proporciona una lista de las diez apariencias diferentes que esta deidad podía
adoptar, desde un fuerte viento a un carnero salvaje y un espadachín con hoja
de oro. Para protegerse, adquiría la apariencia de un jabalí, que aparece descrito
también en otro himno avestano: «Un jabalí con dientes afilados, un jabalí de
afiladas mandíbulas, que asesina de un solo golpe, perseguidor, embravecido,
con un rostro sudoroso; fuerte, con pies de hierro, con garras de hierro con
armas de hierro, con cola de hierro y mandíbulas de hierro».
0.084.4 anonimo (persia)
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