Inconfundible por sus rizados tirabuzones,
el juvenil Keresaspa era, en cierta forma, el más humano de los héroes
avestanos, muy querido por sus gallardos modales y su tranquilidad. Sin
embargo, estas cualidades un día supondrían su perdición.
Aunque
había matado a numerosos monstruos, como el temible dragón con cuernos Sruvara,
y había protegido al mundo de innumerables ataques perpetrados por las
fuerzas del mal, Keresaspa no disfrutó de la popularidad que le correspondía.
Una vez, mientras preparaba una comida, prendió fuego a un montón de hojas,
sin darse cuenta de que un dragón dormía debajo de ellas. Mientras huía de las
llamas, el monstruo volcó el recipiente y contamino el fuego, un elemento
sagrado para los zoroástricos, de manera que, cuando Keresaspa llego a las
gloriosas puertas del santuario celestial tras su muerte, Ahura Mazda le negó
la entrada. Gracias a la intervención de otros dioses y héroes, que defendieron
su causa de forma muy elocuente y apasionada, al final, el sabio dios del cielo
permitió que entrara.
Sin
embargo, de acuerdo con el Avesta, el
destino de este pícaro espiritual era salvar al mundo en el momento de mayor
necesidad, ya que, al final de los tiempos, Azhi Dahaka, el monstruo con tres
cabezas, cuyo cuerpo estaba formado por lagartos y escorpiones, se liberaría
de la prisión donde se encontraba retenido para volver a atormentar a la
humanidad. Gracias al prestigio alcanzado durante siglos, a Ahura Mazda no le
quedaría otra alternativa que resucitar al mayor guerrero de todos los
tiempos, que bajaría del cielo y golpearía al diabólico dragón con su poderoso
garrote: solo entonces finalizaría la terrible maldición del demonio de una
vez por todas.
0.084.4 anonimo (persia)
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