Al igual que otros muchos soberanos antes
que él, el monarca persa Kay Kavus fue víctima de su propia vanidad ante las
tretas de un artesano divino (el demonio). Sin embargo, la lección que Kay
Kavus aprendió no tuvo un resultado fatal, e incluso puede considerarse
cómica.
conocido
con el nombre de Kavi Usan en el Avesta,
Kav Kavus fue uno de los primeros soberanos legendarios de Persia que desempeñó
también un significativo papel en el Shahnameh.
En tiempos de su reinado, los persas mantenían una épica lucha con el reino vecino
de Turan, situado al noreste, en la actual Turquía. Bajo el intrigante
Afrasiyab, los turanios se empeñaban en poner en peligro la misma existencia
de Persia, pero Kavus siempre estaba dispuesto a acudir en acudir del héroe Rustam,
quien una vez había rescatado al rey de las garras de un temible demonio
blanco que había dejado ciego tanto al monarca como a todo su ejército.
Imprudente
e impetuoso, Kavus tuvo no pocos problemas con otras divinidades en el
transcurso de su reinado. Una mañana, se le acercó un dios con la apariencia de
un cortesano adulador y le dijo que, ya que era dueño señor de todo el mundo, el
siguiente paso lógico debería ser reinar en el cielo. El rey casó en la trampa
y decidió reflexionar acerca del mejor modo de subir a las nubes para imponer
allí también su soberanía.
Por fin
se le ocurrio una idea: ató cuatro águilas a un trono, al que él mismo se había
sujetado con una correa, y colgó, de altos mástiles, por encima de las aves varias
patas de ovino. Cuando las águilas comenzaron a batir las alas para acercarse
a la carne, levantaron el trono hacia las alturas, de manera que, al poco, el
rey se encontraba volando en el cielo.
Pero las
águilas no eran inmunes al cansancio, de modo que, cuando por fin sus fuerzas empezaron
a flaquear, Kavus cayó a tierra de un golpe. Su experimento acabó
ignominiosamente en un bosque de algún lugar del oeste de China. Fue necesario
un pequeño ejército, liderado bajo las órdenes de Rustam, para encontrarlo v llevarlo
de vuelta a Persia, adonde llegó alicaído, por lo menos por aquel entonces, y arrepentido
de su vanidad y de su locura.
0.084.4 anonimo (persia)
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