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miércoles, 13 de marzo de 2013

El flautista de hamelín

El 26 de junio de 1284 un extranjero ataviado con coloridos ropajes se acercó a los representantes de la ciudad de Hamelín, situada en la región de Brunswick, y se ofreció para solucionar un problema que les estaba creando innumerables dificultades: una plaga de roedores había infestado sus des-pensas y sótanos.

Los habitantes de la ciudad aceptaron la oferta del ex­tranjero, de modo que comenzó a tocar la flauta de calle en calle, hipnotizando a los roedores para que fueran detrás de su música. Luego se los llevó a un río cercano, en el que todos se ahogaron.
El consejo de la ciudad quedó muy satisfecho al librarse de la plaga, pero se negó a recompensar al flautista por sus servicios. Así que, algún tiempo después, el misterioso músico volvió a la ciudad para llevar a cabo una horrible venganza, Una vez más, tocó su flauta, aunque esta vez entonando una melodía distinta, que provocó que todos los niños de la ciudad lo siguieran hasta una colina llamada Koppen, en la que los niños y el flautista de­saparecieron por sus laderas para siempre jamás.
La leyenda se consolidó de tal forma en Hamelín a fina­les de la Edad Media que los concejales fecharon documentos «en el año de la trans-migración de los niños» y prohibieron que los músicos tocaran por las calles. Los historiadores sugieren que puede que este suceso se confundiera en la memoria po­pular con la verdadera migración que tuvo lugar de Sajonia a Hungría, o incluso con la cruzada de los niños de 1212, durante la cual miles de niños partieron del valle del Rin para liberar Tierra Santa; muchos de ellos murieron de inanición o fueron vendidos como esclavos y, al igual que los niños de Hamelín, nunca volvieron a casa.

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