Una vez, un rey del pueblo baganda, que
vivió en lo que en la actualidad es Uganda, puso a prueba la habilidad de su
herrero Walukaga, pidiéndole que fuera más allá de los límites de su oficio. El
tema del soberano que impone a uno de sus súbditos una tarea imposible es
recurrente en numerosas culturas.
El rey
deseaba ofrecer algo fuera de lo común que hiciera que todos los hombres
respetaran su territorio, por lo que convocó a su herrero Walukaga y le ordenó
que creara un hombre de carne y hueso a partir de hierro. Era bien sabido por
todos que el monarca se sentiría furioso si lo contrariaban, por lo que el
herrero no puso ninguna objeción. Pero sabía que se encontraba en una posición
nada envidiable: la tarea lo superaba, peno el rey se enfadaría si no la llevaba
a cabo.
Cuando
pidió consejo a sus amigos, ninguno pudo ayudarle, con la excepción de uno, un
hombre con el que había mantenido una estrecha amistad, pero que luego fue
considerado un demente. Este amigo sugirió que Walukaga aceptara el reto, pero
sólo si se cumplían determinadas condiciones previas: el rey, debía ordenar a
sus súbditos que se afeitaran la cabeza y quemaran su cabello para producir
mil remesas de carbón vegetal con el que prender fuego al horno; además, debía
tamhién ordenarles que recogieran sus lagrimas hasta lograr cien recipientes de
agua que verter en el fuego y evitar así el sobrecalentamiento de la forja.
Walukaga
expuso sus condiciones y el rey dio a conocer sus órdenes. Sin embargo, los
miembros de la tribu no pudieron llevar a cabo las órdenes del monarca, ya que
el cabello quemado de todos los súbditos sólo proporcionó una única remesa de
carbón, y sus lágrimas sólo lograron llenar dos recipientes. Entonces, el rey
convocó a Walukaga y le anunció que quedaba liberado de su onerosa tarea, dado
que no había logrado el carbón ni el agua exigidos. Walukaga dio las gracias al
monarca y dijo que le había exigido unas condiciones previas imposibles porque
él mismo le había pedido llevar a cabo una tarea igual de imposible. El rey
explotó, pero no de enfado, sino de risa, y la sabiduría de Walukaga fue
elogiada a lo largo y ancho del mundo.
0.009. anonimo (africa)
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