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viernes, 5 de octubre de 2012

La madre muerta


El vampiro era muy diferente al Drácula de la ficción popular. Más que un vengativo espectro del terror, podía ser un desgraciado espectro perdido por los caprichos del destino. Y, como se muestra en el siguiente relato, no era siempre un hombre.

Una joven pareja vivía felizmente unida y era la envidia de todos por el amor que se profesa­ban el uno al otro. Pronto, la mujer dio a luz a un niño sano y fuerte, pero a las pocas horas de su nacimiento, la pobre mujer murió. Su marido, desola­do por la pérdida de su esposa, se angustió pensando en el futuro del bebé: aunque pudiera ofrecerle todo su amor, necesitaba la leche y la ternura de su madre, algo que él no podía ofrecerle.
Una anciana se hizo cargo del niño, pero éste no co­mía nada de lo que la mujer le ofrecía; no le apete­cía leche a lo único que hacía era llorar y llorar. Sin embargo, con el paso del tiempo fue creciendo y durante un breve período sus quejas cesaron.
Una noche, el padre del niño decidió vigilar para ver qué estaba ocurri-endo y se tum­bó como si fuera a dormir, con una vela junto a la cama, con la llama oculta en un recipiente de barro.
Durante algunas horas lo único que pudo oír fue el incesante llanto del niño, pero al llegar la medianoche, la puerta se abrió con un crujido y una oscura silueta se coló dentro. La misteriosa figura se dirigió hacia la cuna donde el bebé no paraba de quejarse, tomó al pequeño y éste se quedó tranquilo y en silencio.
El padre destapó la llama de la vela y descubrló la visión que menos podía imaginar: allí estaba sentada la madre incier­ta, dando el pecho tranquila-mente a su hijo. Cuando vio la vela, alzó la vista con tristeza, pues no podía soportar su luz, y se marchó de la habitación en silencio mientras miraba hacia atrás. Más tarde, el padre se acercó a toda prisa a la cuna y en­contró a su bebé muerto.

0.008. anonimo (eslavo)

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