Tras la destrucción del cuarto sol, los
dioses acordaron que era necesario sacrificar a uno de entre ellos para crear
uno nuevo. El vanidoso y apuesto Tecuciztécatl se ofreció voluntario, pero los
dioses decidieron que debía competir con el humilde Nanahuatzin.
Mientras
los dioses construían una pira expiatoria, Tecuciztécatl y Nanahuatzin hacían penitencia
sobre dos montículos. Cuando el fuego se hizo abrasador, Tecuciztécatl corrió
hacia las llamas, pero retrocedió cuatro veces por el insoportable calor.
Entonces, los dioses acudieron a Nanahuatzin, quien, sin dudarlo, se arrojó a
las llamas. Animado por la enorme valentía de Nanahuatzin, Tecuciztécatl corrió
también hacia lapira. Los dioses esperaron entonces la llegada de un nuevo Sol,
pero en su lugar, Tecuciztécati emergió como la Luna, proyectando una luz
cegadora. Para atenuar su resplandor, uno de los dioses le arrojó un conejo a
la cara, que desde entonces se puede ver en el rostro de la luna llena.
Nanahuatzin
ascendió a los cielos como el nuevo Sol, pero se negó a moverse hasta recibir
la sangre y los corazones del resto de las deidades. Indignado ante su
exigencia, el lucero del alba atacó al Sol con sus dardos y lanza; sin embargo,
fue derrotado y arrojado al mundo de los muertos. El dios del sol fue
reconocido entonces como el dios supremo y, a partir de ese momento, los 1.600
dioses permitieron que los sacrificaran.
0.010. anonimo (centroamerica)
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