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viernes, 5 de octubre de 2012

La lavandera del vado

Un tema recurrente en la mitología celta es el de la lavandera del vado, una diosa de la guerra que solía aguardar en un vado, a veces bajo la apariencia de una mujer y otras de un cuervo o de una corneja, y que decidía qué guerreros de los que pasaban junto a ella morirían ese día en el campo de batalla.

Mientras se dirigían al campo de batalla, un grupo de guerreros se detuvieron en un vado, donde contemplaron la terrible vi­sión del espectro de una mujer esbelta que los miraba con sus ojos rojos de ira a través de su cabello cano­so. En sus pies, bañados en sangre, yacían amontonados los cuerpos de varios guerreros, algunos tan desfigurados que ni sus propias madres hubieran podido reconocerlos.
Ante la mirada atónita de los guerreros, la mujer soltó una aterradora carcajada que hizo que un escalofrío les recorrie­se todo el cuerpo. Con movimientos lentos, la mujer levantó uno de los brazos y fue apuntando a cada uno de los hombres. Al final, el jefe del grupo reunió valor para aproximarse a la mujer y, con un esfuerzo indecible, logró preguntarle:
-¿Quién eres?
-¿Yo? -exclamó- Soy Morrigan, la reina fantasma, aunque algunos me llaman la lavandera del vado. Me dedico a vagar por las corrientes de Irlanda, haciendo desaparecer los pecados de los hombres.
-¿Y quiénes son? -preguntó el jefe del grupo. ¿Son pe­cadores los hombres que yacen en la terrible pila que tenemos ante nosotros? ¿Son los que has matado y mutilado hoy?
-Morrigan exclamó entonces:
-¡Yo no he matado a estos hombres, ni siquiera les he tocado un pelo de sus cabezas! –Al decirlo, atravesó a los hom­bres con su mirada-. Mirad de nuevo a estos guerreros muer­tos. Son los hombres que están a vuestra espalda, pero como estarán esta noche, después de la batalla. Yo tan sólo me limito a limpiar la sangre de sus miembros.
El jefe miró de nuevo los cuerpos y reconoció a alguno de los guerreros que lo acompañaban. Entonces, Morrigan se inclino sobre tan sangriento botín y mostró un objeto al jefe. Este lo miro y reconoció su propia cabeza entre los cabellos ensangrentados.

0.024. anonimo (celta)

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