Las fábulas con animales eran muy populares
en África. Los relatos podían ser cómicos o solemnes, pero la vida que
retrataban carecía por lo general de sentimientos. Una historia de los lega, un pueblo del Congo, plantea los límites de la amistad.
Un
lagarto y una gallina de Guinea vivían en una aldea en la que el poder era
asumido por turnos. Cuando le llegó el turno al lagarto, éste hizo todo lo
posible para garantizar que su investidura tuviera el esplendor que le correspondía.
Y así, se hizo con un tambor ceremonial, un atuendo magnífico, una piel sobre
la que poder tomar asiento y gran cantidad de cerveza para los curiosos.
Deseoso
de tener un penacho para su tocado, hablo con su amiga la gallina de Guinea.
Ésta le presentó plumas de todos los tamaños y formas, pero no le bastaba ninguna,
ya que el lagarto anhelaba la espléndida cresta de la propia gallina. Al final,
se la cortó a regañadientes y, desde entonces, quedó trasquilada.
Terminó
el plazo del lagarto y le llegó entonces el turno a la gallina de Guinea,
quien deseó también que la ceremonia fuera grandiosa, y reunió los tambores
necesarios, bebida y sus mejores galas. Pero, una vez más, le faltaba algo, una
piel, en concreto la de un lagarto, y quid
pro quo, insistió en que sólo se conformaría con la del propio lagarto. La
opinión pública se puso de parte de la gallina, por lo que al final el reptil
tuvo que aceptar ser despellejado, con lo que ello conllevaba. Un proverbio
lega explica la moraleja: no pidas a un amigo más de lo que te pueda ofrecer.
0.009. anonimo (africa)
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