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viernes, 5 de octubre de 2012

El campesino y los santos


Famoso por su bondad, san Nicolás fue la inspiración de la célebre figura de Santa Claus. En este cuento popular ruso, su clemencia contrasta con la rabia del profeta Elías, que, en la doble fe de la Rusia medieval, fue identificado con el dios pagano de la tormenta.

Había una vez un cam­pesino que sentía gran devoción por san Nicolás, pero en cambio no solía en­contrar tiempo para el profeta Elías. Con gran devoción, solía encender una vela ante el icono de san Nicolás el día de la festi­vidad del santo, pero cuando llego el día consagrado a Elías; se fue a sus nego­cios como hacía habitualmente, sin prestar atención a la festividad. Furioso ante la impertinencia del campesino, el profeta le prometió a san Nicolás que mandaría tormentas de granizo y rá­fagas como relámpagos para destruir las cosechas del campesino.
El santo se dirigió entonces al campesino y le advirtió que vendiera sus cosechas al sacerdote de la iglesia del pue­blo erigida en honor a Elías. El campesino hizo lo que le dijo y, en una semana, una tormenta de granizo destruyó los cultivos.
Elías alardeaba frente a san Nicolás de haberse vengado del irrespetuoso campesino, pero el santo le comentó que en realidad el perjuicio no había sido para aquél, sino para su propio sacerdo­te, quien hacía poco había adquirido las tierras de cultivo. Enton­ces Elías prometió devolver al campo su antigua gloria. Al oír esto, san Nicolás le dijo al campesino que volviera a comprar su campo de cultivo. El sacerdote, como era de esperar, aceptó vendérselo de buen grado.
El profeta envió luz del sol y suaves lluvias, y en el campo floreció una nueva cosecha de centeno. Pero cuando supo que le habían engaña­do, se enfureció y prometió que, por muchas maravillas que el campesino plantara en la era, no producirían ni un solo grano.
Entonces. el santo le dijo al cam­pesino que trillara las gravillas de una en una, de manera que al hacerlo pudo acumular una gran reserva de grano. Cuando Elías vio esto, se dio cuenta de que san Nicolás había estado ayu­dando al campesino, y esta vez se negó a contarle al santo cuál era su siguiente plan. Pero éste le dio al campesino un último consejo.
Al día siguiente, Elías y san Nicolás, disfrazados de pere­grinos, se encontraron con el campesino en un camino cercano a sus cultivos, portando una vela grande y otra pequeña. Cuan­do el santo le preguntó adonde iba, el hombre contestó que te­nía intenciones de encender una enorme vela frente al icono del profeta, por haberle concedido una cosecha tan maravillosa, mientras que la pequeña estaba destinada a san Nicolás. La ira de Elías por fin se vio aplacada y, apartir de ese día, el campesino rindió honores a ambos santos y vivió una vida feliz y tranquila.

0.008. anonimo (eslavo)

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