Famoso por su bondad, san Nicolás fue la
inspiración de la célebre figura de Santa Claus. En este cuento popular ruso,
su clemencia contrasta con la rabia del profeta Elías, que, en la doble fe de
la Rusia medieval, fue identificado con el dios pagano de la tormenta.
Había
una vez un campesino que sentía gran devoción por san Nicolás, pero en cambio
no solía encontrar tiempo para el profeta Elías. Con gran devoción, solía
encender una vela ante el icono de san Nicolás el día de la festividad del
santo, pero cuando llego el día consagrado a Elías; se fue a sus negocios como
hacía habitualmente, sin prestar atención a la festividad. Furioso ante la
impertinencia del campesino, el profeta le prometió a san Nicolás que mandaría
tormentas de granizo y ráfagas como relámpagos para destruir las cosechas del
campesino.
El santo
se dirigió entonces al campesino y le advirtió que vendiera sus cosechas al
sacerdote de la iglesia del pueblo erigida en honor a Elías. El campesino hizo
lo que le dijo y, en una semana, una tormenta de granizo destruyó los cultivos.
Elías
alardeaba frente a san Nicolás de haberse vengado del irrespetuoso campesino,
pero el santo le comentó que en realidad el perjuicio no había sido para aquél,
sino para su propio sacerdote, quien hacía poco había adquirido las tierras de
cultivo. Entonces Elías prometió devolver al campo su antigua gloria. Al oír
esto, san Nicolás le dijo al campesino que volviera a comprar su campo de
cultivo. El sacerdote, como era de esperar, aceptó vendérselo de buen grado.
El
profeta envió luz del sol y suaves lluvias, y en el campo floreció una nueva
cosecha de centeno. Pero cuando supo que le habían engañado, se enfureció y
prometió que, por muchas maravillas que el campesino plantara en la era, no
producirían ni un solo grano.
Entonces.
el santo le dijo al campesino que trillara las gravillas de una en una, de
manera que al hacerlo pudo acumular una gran reserva de grano. Cuando Elías vio
esto, se dio cuenta de que san Nicolás había estado ayudando al campesino, y
esta vez se negó a contarle al santo cuál era su siguiente plan. Pero éste le
dio al campesino un último consejo.
Al día
siguiente, Elías y san Nicolás, disfrazados de peregrinos, se encontraron con
el campesino en un camino cercano a sus cultivos, portando una vela grande y
otra pequeña. Cuando el santo le preguntó adonde iba, el hombre contestó que
tenía intenciones de encender una enorme vela frente al icono del profeta, por
haberle concedido una cosecha tan maravillosa, mientras que la pequeña estaba
destinada a san Nicolás. La ira de Elías por fin se vio aplacada y, apartir de
ese día, el campesino rindió honores a ambos santos y vivió una vida feliz y
tranquila.
0.008. anonimo (eslavo)
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