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domingo, 7 de octubre de 2012

Yuki-onna, la doncella de las nieves

Tras retirar la capa de nieve, los miembros de la partida de rescate por fin dieron con el viajero perdido, en cuyo rostro podía verse una sonrisa. Lejos de tener el aspecto de alguien enterrado en una tumba helada, parecía haber pasado una noche de pasión entre los brazos de una hermosa dama.

Sin la agonía de la congelación, y aplacados sus arrebatos de miedo, un senti­miento de serenidad invadió a la víctima de hipotermia, preparándola para la más seductora de las muertes. Esta actitud de aceptación del destino final se personificó en la figura de Yuki-onna, la Doncella de las Nieves. que atraia a hombres desventurados. Con un horrendo rostro de color blanco fantasmagórico, tenía un cuerpo tan hermoso, y sus caricias eran tan dulces, que ningún hombre po­día resistirse a sus insinuaciones.
Un joven se encontró causalmente con Yuki-onna mientras viajaba por las montañas con un compañero de mayor edad. Tras encontrar refugio durante una ventisca en una cabaña remota, el joven se despertó por la luz de una estrella y vio que se aproximaba una hermosa mujer a su cabaña. Al llegar, la misteriosa figura se inclinó por encima del compañero de mayor edad y echó su aliento sobre el rostro del hom­bre. Luego le dijo al joven que le perdonaría la vida con la condición de que jurara no contar nunca su visita a un alma viva.
A la mañana siguiente se encontró solo: la mujer se había marchado y su com­pañero estaba muerto. Presa del terror, continuo su camino sin contar a nadie lo que había ocurrido. Años más tarde, se enamoró de una joven llamada Yuki, con la que se casó, tuvo hijos vivió feliz. Una noche, mientras veía el pálido rostro de su esposa por el reflejo de la luz de la tarde, se acordó de aquella noche en las montañas, muchos años antes. Ensimismado en sus recuerdos, le contó a su joven esposa la extraña histo­ria. De repente, su apariencia se transformó y allí mismo apareció la Doncella de las Nieves, con una expresión de furia en su blanco rostro.
-¿No habías prometido guardar el secreto? -preguntó ella. Si esta vez vuelvo a perdonarte la vida -prosiguió-, es sólo por el amor a tus hijos.
Y, tras la adcertencia, se fundió en la noche ti, la familia no volvió a verla más.

0.040. anonimo (japon)

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