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domingo, 7 de octubre de 2012

Una cosecha maravillosa y copiosa

Amaterasu, la gran diosa del sol, envió a su hermano Tsuki-yomi, el dios de la luna, para que cortejara a la diosa de los alimentos, Ogetsu-no-hime. Su encuentro divino desencadenó violencia, pero tuvo un resultado productivo.

Ogetsu-no-hime vivía en la planicie de juncos central, donde un día se establecieron los mor­tales, y Tsuki-yomi descendió del cielo para vi­sitarla. Al ver que se aproximaba un visitante tan augusto, la diosa produjo alimentos para darle la bienveni­da y agasajarlo.
Cuando dirigió su mirada hacia la tierra surgió el arroz, mientras que al mirar hacia las aguas del océano dio forma a los numerosos peces y a otras criaturas marinas. Entonces dirigió su mirada a las imponentes montañas cu­biertas de nieve y las numerosas criaturas terrestres, de piel suave o cubiertas de duros pelajes, surgieron de sus orificios corporales.
A Tsuki-yomi le indignó que le ofreciera alimento de su propio cuerpo, por lo que blandió su espada con ira y, con un solo golpe de la hoja, abatió a la diosa y volvió al murmu­llo celestial, que aplacó completamente su ira. Sin embar­go, la gran Amaterasu no quedo satisfecha al escuchar su aventura y, desde ese día, se hizo muy extraño ver juntos al Sol y a la Luna.
Amaterasu envió entonces a otra deidad celestial, Amekumabito («cielo-oso-hombre»), para que visitara a la diosa de los alimentos; se cree que pudo representarse mediante una nube, dado que, en la tradición japonesa, ésta era a menudo una mensajera divina. Al llegar, descubrió que la diosa de los alimentos estaba muerta, pero de su cuerpo emergió una maravillosa y abundante cosecha: en su frente creció mijo; en su estómago, arroz; en sus genitales, trigo y legumbres; en sus cejas aparecieron gusanos de seda, mientras que alrededor de cabeza nacieron los antepasados del buey y el caballo.

0.040. anonimo (japon)

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