En el siglo XII, los clanes Taira y
Minamoto libraron una guerra en la que los segundos se impusieron, gesta que
dio lugar a numerosas leyendas. Son abundantes los relatos en los que los
espectros de los guerreros Taira aparecen rondando por los campos de batalla en
los que fueron derrotados.
Se decía
que extrañas luces acallaban la noche y parpadeaban en las aguas del estrecho
de Shimonoseki, donde los Taira fueron finalmente aplastados en la batalla de
Dannoura. Algunos cangrejos frecuentan estas orillas: son los espíritus de los Taira
fallecidos, que se resisten incluso ahora, a abandonar el campo de batalla.
Un
intérprete de laúd o biwa, de nombre
Hoichi, era célebre por sus melodías en que relataba la historia de los Taira. Vivía
en el templo de la familia, situado junto al estrecho. Una noche, un samurái
armado apareció ante él y lo invitó para que acudiera a tocar en un banquete de
dignatarios que deseaban escuchar los avatares de tan mítica batalla. El
guerrero lo condujo a una enorme sala, donde un agradecido público en el que
había numerosos samuráis y elegantes damas ataviadas a la antigua se deleitó
con su recital. A partir de entonces, fue convocado una y otra vez para volver
a actuar, hasta que una noche de tormenta un monje echó de menos a Hoichi en su
habitación y, temiendo por su seguridad, comenzó a buscarlo por todo el
templo. Por fin lo encontró sentado sobre un monumento de piedra del
cementerio, en medio del intenso frío, tocando su biwa y declamando sus poemas ante un público compuesto por las
tumbas de los Taira. Cuando el monje intentó convencerlo de que entrara, Hoichi
reaccionó con furia: ¿cómo se atrevía a interrumpirlo frente a una compañía tan
distinguida?
0.040. anonimo (japon)
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