A su regreso de una misión comercial
fallida en Nubia, un emisario egipcio se lamentaba de su suerte, por lo que un
marinero intentó consolarlo contándole un cuento que comenzaba con una
tragedia, pero que tenía un final feliz.
Un
desconocido marinero iba navegando por el mar Rojo, en dirección a las minas
reales. Su embarcación, de 60 m de longitud, estaba bien equipada y contaba
nada menos que con 120 tripulantes. Pero entonces de
repente, el cielo se cubrió y una fuerte tormenta zarandeó el barco, que se
hundió bajo las olas, al igual que la tripulación al completo, con la única
excepción del narrador.
El
superviv¡ente pudo mantenerse a flote, meciéndose en la superficie del mar, ahora
en calma, pero estaba empezando a perder sus fuerzas cuando, justo a tiempo, se
vio arrastrado por la corriente a la orilla de una isla que parecía un paraíso
terrenal, rebosante de frutas y verduras, así como de cuantos pescados y aves
que el hambriento marinero pudiera desear. Sin embargo, una serpiente gigante
con el cuerpo de oro y las cejas de lapislázuli que habitaba en la isla
amenazó al marinero con quemarlo si no le explicaba cómo había llegado hasta
allí. Pero el pobre hombre estaba muerto de miedo, así que la serpiente se lo
llevó a su guarida y, tras reconfortar al marinero, escuchó su historia. Más
tarde, la serpiente narró su propia y triste historia.
-Hubo un
tiempo en el que había 75 serpientes aquí -dijo- incluida toda mi familia. Pero
una estrella en llamas cayó y las mató a todas, excepto a mí. El destino será
más benevolente contigo. Dentro de cuatro meses llegará un barco que te
llecará de vuelta a casa sano y salvo.
Como
había prometido la serpiente, el barco llegó y el marinero se embarco en él,
cargado de regalos del generoso monstruo. A su regreso a casa, el rey quedo tan
complacido que nombró a su súbdito miembro del séquito real y, como tal, le
otorgó un gran número de sirvientes.
0.034. anonimo (egipto)
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