El nieto de Amaterasu, Honinigi, se enamoró
de la princesa Konohana desde el momento en que la vio caminando junto al mar,
y le pidió que se casara con él minutos más tarde. La noche de bodas consumaron
el matrimonio con gran júbilo bajo la tenue luz de la luna.
En sólo
unas horas, la princesa quedó encinta, lo que provocó en Honinigi no pocas
dudas, Ya que creía que el hijo no podía ser suyo. El asunto no dejaba de
atormentar su mente y, con el tiempo, se lo echó en cara. Konohana, furiosa por
el hecho de que su marido hubiese dudado de su fidelidad, se fue muy ofendida
en silencio, pensando en la forma de demostrar su inocencia.
Junto a
la playa donde se habían encontrado por primera vez, construyó una cabaña de
paja y afirmó en voz alta que demostraría que sus hijos eran de Honinigi:
cuando llegara el momento de dar a luz, entraría en la cabaña y le prendería
fuego; si los bebés salían ilesos, se demostraría que disfrutaban de protección
divina de la abuela de Honinigi, Amaterasu, la diosa del sol.
Konohana
cumplió su promesa y, cuando estaba a punto de parir, se encerró en la cabaña.
Entonces, de forma ceremoniosa, prendió fuego a las paredes de paja de la
diminuta morada. Las llamas no tardaron en devastar el lugar y los allí
presentes dieron por muerta a la princesa.
Pero
ésta parió tres niños sanos: el primero, Honoakari, nació cuando se prendió
fuego a la cabaña; el segundo, Honosusori («brillo de fuego»), vino al mundo
cuando las llamas ardían con mayor intensidad, y el tercero, Hono-ori-hikohoho,
o Hiku-hoho («sombra de fuego»), llego cuando Konohana emergía del corazón de
las llamas.
Ninguno
de los bebés ni su madre sufrieron daño alguno. La prin-cesa cortó los
cordones umbilicales con un cuchillo de bambú y amamantó a los recién nacidos.
Una vez de mostrada la inocencia de su esposa, Honinigi se alegro de poder
hacer las paces después de haber dudado de ella, y la cuidó con gran cariño
durante su convalecencia.
0.040. anonimo (japon)
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