Cuenta la leyenda que una pareja sin hijos
estaba tan desesperada por tener descendencia que rogó a los dioses que los
bendijera con un vástago, aunque su tamaño no superara la punta del dedo
meñique de un adulto. Los dioses respondieron concediendo a la pareja a Issun
Boshi.
Los
padres de Issun Boshi estaban encantados a pesar de su diminuto tamaño, y lo
criaron con gran cariño hasta que, a la edad de quince años, anunció su deseo
de salir al mundo para llevar a cabo hazañas heroicas. Utilizó un cuenco de
arroz y un par de palillos a modo de barco y remos para desplazarse a través de
la corriente, y una aguja y un palo hueco hicieron las veces de espada y
funda.
Tras
llegar a Kyoto, por aquel entonces la capital del reino, comenzó a trabajar
para una familia noble. Un día tuvo que acompañar a la hija de los nobles al
santuario de la diosa Kannon.
Cuando
dos espíritus malignos los atacaron, Issun Boshi comenzó a brincar con furia
para entretenerlos. Al verlo, un demonio descendió con desdén, lo inmovilizó y
se lo tragó entero. Pero al atacarlo con su espada, el diminuto guardaespaldas
provocó en el demonio un dolor interno tan insoportable que consiguió que lo
escupiera antes de que su agonía fuera todavía mayor. Issun Boshi entonces
saltó directo a uno de los ojos del otro demonio, donde una vez más clavó su
espada.
Los dos
demonios no tardaron en huir del escenario de la emboscada. Mientras Issun
Boshi aceptaba el agradecimiento de su señora, vieron una maza mágica que los
espíritus malignos habían dejado atrás durante su huida. En realidad, era la
maza de la suerte: si se golpeaba el suelo con ella, concedía un deseo. La
damisela a quien Boshi protegía la tiró contra el suelo con el deseo de que su guardaespaldas
adquiriera un tamaño normal, e, inmediatamente, el valiente Issun Boshi
adquirió el tamaño de un samurái corriente. Se casaron y vivieron felices, e
Issun Boshi se convirtió en todo un héroe.
0.040. anonimo (japon)
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