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domingo, 7 de octubre de 2012

La caceria del jabalin de calidón

Cuando el inofensivo Meleagro era todavía un bebé, las parcas le dijeron a Altea, su madre, que la vida del niño duraría tanto como un tronco de árbol que estaba ardiendo en la chimenea. Entonces Altea sacó el tronco del fuego, lo apagó y lo guardó en un lugar secreto de su palacio.

Cada año, el padre de Meleagro, Eneo, rey de Calidón, ofrecía un sacrificio a los doce dioses del Olimpo, y su reino pros­peraba gracias a ellos. Pero un año se olvidó de Artemisa, quien, como venganza, envió un jabalí gigante que asoló los campos y causó gran mortandad entre el ganado y los pastores.
Eneo mandó heraldos solici­tando ayuda, prometiendo los col­millos y la piel del animal a quien lo matara. Numerosos héroes de toda Grecia acudieron para capturar a la bestia, liderados por Meleagro; se dice que entre ellos estaban Jasón y Teseo. Acudió también Atalanta, una chica que, tras haber sido abandonada cuando era un bebé, fue amamanta­da por una osa y creció junto a los cazadores de las montañas. Era, por tanto, muy diestra en el arte de la caza y, además, era la corredora más veloz del mundo.
Pero, en realidad, Artemisa estaba utilizando a Atalanta como artimaña para arruinar a Eneo, y Meleagro se enamoró de ella. Así, cuando el resto de los cazadores se quejó de que una mu­jer podría traerles mala suerte, los mandó callar, mostrándole así su incondicional apoyo.
En el bosque, Hileo y Reco, dos centauros que for­maban parte de la cacería, in­tentaron violar a Atalanta, pero ésta les disparó, mientras el ca­zador Anceo moría descuarti­zado por los colmillos del jaba­lí. Atalanta fue la primera en herir al temible, pero fue Melea­gro quien finalmente lo mató. Éste ofreció la piel a la joven, pero semejante acto de genero­sidad resultó excesivo para al­gunos de los cazadores. En concreto, Toxeo y Plexipo, dos de los hermanos de su madre, no estuvieron de acuerdo con la deci­sión de Meleagro y, en un arrebato de ira, asesinó a los dos.
La madre de Meleagro, al ver cómo traían los cadáveres de sus hermanos, maldijo a su hijo, sacó el tronco medio que­mado del arcón en el que lo había guardado y lo arrojó al fue­go. En ese instante, Meleagro murió. Sus hermanas rompieron a llorar y Artemisa las convirtió en gallinas de Guinea. Más tar­de, Aitea, llena de remordimientos, se ahorcó.

0.060. anonimo (grecia y roma)

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