Ariadna dejó hogar y familia para escapar
con Teseo, pero acabó sola en una isla remota, lo que la convirtió en el típico
arquetipo de mujer abandonada. Sin embargo, su historia tuvo un final feliz,
pues un dios acudió a rescatarla.
El intrépido Tosco se dirigía a Creta para
luchar con el temible minotauro, cuya guarida se encontraba debajo del palacio
de Minos. Ariadna, la hija del rey, se enamoró del joven y decidió ayudarlo
para vencer al monstruo, movida por la ilusión de que se la llevaara a Atenas; y
se casara con ella.
Sin
embargo, iba a sufrir una cruel decepción, pues al llegar a la isla de Día
(identificada por la mayoría de los estudiosos como la moderna Naxos, aunque
algunos piensan que en realidad se encuentra a escasa distancia de la costa
norte de Creta), Toseo la abandonó. Mientras la joven dormía en la orilla, el
héroe y sus compañeros se alejaron en barco, dejándola sola en una tierra
extraña.
Por suerte,
los dioses del Olimpo oyeron sus lamentos y el mismo Dioniso acudió a
rescatarla. El dios del vino llego a la isla acompañado de un alegre séquito de
sátiros y ménades, e informó a la asustada doncella de que se disponía a
casarse con ella de inmediato, diciéndole:
-¡Tu
regalo de boda es el propio cielo!
Los dos
volvieron juntos al Olimpo, donde, con el paso de los años, Ariadna dio a su
divino marido numerosos hijos. Siglos después, su historia atraería la
atención de numerosos pintores, entre los que destacan el artista italiano del
siglo XV Tiziano, autor del célebre cuadro titulado Bao y Ariadna. Baco era el nombre romano de Dioniso. En el siglo
XX, el compositor alemán Richard Strauss compuso la opera Ariana en Naxos, una de las más admiradas.
0.060. anonimo (grecia y roma)
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