Un día, un joven curandero llamado Melampo
fue a la corte del rey Preto Tirinto. Melampo era una persona de extraños dones
que era capaz de comprender el lenguaje de los animales, lo que le permitió
curar la impotencia del hijo de otro rey, Filaco.
Cuando
Filaco pidió a Meleagro que curara a su hijo, de nombre Ificlo, sacrificó a dos
toros en honor a Apolo, y cuando dos buitres acudieron para alimentarse de los
restos, oyó la conversación que mantenían.
Recordaban
que, en cierta ocasión, cuando Iflico todavía era un niño, habían visto a Filaco
castrando carneros en ese mismo lugar. El rey se dirigió hacia el niño con el
cuchillo ensangrentado e Iflico se asustó, pensando que él también iba a ser
castrado. El rey clavó entonces el cuchillo en un árbol cercano para consolar a
su hijo, pero el miedo lo había dejado impotente. Los buitres le dijeron que Iflico
podría curarse si se extraía el cuchillo del árbol, se raspaba la sangre del
carnero y se la daba a beber a Iflico. Melampo llevó a cabo la sugerencia de
los buitres y curó a Iflico.
Entretanto,
Preto también sufría con sus propios problemas sus tres hijas vagaban por las
montañas asaltando a los viajeros. Melampo pudo encontrarlas y purificarlas, y se
casó con una de ellas. Lisipe, por lo que heredó el reino de Preto tras la
muerte de éste.
0.060. anonimo (grecia y roma)
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