Un conjunto de relatos ilustran el papel
esencial que desempeñaba la flora en la mitología japonesa. Según dicha
tradición, estaba provista de un alma que vivía y sentía, al igual que ocurría
con los animales y los seres humanos. Se decía, incluso, que habían existido
vínculos de amor y respeto entre las diferentes plantas.
Si bien
muchos mitos están relacionados con especies concretas, algunas parecen
demasiado extravagantes como para haber existido, por lo que cabe imaginar que
el valor de estos relatos es simbólico. El relato del roble de Tsukushi, por
ejemplo, que era tan alto que proyectaba su sombra a lo largo de cientos de
kilómetros, comienza a tener sentido sólo al final, cuando el árbol cae y mide
su longitud sobre el suelo. Siempre que una cadena de montañas era lo bastante
ancha como para que cientos de personas pudieran caminar por ella juntas, su
historia parecía haberse ideado para explicar la existencia de un rico filón
de carbón.
El objetivo
de otro árbol gigante, el gran castaño de Kurita, situado en la región de Omi,
fue dar una lección de moralidad. Era tan alto que su sombra oscurecía los campos
de arroz de numerosos distritos, por lo que, al final, el gobernador de la provincia
ordenó que lo talaran.
Sin
embargo, por más fuerza que empleaban, sus hombres no lograban echarlo abajo, ya
que todos los cortes que hacían en el tronco durante el día aparecían reparados
de forma misteriosa a la mañana siguiente, lo que los obligaba a volver a
empezar desde cero.
El resto
de las plantas de la religión honraban al árbol como a su rey y le prestaban
su propio bálsamo cada noche para sanarlo, y, mediante esta solidaridad
ecológica ganaban la batalla. Sin embargo, un exceso de orgullo supuso la perdición
del árbol: cuando, una noche, la hiedra le ofreció su bálsamo para sanar las
heridas, el castaño rechazó con altanería la ayuda de una trepadora tan
humilde. Profundamente ofendida, la hiedra decidió vengarse y, en un sueño, se
apareció a los leñadores, les contó el motivo por el que no lograban cortar el
roble y, por si fuera poco, les enseñó a evitar que surtiera efecto la savia
curativa de otras plantas. Así, en pocos días, el poderoso castaño casó con
gran estrépito.
0.040. anonimo (japon)
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