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domingo, 7 de octubre de 2012

El gran castaño de kurita

Un conjunto de relatos ilustran el papel esencial que desempeñaba la flora en la mitología japonesa. Según dicha tradición, estaba provista de un alma que vivía y sentía, al igual que ocurría con los animales y los seres humanos. Se decía, incluso, que habían existido vínculos de amor y respeto entre las diferentes plantas.

Si bien muchos mitos están relacionados con especies concretas, algunas pa­recen demasiado extravagantes como para haber existido, por lo que cabe imaginar que el valor de estos relatos es simbólico. El relato del roble de Tsukushi, por ejemplo, que era tan alto que proyectaba su sombra a lo largo de cientos de kilómetros, comienza a tener sentido sólo al final, cuando el árbol cae y mide su longitud sobre el suelo. Siempre que una cadena de montañas era lo bastan­te ancha como para que cientos de personas pudieran caminar por ella juntas, su his­toria parecía haberse ideado para explicar la existencia de un rico filón de carbón.
El objetivo de otro árbol gigante, el gran castaño de Kurita, situado en la región de Omi, fue dar una lección de moralidad. Era tan alto que su sombra oscurecía los campos de arroz de numerosos distritos, por lo que, al final, el gobernador de la pro­vincia ordenó que lo talaran.
Sin embargo, por más fuerza que empleaban, sus hombres no lograban echarlo abajo, ya que todos los cortes que hacían en el tronco durante el día aparecían repara­dos de forma misteriosa a la mañana siguiente, lo que los obligaba a volver a empezar desde cero.
El resto de las plantas de la religión honraban al árbol como a su rey y le presta­ban su propio bálsamo cada noche para sanarlo, y, mediante esta solidaridad ecológica ganaban la batalla. Sin embargo, un exceso de orgullo supuso la perdición del árbol: cuando, una noche, la hiedra le ofreció su bálsamo para sanar las heridas, el castaño rechazó con altanería la ayuda de una trepadora tan humilde. Profundamente ofendi­da, la hiedra decidió vengarse y, en un sueño, se apareció a los leñadores, les contó el motivo por el que no lograban cortar el roble y, por si fuera poco, les enseñó a evitar que surtiera efecto la savia curativa de otras plantas. Así, en pocos días, el poderoso castaño casó con gran estrépito.

0.040. anonimo (japon)

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