Entre los primeros cuatro dioses creados
por Ometeotl se encontraba Tezcatlipoca Negro, una incansable y oscura deidad
descrita como «todopoderosa e inigualable». Caprichoso hasta la saciedad, podía
ofrecer riqueza, una larga vida y felicidad para luego arrebatarlo todo.
Uno de
los aspectos más evocadores e inescrutables de Tezcatlipoca es su propio
nombre, que significa «espejo humeante,, en alusión al espejo que llevaba
detrás de la cabeza y, en ocasiones, al que sustituía uno de sus pies,
arrancado cuando lo arrojaron desde el cielo por seducir a una diosa virgen. El
relato del espejo de Tezca-tlipoca es tan oscuro como las imágenes de su
superficie. Una levenda tolteca habla de un espejo cuya superficie era como el
humo y que podía predecir el final de las sequías. Se decía que Tezcatlipoca
había robado este espejo y lo había escondido, lo que prolongaba los episodios
de hambruna. El espejo era «ahumado» porque estaba realizado con obsidiana,
un cristal volcánico de color negro que reflejaba con oscuridad y, a menudo,
distorsionaba las imágenes. Tezcatlipoca podía ver el futuro en él y en los
corazones de su pueblo, circunstancia que lo convirtió en el mecenas de los
chamanes.
Aunque
era un dios impredecible que podía traer desgracias y humillar a los vencedores,
también tenía su lado protector. De acuerdo con un relato, fue el responsable
de guiar a los aztecas durante su búsqueda de una tierra en la que vivir. El
oscuro dios los alentaba narrándoles las visiones que podía ver en su espejo
sobrenatural. De ahí que, cuando los aztecas llegaron a Texcoco a través de
las aguas de la que luego sería la capital de Tenochtitlán, los sacerdotes
colocaran un espejo en el templo de Tezcatlipoca, en el que se podía contemplar
el sombrío y hermoso semblante de la divinidad.
0.010. anonimo (centroamerica)
No hay comentarios:
Publicar un comentario