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domingo, 7 de octubre de 2012

Escila y caribdis

El estrecho entre la península Itálica y Sicilia es muy peligroso para los navegantes, ya que está plagado de inesperados remolinos y corrientes. Estos accidentes naturales sirvieron de inspiración a los relatos de Escila y Caribdis, el terror del estrecho de Mesina.

Escila era una hermosa ninfa de la que Poseidón, el dios de los océanos, se sentía irresistiblemente atraí­do, hecho que provocó los celos de su esposa, Anfi­trite. Para castigar a su desdichada rival, ésta vertió en secreto el jugo de algunas hierbas venenosas en las aguas de la fuente en la que la ninfa solía bañarse.
Tan pronto como se sumergió en el agua, se transfor­me, en un monstruo con doce pies y seis cabezas, cada una de las cuales tenía una boca con tres hileras de dientes, y la parte inferior del cuerpo se convirtió en una manada de perros que ladraban sin cesar. Consternada por su nuevo aspecto, Escila se arrojó desde los acantilados del sur de Itálica, aunque este acto no puso fin a su sufrimiento, pues los dioses la confinaron en una cueva, desde la que atacaba a todas las embarcaciones que se aproximaban, secuestrando a los hombres que estaban en la cubierta.
Los marineros no podían evitar a la temible Escila aden­trándose en el mar, porque allí Caribdis (quien antaño fuera mujer, pero convertida ahora en un malvado remolino) esta­ba al acecho. Era hija de Poseidón y Gea, pero, a pesar de su noble linaje, era ambiciosa y había intentado robar los pre­ciados bueyes de Heracles. Éste se quejó a Zeus, su padre, quien lanzó a Escila un rayo, cayo al mar y se transformó en un remolino que tragaba gran cantidad de agua marina tres veces al día y otras tantas la volvía a vomitar. Sus hambrientas fauces podían lanzar a las pro­fundidades embarcaciones enteras.
Y así surgió el dicho «atrapado entre Escila a Caribdis», similar a la expresión «entre la espada y la pared», que su utilizaba para describir una situación en la que al­guien debía elegir entre dos opciones peligrosas, donde evitar un peligro implicaba inevitablemente enfrentarse al otro.

0.060. anonimo (grecia y roma)

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