La más trágica de las historias de las doce
hijas de Príamo, rey de Troya, fue la de la hermosa Casandra, quien, al igual
que su madre Hécuba y los troyanos Calcas y Laocoonte, gozaba del don de la adivinación.
Sin embargo, este don resultó ser una maldición, ya que estaba predestinada a
que nadie la creyese.
Un día
que Casandra visitaba el santuario de Apolo, éste quedo impresio-nado con su belleza
y, en señal de afecto, le prometió el donde la adivinación. Sin embargo,
cuando, en contrapartida, quiso mantener una relación con ella, la joven
princesa se negó tajantemente a sus insinuaciones.
Apolo,
enfurecido por tal deshonra, quiso entonces vengarse, pero como no podía
arrebatarle el don que le había concedido, ya que no estaba en su poder la
capacidad de deshacer ninguna orden divina, decidió imponerle una cruel
condena que la acompañaría el resto de su vida: a cambio, nadie creería nunca
sus profecías.
A partir
de ese momento, Casandra pudo ver con claridad las tragedias que acechaban a su
pueblo, pero siempre que intentaba ayudarlo, advirtiéndole, por ejemplo, que su
hermano Paris, que se había fugado con Helena, traería la desgracia a Troya,
o que el caballo de madera era en realidad una estratagema de los griegos para
asediar y conquistar la gran ciudad, lo único que recibía eran gestos de incredulidad,
pues todas las personas la tomaban por loca.
0.060. anonimo (grecia y roma)
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