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domingo, 7 de octubre de 2012

Las andanzas de ío

En la relación amorosa entre Zeus e Ío, el mensajero divino Hermes desempeña el papel habitual al ayudar al dios a salir de una situación difícil. Es posible que la historia se inspirase en la figura de Hathor, la diosa con cabeza de vaca del antiguo Egipto, cuyos mitos llegaron a Grecia desde muy antiguo.

Al igual que numerosas mortales bellas, Ío, una sacerdotisa de Hera, había sido seducida por Zeus, marido de aquélla y rey de los dioses. La celosa esposa sorprendió un día a la pareja mientras coqueteaba en un prado, por Lo que Zeus convirtió a su amante en una vaquilla con la esperanza de que un ani­mal de aspecto tan inofensivo pudiera escapar de los celos de su mujer.
Pero Hera se olió la artimaña e insistió en llevarse al animal a su centro de culto en la península del Peloponeso, donde le enco­mendó a Argos Yanop­tes, su monstruoso sir­viente con cien ojos, que la vigilara día y noche sin descanso.
Para recuperar a su amada, Zeus recurrió a la ayuda de Hermes, el mensajero de los dioses y un esce­lente músico. Tras disfrazarse de cabre­ro, se aprosimó a Argos tocando una melo­día tan dulce con su llama que el gigante se quedó dormido. Cuando por fin cerró el úl­timo ojo, Hermes agarró una roca y lo mató de un solo golpe en la cabeza. En honor a su guardián, Hera dispersó los ojos de Argos por la cola del pavo y, furiosa, envió un tábano para atormentar a la vaquilla, quien corrió deses­perada huyendo del aguijón del insecto.
Tras atravesar a nado el Bósforo (el cual tomó su nom­bre de ahí, ya que significa «paso de la vaca»), llegó por fin al mar que mas tarde recibiría el nombre de Jónico. Después de arrojarse a él, fue nadando hasta Egipto.
No obstante, al llegar allí, la suerte de Ío cambió, pues Zeus le de­volvió su forma humana. Entonces dio a luz a un hijo, Épafo, y a una hija, Keroessa. Una vez que Zeus perdió por comple­to el interés por la bella Ío, ésta se caso felizmente con un rey egipcio.
Mas tarde, los mitógrafos sugerirían que esta historia pudo ha­berse inspirado en su origen en los an­iguus relatos protagonizados por Hathor, la diosa con cuernos de vaca del antiguo Egipto.

0.060. anonimo (grecia y roma)

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