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domingo, 7 de octubre de 2012

El craneo y la mujer araña

Existen algunos relatos en los que el gran héroe Yorimitsu se enfrentaba con coraje y astucia a monstruos diabólicos. Este ejemplo del cronista Kenko Hoshi es uno de los más siniestros e inquietantes de la mitología japonesa.

Según el relato de Kenko Hoshi, Yorimitsu se encontra­ba cabalgando junto a Tsuna, su compañero de mayor confianza, cuando ambos quedaron perplejos al ver un cráneo enfrente de ellos, flotando en el aire. Tras seguirlo por la meseta durante una distancia considerable, todavía quedaron más impre-sionados al ver cómo desaparecía a través de la puerta abierta de una mansión en ruinas, de la que ninguno de los dos ni siquiera había oído hablar. En su interior, se encontra­ba una marchita y vieja bruja de cabello cano, cuyos párpados caían hacia atrás sobre su cabeza a modo de sombrero y cuyos pe­chos le colgaban por debajo de las rodillas: era, sin duda, la viva imagen de la horrible decrepitud. Tenía doscientos años, les dijo, y era la guardiana de una mansión plagada de demonios, pero mientras los hombres la escuchaban con atención, no pudieron oír las pisadas fantasmagóricas de un grupo de espíritus diabólicos.
Yorimitsu intentó desenfundar su espada para defender­se, pero se quedó helado de repente ante la visión que tenía delan­te: donde antes había una horrible bruja, ahora se encontraba la más hermosa de las damiselas. Durante unos segundos que se hi­cieron eternos, permaneció sin habla antes de darse cuenta de que la tentadora mujer lo estaba envolviendo con una pegajosa tel­araña. Yorimitsu la apuñaló con su espada, pero la misteriosa figura desapareció sin dejar rastro. Con la ayuda de Tsuna, busca­ron por el edificio en ruinas hasta que encontraron una araña gi­gante en un rincón del desván que yacía enferma y herida, con una punta de espada quebrada incrustada en el cuerpo. Tras ob­servar su propia espada, Yorimitsu comprobó que le faltaba la punta: aquel horrendo monstruo era la damisela que había esta­do a punto de atraparlo con su red de encanto. Tras sacarla a ras­tras de su guarida, los héroes la mataron y le abrieron el tórax, donde encontraron los restos de miles de víctimas humanas.

0.040. anonimo (japon)

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