Translate

domingo, 7 de octubre de 2012

Jonsu y la princesa hitita

A finales del segundo milenio a. C., Egipto mantuvo una prolongada guerra con el Imperio hitita. El conflicto finalizó en el año 1256 a. C. con el matrimonio de Ramsés II con la hija del gobernador hitita, el rey de Hatti. Ramsés otorgó a su esposa el nombre de Nefertiti.

Poco después del enlace matrimonial, llegó un men­sajero del reino hitita con la noticia de que la herma­na de Nefertiti, Bentresh, estaba gravemente enfer­ma. El faraón reunió a los mejores médicos y magos para pedirles su opinión acerca de la enfermedad, pero tras ser incapaces de establecer un diagnostico, decidió enviar a su pro­pio doctor.
Tres años después, éste volvió a casa. La princesa, anun­ció, había sido poseída por espíritus malignos, y solo un dios po­dría curarla. Ramsés se lo consultó a los sacerdotes del templo de Jonsu en Tebas, quienes le formularon la pregunta al pro­pio dios, cuya estatua asintió con la cabeza para indicar que es­taba de acuerdo en que se lo llevaran para curar a la princesa.
Sin embargo, en su condición de protector de Tebas, el dios de la luna. Jonsu, tenía que permanecer en su ciudad, por lo que los sacerdotes se vieron obligados a buscar otra forma alternativa para que les ayudara «Jonsu, el dios que expulsa a los demonios».
Tras un viaje de diecisiete meses de duración, Jonsu lle­gó a la capital hitita y curó a Bentresh. Sin embargo, el padre de ésta quedó tan impresionado ante el poder de sanación de la es­tatua que se negó a dejarla marchar y construyó un santuario para ella en su propio reino. Durante casi cuatro años, la esta­tua permaneció retenida hasta que el rey de Hatti tuvo un sue­ño profético, en el que la figura del dios se alzaba desde su san­tuario en forma de halcón de oro y bajaba en picado hacia el rey, antes de volver a alzar el vuelo en dirección a Egipto.
Al caer en la cuenta de su error, el rey envió la estatua de vuelta a Tebas con una gran ceremonia. La estatua le entre­gó al padre Jonsu todo el botín hitita, pero éste no se adueñó de ningún objeto del tesoro como recompensa para los sacer­dotes de su propio santuario en Hatti.

0.034. anonimo (egipto)

No hay comentarios:

Publicar un comentario