Un ciclo de mitos ambientados en la región
japonesa de Izumo comienza con el descenso de Susano de los cielos y continúa
con las hazañas de su descendiente Okuninushi. De acuerdo con la tradición de Izumo, fue Okuninushi, y no Izanagi ni Izanami, quien creó las islas de
Japón.
Desde el
cabo Mipo en Izumo, Okuninushi vio aun diminuto dios a la deriva en una embarcación
construida con la vaina de la planta del kagami. Al llamar al recién llegado
para preguntarle su nombre, no obtuvo respuesta. Finalmente descubrió que el
dios enano se llamaba Sukulabiko y que él y Okuninushi estaban destinados a dar
forma a las islas de la tierra central de la planicie de juncos.
Una vez
que los dos dioses llevaron a cabo su honorable misión, Sukunabiko viajó a
bordo de su diminuta nave a Tokoyo-no-kuni, la lejana tierra de la eternidad,
situada más allá de los océanos.
Cuando
Okuninushi, con profunda pena, exigió saber cómo podría él solo mantener el
orden en la Tierra, apareció de los océanos una misteriosa deidad que brillaba
con luz celestial y que se ofreció a ayudarlo a gobernar Japón. Declaró que se
mantendría siempre a su lado con la condición de que, a cambio, fundara un
santuario para adorar al dios en la cumbre sagrada de Mimoro.
Un
soberano posterior de Izumo fue Omitsunu («señor de la playa y el campo»), un
nieto de Susano, que aumentó el territorio de Izumo de una forma muy original.
Preocupado
por el hecho de que la región fuera tan pequeña, vio a través de las aguas que
había una tierra abandonada en las orillas de Corea. Se hizo con una cuerda,
ató uno de los extremos a la tierra coreana y el otro a una montaña de Izumo,
el monte Sahime, y ordenó a sus súbditos que tiraran de ella para salvar sus
vidas. Una gran masa de tierra se desprendió y se unió a Izumo. Más tarde,
repitió el mismo truco y tiró de las islas del mar del Japón hasta llevarlas a
Izumo. Los restos de la última cuerda dieron lugar a la playa de Yomi.
0.040. anonimo (japon)
No hay comentarios:
Publicar un comentario