De acuerdo con este relato, perteneciente a
la tradición de los caddo, de Arkansas, la muerte habría sido sólo un intervalo
temporal si el embaucador Coyote no hubiera decidido que fuese definitiva,
solución que tomó para proteger a los seres vivos frente a la escasez.
Al
principio no existía la muerte, lo que hizo que la Tierra se atestara. Debido a
ello, los jefes convocaron un consejo, y uno de los asistentes dijo que las
personas debían morir, pero sólo durante un tiempo, para luego regresar de
nuevo. Sin embargo, Coyote manifestó que debían morir para siempre, ya que, si
todas esas personas volvían a la vida, no habría alimento suficiente rara
mantener a todo el mundo.
Por fin
se decidió que los chamanes de la aldea construyeran una cahaña orientada al
este y colocaran una pluma de águila blanca y negra en la parte superior. Cada
vez que alguien falleciera, la pluma se mancharía de sangre y caería. Luego,
los chamanes se sentarían en la cabaña y entonarían un cántico para convocar
al espíritu del fallecido de manera que volviera a la vida.
Transcurrido
un tiempo, la primera pluma se tiñó de sangre y cayó. Los chamanes se reunieron
y, al cabo de algunos días, un torbellino procedente del oeste rodeó la cabaña y
entró en ella. Entonces apareció un apuesto joven que acababa de fallecer.
Todo el mundo se alegró, excepto Coyote, por lo que la siguiente vez que la
pluma se ensangrentó y cayó del techo, y el torbellino rodeó la cabaña, cerró la
puerta. El espíritu transportado por el torbellino, al encontrar la puerta
cerrada, pasó de largo y, a partir de ese momento, la muerte se convirtió en
definitiva.
0.007. anonimo (norteamerica)
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