Los kato, del norte de California, creían
que Nagaitcho trabajó sin descanso hasta asegurarse de que la Tierra contaba
con los recursos suficientes para sustentar a los primeros seres humanos.
Dos espíritus
creativos, Nagaitcho y Trueno, presidían un avejen-tado cosmos que carecía de
vida. Incluso la roca de arenisca que formaba el cielo era antigua. Trueno
rugió en las cuatro direcciones:
-La roca
es antigua.
-La
repararemos -respondió Nagaitcho.
Extendieron
el cielo y caminaron por él. Más tarde crearon las nubes, para que protegieran
las cabezas de los humanos, a punto de llegar frente a los intensos rayos de
sol.
Nagaitcho
creó a un hombre de tierra. Moldeo una pierna izquier-da y una derecha, y luego
un brazo izquierdo y uno derecho. Más tarde, tomó un poco de hierba, formó un
montón con ella y creó la barriga, y tomó un poco más y creó el corazón. Con
un pedazo redondo de arcilla creó el hígado y, con un poco más, los pulmones y
los riñones, y, por último, le introdujo un junco a modo de tráquea.
-¿Con
qué crearé la sangre? -se preguntó. Entonces machaco un poco de ocre y lo
mezcló con agua. Luego hizo la boca, la nariz y los ojos- Ahora los genitales
-se dijo. Y una vez creados los del hombre, tomó una de las piernas, la partió y
creó a una mujer.
A
continuación, creó todo aquello que los futuros seres humanos necesitarían para
subsistir. Por ejemplo, colocó en el mar algas marinas y moluscos comestibles.
-¿Con
qué haré la sal? -se preguntó, y, acto seguido, la espuma del océano se
convirtió en sal. Más tarde, los indígenas la probarían y decidirían utilizarla
para condimentar sus alimentos.
Al cabo
de un rato, el dios creador dio una vuelta por la Tierra en compañía de su perro,
y juntos contemplaron el hermoso paisaje de secuoyas, robles, castaños,
manantiales, arroyos, colinas y valles. Animales, grandes y pequeños, saciaban
su sed en las aguas que compartían con los seres humanos.
-He
creado una buena Tierra -le dijo al perro. Los frutos secos y las frutas silvestres
estaban maduros. Los ríos estaban a rebosar de peces. Había en abundancia toda
clase de alimentos. Los primeros seres de Nagaitcho habían encontrado un hogar,
y en él vivieron en armonía.
0.007. anonimo (norteamerica)
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