Una figura clave de los relatos indígenas
norteamericanos acerca de la creación era el «buceador terrestre», una criatura
que se sumergía en las aguas primigenias para extraer los granos de arena o el
barro con que se crearía el mundo terrestre. Aquí, un pato encarna al intrépido
héroe.
Antes de
que existiera el mundo, solo había agua, y sólo el creador, el Anciano Coyote,
estaba vivo y solo. Tan fuerte era su deseo de tener compañía que, cuando miró
hacia el agua, vio a dos patos de ojos rojos, a quienes les sugirió que se sumergieran
en las profundidades del mar para ver qué encontraban.
El
primer pato se sumergió y, durante un largo período, no regresó; por fin,
emergió a la superficie y dijo que había llegado al fondo del mar, pero que no
había encontrado nada. Entonces volvió a sumergirse y regresó con una raíz en el
pico. Se sumergió una tercera vez y apareció con un poco de barro.
El
Anciado Coyote quedó muy complacido con lo que vio y anunció que utilizaría
esas materias primas para crear un lugar en el que vivir. Tomó la tierra y
sopló sobre ella, y el puñado de barro aumentó hasta formar el continente norteamericano
y el resto de las tierras que se encuentran más allá de sus fronteras. Luego
plantó la raíz y, hasta donde su vista alcanzaba, se extendieron por el
territorio plantas y árboles. Satisfecho de su obra, pidió a los dos patos su
opinión.
Ambos coincidían
en que la Tierra estaba bien, pero sugirieron que necesitaba cierta variedad,
como montañas y playas, así como valles y lagos. Con solo tocarlo, el Anciado
Coyote embelleció el paisaje. Después creó a los animales y a los primeros
seres humanos, a los que enseñó todas las habilidades necesarias para
sobrevivir.
0.007. anonimo (norteamerica)
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