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viernes, 21 de septiembre de 2012

La busqueda del sol por una araña

Este relato cheroki comienza en la sombría penumbra de la época primigenia. Frustrados al chocar continuamente en la oscuridad, las personas y los animales convocaron una reunión para decidir cómo iluminar el mundo.

En la reunión, el pájaro carpintero de cabeza roja fue el primero en intervenir:
-Los pueblos del otro lado del mundo tienen luz -comen­tó, así que, puede que si vamos allí, nos den un poco.
La zarigüeya macho se ofreció para realizar el viaje y, cuando llego al otro lado del mundo, se encontró con el Sol, agarró un pedazo y se lo escondió en su pelaje. Sin embargo, el Sol estaba tan caliente que le chamuscó la cola o, al llegar a casa, había perdido la luz. El siguiente en salir a buscar luz fue el gallinazo. Ascendió al cielo, atrapó un pedazo de Sol con sus garras y se lo colocó sobre su cabeza, pero el Sol le quemó las plumas y se marchó. Cuando el gallinazo llegó calvo a casa, todos comenzaron a desesperarse.
De repente oyeron la diminuta voz de la abuela araña desde la hierba.
-Habéis hecho todo lo que un macho puede ha­cer, pero quizá una mujer lo haga mejor.
Entonces colocó una bola de arcilla en un recipiente y partió en dirección al sol, dejando un rastro de hilo tras de sí. Cuando estuvo cerca del astro rey, extendió sus patas para hacerse con un diminuto pedazo, lo colocó en el recipiente y, siguiendo el hilo que había dejado a su paso, regresó del este al oeste. Durante su viaje, los rayos de sol crecieron y se extendieron frente a ella, por todo el mundo.
Hasta la fecha, las arañas tejen redes cada mañana con la for­ma del Sol para recordar a las personas quién fue su antepasado divino.

0.007. anonimo (norteamerica)

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