Este relato cheroki comienza en la sombría
penumbra de la época primigenia. Frustrados al chocar continuamente en la
oscuridad, las personas y los animales convocaron una reunión para decidir cómo
iluminar el mundo.
En la
reunión, el pájaro carpintero de cabeza roja fue el primero en intervenir:
-Los
pueblos del otro lado del mundo tienen luz -comentó, así que, puede que si vamos
allí, nos den un poco.
La
zarigüeya macho se ofreció para realizar el viaje y, cuando llego al otro lado
del mundo, se encontró con el Sol, agarró un pedazo y se lo escondió en su
pelaje. Sin embargo, el Sol estaba tan caliente que le chamuscó la cola o, al
llegar a casa, había perdido la luz. El siguiente en salir a buscar luz fue el
gallinazo. Ascendió al cielo, atrapó un pedazo de Sol con sus garras y se lo
colocó sobre su cabeza, pero el Sol le quemó las plumas y se marchó. Cuando el
gallinazo llegó calvo a casa, todos comenzaron a desesperarse.
De
repente oyeron la diminuta voz de la abuela araña desde la hierba.
-Habéis
hecho todo lo que un macho puede hacer, pero quizá una mujer lo haga mejor.
Entonces
colocó una bola de arcilla en un recipiente y partió en dirección al sol,
dejando un rastro de hilo tras de sí. Cuando estuvo cerca del astro rey,
extendió sus patas para hacerse con un diminuto pedazo, lo colocó en el
recipiente y, siguiendo el hilo que había dejado a su paso, regresó del este al
oeste. Durante su viaje, los rayos de sol crecieron y se extendieron frente a
ella, por todo el mundo.
Hasta la
fecha, las arañas tejen redes cada mañana con la forma del Sol para recordar a
las personas quién fue su antepasado divino.
0.007. anonimo (norteamerica)
Muy buen mito los felicitó
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