Un relato del pueblo pawnee de los skidi
demuestra que puede existir una estrecha relación entre los seres humanos y
otras especies. En este relato, la amabilidad mostrada por parte de un humano a
un oso vulnerable se vio más tarde recompensada.
Un
hombre que se encontraba cazando en el bosque cerca de su hogar una vez se
encontró a un osezno abandonado y, en lugar de matar al animal indefenso, ató
una ofrenda de tabaco alrededor de su cuello y lo bendijo, diciendo:
-¡May
Tirawa (la deidad suprema) te proteja!
Tras
regresar al campamento, le contó a su esposa que estaba encinta, lo que había
sucedido, y cuando ésta dio a luz poco después, su hijo creció demostrando en
todo momento un gran respeto hacia los osos. De hecho, era tal su
identificación con ellos, que cuando estaba solo, rezaba a las almas de los
osos.
Cuando
alcanzo la madurez, resulto herido de muerte en una emboscada y su cuerpo fue
desmembrado. Más tarde, un oso y una osa encontraron sus restos mortales y lo
revivieron con la ayuda de poderes sobrenaturales.
El
hombre se recuperó del todo y, vivió durante un prolongado período con sus
benefactores, durante el cual, llego a reverenciar a los osos como los mejores
y, más sabios de todos los seres.
Los
osos, sin embargo, le recordaron el lugar que ocupaba en el orden de las
cosas. Su sabiduría, según decían, era un don de Tirawa.
Finalmente
llegó el momento de regresar con su pueblo y, cuando partió, el oso lo abrazó
con cariño, lo besó en los labios, y lo acarició con sus garras y su pelaje, lo
que le otorgó poder y sabiduría.
Cuando
regresó, se convirtió en un destacado y valeroso guerrero y decidió instaurar
la danza de los osos entre su pueblo.
0.007. anonimo (norteamerica)
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