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viernes, 21 de septiembre de 2012

Los cazadores y las chicas animales

La unión de un cazador mítico con la hija del espíritu «maestro» de una especie animal es un tema recurrente en numerosos mitos norteamericanos. Dos relatos muestran cómo estos matrimonios eran la confirmación de la armoniosa relación entre los cazadores y su presa.

En un mito del pueblo mistassini cree de Quebec, un cazador se casa con una caribú hembra y aprende a ver la realidad desde la perspectiva de su esposa.
A diferencia de otros cazadores, que cuando abatían a un caribú se limitaban simplemente a ver como caía y moría, él podía ver, además, a su espíritu, mientras el cuerpo del animal muerto quedaba atrás con la apariencia de una capa blanca.
En un mito del pueblo pawnee, un cazador está a punto de matar a una búfala en un abrevadero cuando, de repente, se transforma en una hermosa mujer. El cazador se enamora de ella y le regala un collar de cuentas azules y blancas.
Un día, el cazador vuelve y descubre que su esposa y el campamento han desaparecido. Tras buscarla en vano, regresa muy afligido a su tribu. Más tarde, se encuentra con un niño que lleva puesto el mismo collar de su mujer. El pequeño, a quien reconoce como su hijo, lo conduce a la tierra del búfalo, donde los machos lo retan a una serie de difíciles tareas.
Una aez que supera todas las pruebas, los búfalos lo aceptan y se lleva a su esposa a su pueblo. Pero, al llegar, descu­bre que se están muriendo de hambre. Los búfalos aceptan ayudarles, permitiendo que los pawnees los cacen. El hijo del cazador se une a ellos con la apariencia de un becerro amarillo, no sin antes advertir el cazador a los miembros de su pueblo que no deben hacerle nunca daño, pues de lo contrario, no ten­drían a nadie que guiara la manada hacia ellos cada año.
-No, ofrecedme en sacrificio al gran espíritu Tirawa. Un nuevo becerro ocupará mi lugar cada año. Curtid mi cuero y utilizadlo para envolver un fardo sagrado que contenga una espiga de maíz y un pedazo de carne.
A partir de entonces, cada vez que tenían hambre con­vocaban al becerro para que guiara la manada hacia el pueblo y añadían un pedazo de carne de la nueva temporada al fardo.

0.007. anonimo (norteamerica)

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