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viernes, 1 de marzo de 2013

Un bestiario siniestro

Los araucanos eran fieros guerreros y su colorida mitología resulta igual de intimidatoria. Abundan las historias sobre grotescas criaturas híbridas y monstruos que se alimentaban de almas inocentes.

Al vivir en una región cercana al mar, los araucanos contaban con numerosas historias cuyos protagonistas eran ani­males acuáticos, tanto reales como imaginarios. El camahueto era un enorme caballito de mar que podía provocar naufragios, mientras que al cuero, un pulpo con garras, le gustaba darse un festín con los animales o humanos lo bastante imprudentes como para sumergirse en el agua. En ocasiones, salía a la ori­lla para disfrutar del calor del sol y luego provocaba tor­mentas para que el viento lo llevara de nuevo al mar.
El neguruvilu, o guirivilo, era un cruce de zorro y ser­piente que abandonaba su guarida en el lecho del río para atrapar a sus presas y alimentarse de su sangre. Lue­go estaba el huallepen, una oveja con cabeza de ternero que vivía en las corrientes; si se le aparecía a una mujer encinta, ésta en­gendraba un hijo deforme. El colocolo era una pequeña criatura con saliva venenosa que vivía en cavernas subterráneas y el alicanto era un pájaro que se alimentaba de oro, lo que explicaba que brillara con gran intensidad; si se le apresaba, ocultaba su luz de modo que quien lo había cazado pereciera desorientado en medio de la montaña.
Quizá el más terrorífico era el horrible chon-chon. Esta temible criatura era una cabeza humana despojada del resto del cuerpo que uti­lizaba las orejas a modo de alas y acudía por la noche a las casas donde había enfermos. Una vez dentro, luchaba con sus almas y, si lograba derrotarlas, les chupaba la sangre.

0.081.4 Anonimo (sudamericano)

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