El
pueblo huarochirí ocupaba la región de lo que en la actualidad es la capital de
Perú, Lima. La mayoría de lo que conocemos de sus mitos proviene de un
sacerdote español, Francisco de Ávila, quien recopiló las creencias
tradicionales de los huarochirí, la mejor torma de extirpar todo vestigio de la
antigua religión. De manera irónica, sus escritos sirvieron para preservar
las historias que se había pro-puesto destruir.
Los
mitos que Avila recopiló sostienen que los huarochirí estuvieron gobernados
en tiempos remotos por dos dioses, Yana Namca Y Tuta Namca, hasta que un tercer
ser divinno, Huallallo Caruincho, los derrotó y se hizo con el poder,
imponiendo estrictas reglas. Así, a las mujeres sólo se les permitía engendrar
dos hijos, y se las obligaba a elegir uno para que viviera y a entregar al otro
para que fuera consumido por las llamas del dios, quien adoptaba la apariencia
de una bola de fuego. En aquellos tiempos, las tierras eran fértiles y estaban
plagadas de papagayos y tucanes de intensos y vivos colores. Cada semilla que
se plantaba germinaba en cinco días. De manera similar, cuando algún hombre o
mujer moría, volvía a cobrar vida después de cinco días. Sin embargo, vivían
de manera diabólica. Su fácil existencia llegó a su fin cuando un nuevo dios,
Pariacaca, emergió de cinco huevos sobre el monte Condor Coto, derrotó a
Huallallo Caruincho y condujo a su pueblo tierra adentro.
De
acuerdo con Ávila, las exuberantes tierras se denominaban Yunca o Ande (el
primer término hace referencia a los valles fértiles que se extienden hasta la
costa). De acuerdo con otra versión, se llamaron «antitierras», término génerico
que podría hacer referencia a los cálidos paisajes de las tierras bajas.
0.081.4 Anonimo (sudamericano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario