Cuando
se aproximaba al extremo sur del subcontinente americano, la flota de
Magallanes se refugió en una cala para pasar el invierno. Un día, se
sobresaltaron al ver a un gigante desnudo en la orilla, danzando y cantando, y
arrojándose tierra y polvo sobre la cabeza mientras hada cabriolas.
Desconcertados ante semejante imagen, Magallanes ordenó a uno de sus hombres
que se aproximara al extraño y que imitara su comportamiento para
tranquilizarlo y poder comunicare, con él.
El
hombre cumplió las órdenes de Magallanes, y condujo al gigante a un islote, en
el que el resto de la tripulación esperaba. Una vez en él talló una imponente
figura, que prácticamente lo doblaba en tamaño, con un enorme rostro pintado
de color rojo, con la excepción del área que rodeaba los ojos, en la que la
piel era de color amarillo. El habitante de la Patagonia también quedó
impresionado ante la apariencia de los visitantes, y comenzó a señalar con los
dedos hacia el cielo, convencido de que eran seres celestiales. Al reflejarse
su rostro en un espejo, quedó tan horrorizado que dio un salto hacia atrás,
tirando al suelo a cuatro miembros de la tripulación.
Más
tarde, llegaron varios gigantes más y Magallanes decidió que se llevaría a algunos
de vuelta a Europa como prueba de las maravillas con las que se había
encontrado durante su viaje. Así, subió a bordo a dos de los más jóvenes, a los
que sujetó con cadenas, y, al poco tiempo, reempredió la travesía. Pero su
traicionero comportamiento no le sirvió de mucho: los dos nativos murieron
antes de que terminara el año, incapaces de sobrevivir a las terribles
condiciones de su cautiverio.
Magallanes
también murió durante el viaje, pero Pigafetta sobrevivió para informar
acerca de tan extraño encuentro. Expediciones posteriores confirmaron su
relato acerca de una raza de gigantes que habitaban las tierras australes. Con
el paso de los años, se exageró su descomunal estatura, hasta convertirlos en
seres que superaban en cuatro veces el tamaño de un hombre corriente. Es
posible que los gigantes a los que hacen referencia estas crónicas fueran los
tehuelche, una raza de gran estatura que habitaba por aquel entonces en la
región. Por desgracia, muchos murieron debido a la represión gubernamental en
la década de 1870, y, de acuerdo con el último censo realizado en la
actualidad, tan solo viven algo menos de 60.000.
0.081.4 Anonimo (sudamericano)
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